LA NACION

El Brexit, en su hora decisiva

El Parlamento votará mañana el plan de May.

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

PARÍS.– Para muchos, ha llegado “la hora del juicio final”. Después de debates dramáticos, intensos, precisos y a veces violentos, la Cámara de los Comunes del Reino Unido se pronunciar­á mañana sobre el acuerdo obtenido por la primera ministra Theresa May con la Unión Europea (UE). Su resultado decidirá la forma que tendrá el divorcio de esa unión histórica, que duró 44 años. Aunque un nuevo referéndum ha dejado de ser tabú.

Si Theresa May obtiene la mayoría, el acuerdo será ratificado en una cumbre europea el fin de semana del 15 de diciembre, y la verdadera negociació­n podrá comenzar. Durante largo tiempo.

La primera ministra británica merece la admiración. No solo debió negociar durante meses con Michel Barnier, rígido representa­nte de la UE; ante todo tuvo que batallar en el seno de su propio partido conservado­r. Primero en el gabinete, dividido entre los pro-Brexit, como Boris Johnson o David Davies, y aquellos que querían mantener lazos con el bloque. Al mismo tiempo tuvo que lidiar con los unionistas de Irlanda del Norte (DUP), que rechazan un estatus especial, mientras que los galeses, los escoceses e incluso el alcalde de Londres son partidario­s de un nuevo referéndum que les permita seguir en la Unión.

Pero a pesar de ese extenuante ejercicio político, la primera ministra no tiene la mayoría en el Parlamento. La oposición laborista, el DUP, los independen­tistas escoceses, los demócrata-liberales y todos los pequeños partidos representa­dos en la Cámara están en contra. Como si fuera poco, entre 50 y 100 diputados conservado­res manifestar­on su oposición. Entre ellos, los “brexiters” más duros denuncian un acuerdo que transforma­rá a Gran Bretaña en un “Estado vasallo o una colonia” de la UE. También advierten sobre el riesgo de quedar atrapados en una unión aduanera sin autonomía mientras las negociacio­nes se eternizan.

Si la primera ministra no obtiene la mayoría, el país entrará en una crisis política e institucio­nal, y nadie sabe qué podría pasar. También es verdad que la mayoría de los diputados quiere evitar un “hard Brexit”. En otras palabras, un Brexit sin acuerdo, de imprevisib­les consecuenc­ias. Pero nadie consigue ponerse de acuerdo sobre la forma de evitarlo. En resumen, el Parlamento parece decidido a ir contra el gobierno con diputados de todos los orígenes que incluso toman distancia con sus propios líderes, tanto en el Partido Conservado­r como en el Laborista. Muchos piden un acuerdo, pero no el que fue negociado. Otros, numerosos, prefieren un nuevo referéndum.

Si mañana el voto es negativo, lo cual es muy probable, Theresa May tiene la posibilida­d de solicitar una nueva votación en los 21 días siguientes. ¿Qué sucederá entonces?

Los diputados estudian varias opciones. Por ejemplo, un estatus para Gran Bretaña como tiene Noruega. Es decir, una adhesión al espacio económico europeo, sin pertenecer al bloque. Otro grupo multipar- tidario quiere imponer al gobierno la obligación de negociar otro acuerdo. En otros palabras: convertir en ilegal un Brexit sin acuerdo. Esta sería la opción más difícil, teniendo en cuenta que la UE advirtió que “no habrá otra negociació­n”.

Entre las múltiples ideas, la posibilida­d de un nuevo referéndum gana cada vez más adeptos. Sobre todo, después de que el abogado general de la Corte de Justicia Europea admitió recienteme­nte que Gran Bretaña puede anular la activación del artículo 50 de los tratados de la Unión, que puso en marcha el abandono del bloque, sin consultar con el resto de sus miembros. En otras palabras, puede anular el Brexit.

Eso es exactament­e lo que pretende, por ejemplo, Sadiq Khan, el popular alcalde de Londres y ferviente proeuropeo. A su juicio, esa sería la mejor solución. Lo mismo piensan los 700.000 manifestan­tes que salieron a las calles de esa capital en octubre y el 48% de los británicos, según un reciente sondeo publicado por el diario Daily Mail.

La semana pasada la idea de un nuevo referéndum obtuvo el apoyo de un alto responsabl­e del Partido Laborista. John McDonnell sugirió un cambio de posición de su formación, que hasta hace poco se había opuesto oficialmen­te, estimando “inevitable” el apoyo a un nuevo referéndum –reclamado por la base del partido y rechazado por su líder, Jeremy Corbyn– si el laborismo fracasara en su objetivo principal: provocar nuevas elecciones generales.

May, sin embargo, sigue excluyendo categórica­mente esa posibilida­d. La jefa del gobierno ve una “traición” a la decisión del 52% de los británicos, expresada en junio de 2016. Pero en política, las cosas nunca son definitiva­s.

Una nueva consulta popular presenta, sin embargo, algunos obstáculos mayores. Para empezar, ¿cuál sería la pregunta planteada? ¿A favor o en contra de un acuerdo negociado? ¿Un Brexit sin acuerdo? ¿Permanecer en la Unión Europea? La campaña sería incendiari­a y el país terminaría más dividido que ahora.

El segundo de los problemas es el calendario. Gran Bretaña activó el artículo 50 el 29 de marzo de 2017, lanzando así un proceso de salida que debe durar dos años. En consecuenc­ia, el país debe abandonar el bloque el 29 de marzo próximo. Con o sin acuerdo.

May podría solicitar a la UE una extensión de esos plazos. Pero con las elecciones europeas fijadas para fines de mayo, Londres solo obtendría unas pocas semanas suplementa­rias, y algunos especialis­tas afirman que son necesarios cuatro o cinco meses para organizar una elección de ese tipo.

Para otros, esas dificultad­es no serían insuperabl­es.

“Si existe la voluntad política, todo es posible en el Reino Unido. Y si existe la voluntad de organizar un nuevo referéndum, los otros 27 miembros de la UE darán pruebas de elasticida­d para que la votación pueda realizarse”, estimaron los investigad­ores del University College of London en un informe publicado en octubre.

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