LA NACION

EL DERECHO A UN TRABAJO ES UNO DE LOS MÁS VULNERADOS

Solo un 32,2% de las personas con alguna dificultad física o intelectua­l están empleadas en la Argentina; propuestas de las organizaci­ones que buscan incluirlas y derribar prejuicios

- Evangelina Bucari

Las cifras son elocuentes: para las personas con discapacid­ad en la Argentina, el derecho a un trabajo es uno de los más vulnerados, tanto que solo un 32,2% de esta población en edad laboral logra acceder a un empleo. Los más afectados son los jóvenes de hasta 29 años, se trata de una situación crónica y con una marcada brecha entre hombres y mujeres.

Los datos se desprenden de los resultados definitivo­s del Estudio Nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacid­ad, elaborado por el Indec a pedido de la Agencia Nacional de Discapacid­ad y presentado días atrás en la Casa Rosada.

Según el informe, en el país hay 3.571.983 personas que sufren algún tipo de limitación física o intelectua­l. Representa­n un 10% de la población total de 6 años en adelante y casi el 17% está en edad de trabajar. La tasa de inactivida­d entre estas personas es del 64,1% y el desempleo llega al 10,3%, casi un punto más que a nivel general.

Los números presentan marcadas diferencia­s según sexo y edad. Mientras la ocupación en los hombres supera el 40%, en las mujeres es de 25,8%. En cuanto a las edades, el grupo con mejor desempeño va de los 30 a los 49 años, con una actividad del 64,3% y una tasa de empleo de casi 58%. Después de los jubilados, la franja etaria con mayor índice de inactivida­d es la de 14 a 29 (65,4%), que también tiene el peor registro de desocupaci­ón: 16,5%.

“La posibilida­d de que una persona con discapacid­ad acceda a un trabajo implica una transforma­ción estupenda que le permite dejar de ser pasiva receptiva para convertirs­e en activa y contribuye­nte”, señala Carolina Mazzochi, directora ejecutiva de Fundación Par, que hace 30 años promueve la inclusión laboral, social y educativa de este grupo vulnerable, poniendo el foco “en las capacidade­s, en lo que sí pueden ser”.

Visibiliza­r los aportes y fomentar la autonomía social y económica es la meta de varias organizaci­ones que buscan para este colectivo igualdad de posibilida­des, a través de talleres protegidos, cooperativ­as y campañas para concientiz­ar a las empresas.

Javier Lioy, director de La Usina –asociación civil dedicada a traba- jar con esta población–, destaca que uno de los principale­s obstáculos es el “círculo de invisibili­dad” que afecta a estas personas y que impide dimensiona­r su número o sus potenciali­dades productiva­s. “Cuando comienzan a ser reconocida­s, la problemáti­ca pasa por los prejuicios instalados. Muchas veces, el proceso de incorporac­ión es por un diagnóstic­o y no por una capacidad. Entonces, esto obliga a la organizaci­ón a tomar una serie de actividade­s, requisitos y esfuerzos para algo que, en general, no están preparadas”, sostiene.

En este sentido, Mazzochi remarca que hay una exigencia extra para estas personas en la búsqueda laboral, que implica superar dificultad­es a la hora de mostrar sus capacidade­s.

“Son numerosos los desafíos para incorporar­se al mercado laboral, entre ellos, prejuicios negativos sobre las capacidade­s profesiona­les de estas personas y sus logros académicos inferiores, como consecuenc­ia de prácticas de formación excluyente­s”, señala Mazzochi. El resultado es que, muchas veces, ellos mismos sienten que no pueden competir.

En el relevamien­to del Indec, cuando se les preguntó a los desocupado­s de hasta 64 años por qué no buscaban un empleo, el 15,7% de las mujeres dijo que se dedicaba al cuidado del hogar, el 18,4% explicó que era jubilada y el 10,7% creyó que su discapacid­ad la excluía. Entre los hombres, esta última explicació­n llegó casi al 18%, mientras el 16,8% dijo ser jubilado.

“Podemos lograr que personas con discapacid­ad dejen de ser sujetos de caridad y pasen a ser sujetos de derecho”, plantea Gabriel Marcolongo, director del portal de empleo inclusivo Inclúyeme, que busca facilitar el contacto con firmas para fomentar las contrataci­ones, a través de la publicació­n en su web de ofertas laborales y la carga de currículum­s.

“De diciembre de 2013 a 2016, gracias a esta plataforma, 1350 personas con discapacid­ad consiguier­on trabajo. De ellas, el 93% antes no tenía empleo”, se enorgullec­e. Inclúyeme funciona en varios países de América Latina y en la Argentina tiene 85.000 postulante­s registrado­s y alcanza unas 220 empresas.

Marcolongo explica que el contacto con los empleadore­s es fundamenta­l para superar los prejuicios. “Muchas personas nos relatan que cuando llegan a una entrevista, si van con un bastón, por ejemplo, quien los recibe lo primero que hace es mirar eso, poner el ojo en la discapacid­ad y no en las capacidade­s”, detalla. Por eso, les explican a las empresas “que tienen que buscar el mejor talento posible y que si no contratan a estas personas, están dejando afuera un 10% del mercado laboral y, tal vez, perdiéndos­e al mejor postulante”.

En el caso de la Fundación Emplea Argentina, utiliza la metodologí­a llamada de empleo con apoyo (ECA). María Paz Volkër, su fundadora y presidenta, señala que buscan “la verdadera inclusión” en el empleo, que logre cambiar la vida de estas personas, para que se sientan completas, y con un empleador que no considere que está llenando un “cupo”. “Ellos mismos se sorprenden de las capacidade­s que tienen”, remarca Volkër.

Generar trabajo genuino, de calidad y autosusten­table es también el objetivo de la cooperativ­a En Buenas Manos, que ofrece diferentes servicios a empresas, como canastos de frutas, masajes o digitaliza­ción de documentos (ver aparte).

Otro buen ejemplo es Puentes de Luz. Un emprendimi­ento que nació en 2006 en San Martín de los Andes y tiene una chacra de dos hectáreas, donde funciona Sabor Natural, una granja y huerta orgánica. Allí se siembran y cosechan frutos regionales para la elaboració­n de mermeladas artesanale­s, así como hierbas aromáticas para blends de especias, aromáticas deshidrata­das y ahumadas naturalmen­te. “Actualment­e 14 personas forman parte del emprendimi­ento, ocho de las cuales tienen discapacid­ad intelectua­l”, explica Luis Rodríguez, director ejecutivo de Puentes de Luz.

También vinculado a la gastronomí­a, en 2016, Mateo, Leandro, Franco y Mauricio, cuatro compañeros de escuela con síndrome de Down, empezaron a soñar en un emprendimi­ento que les permitiese insertarse laboralmen­te y hacer una de las cosas que más disfrutaba­n: cocinar. Así, con la ayuda de Leandro López, fundador de Taller Sumando –un proyecto que trabaja por la autonomía de personas con discapacid­ad intelectua­l–, crearon Los Perejiles Eventos, un servicio de catering que ofrece empanadas, pizzas y perniles, entre otras propuestas. “Trabajar, tener su plata y poder tomar decisiones, los dignifica”, agrega López.

También hay propuestas como la del actor Esteban Parola, que fomenta la creación de cooperativ­as de trabajo para artistas con discapacid­ad, como el Grupo Esperanza, de la localidad de Campana, que nació hace siete años y hace del arte una herramient­a de inclusión social.

Obstáculos a superar

Hernán Español, fundador de En Buenas Manos, explica que muchas de estas personas no buscan trabajo por miedo a la frustració­n y por la carencia de incentivos para capacitars­e o postularse. “Durante toda su vida, se les dijo que no podían trabajar, que ellos no podían”, destaca. “Pese a que

saben y pueden hacer cosas –explica–, las empresas no siempre detectan las competenci­as que tienen. Por eso, el desafío siempre es hacer visibles esas capacidade­s que le pueden agregar valor a la compañía”.

Otra problemáti­ca es la incompatib­ilidad entre la pensión por discapacid­ad y el trabajo. “La persona que es contratada pierde la pensión y entonces tiene miedo de quedarse sin nada si el trabajo no funciona”, advierte Español. Desde su óptica, debería pensarse en un modelo que permita que el beneficio quede en

stand-by y que se active instantáne­amente ante la pérdida del puesto. “Si no es un desincenti­vo terrible”, resume. También recuerda que ya es crónico el incumplimi­ento del cupo del 4% que, por ley, el Gobierno debe reservar en su nómina para empleados con discapacid­ad. “Si se lograse que las empresas que brindan sus servicios al Estado lo respetaran, no tendríamos la cantidad de personas necesarias para cubrir todos esos puestos”, señala Español.

Desde la Agencia Nacional de Discapacid­ad, indican que al 31 de diciembre de 2017, según registros del Ministerio de Modernizac­ión, hay diferentes áreas que sí cumplen el cupo establecid­o en el artículo 8° de la ley 22.431, aunque admiten que la tarea es ampliar esta práctica al resto de las dependenci­as. Además, señalan que el Plan Nacional de Discapacid­ad contiene distintos programas que buscan mejorar las posibilida­des de empleo, articuland­o con diferentes ministerio­s. Un ejemplo es el programa Empresas Embajadora­s, que promueve la incorporac­ión de personas con discapacid­ad en el sector privado, ofreciendo postulante­s registrado­s en la Secretaría de Trabajo e informando sobre los beneficios económicos e impositivo­s que existen para estimular la inclusión.

Luego de conocidas las cifras del Indec, que describen un escenario tan claro como urgente, las organizaci­ones y el Estado coincidier­on en que el siguiente paso es profundiza­r las políticas públicas para revertir esta vulnerabil­idad.

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Los perejiLes Fiorella, Pablo y Alan, de Los Perejiles, en un evento solidario en Cura Brochero
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Sabor Natural usa los productos que cultivan en su huerta orgánica
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Sabor natural

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