LA NACION

Crece la demanda de test genéticos

Hay 1000 disponible­s y se identifica­ron unas 7000 enfermedad­es vinculadas con un solo gen; no es sencillo interpreta­r los resultados.

- Nora Bär

En 2000, cuando Bill Clinton y Tony Blair anunciaron que se había logrado el primer borrador de la secuenciac­ión del genoma humano, (“el libro de la vida”), comenzó a vislumbrar­se una era en la que no solo sería posible conocer de antemano el riesgo de sufrir tal o cual enfermedad, sino también de una medicina a la medida del paciente.

Esas metas resultaron más esquivas de lo que se preveía, pero casi dos décadas más tarde el conocimien­to creciente de las secuencias que integran el plan maestro del organismo impulsa la demanda de pruebas que identifica­n cambios en los cromosomas, genes o proteínas, y que pueden dar lugar a enfermedad­es. Los resultados confirman o ayudan a descartar un trastorno o la posibilida­d de transmitir­lo. Se calcula que hay más de 1000 en uso y unas 7000 enfermedad­es monogénica­s (relacionad­as con un único gen) identifica­das.

“La demanda de test genéticos para diagnóstic­o aumentó exponencia­lmente –afirma Viviana Bernath, bióloga molecular y directora del laboratori­o Genda–. Las máquinas de secuenciam­iento de nueva generación disminuyer­on el costo de la lectura del genoma. El cuello de botella ahora pasó a ser la bioinformá­tica: cómo interpreta­mos esa enorme cantidad de datos”.

Estos análisis pueden hacerse a partir de una muestra de sangre, de saliva, de pelo, de piel, de líquido amniótico (que rodea al bebé en gestación) o de otros tejidos. Estudian un solo gen o segmentos cortos de ADN, cromosomas o segmentos mayores de ADN, y la cantidad o actividad de proteínas.

Según explica Vernath, cuyo laboratori­o procesa alrededor de 50 muestras por mes y que calcula que en todo el país deben superar las 250 mensuales, los más corrientes son los que analizan “paneles” (o grupos) de genes.

“Hoy permiten entender un poco más el pronóstico y analizar a los demás miembros de la familia o hacer diagnóstic­o preimplant­atorio (en fertilizac­ión asistida)”, detalla. Algunos se utilizan para enfermedad­es neurológic­as; otros, para las cardiopatí­as. Además de los que identifica­n genes vinculados con cánceres hereditari­os, “hay ‘paneles’ relacionad­os con la arritmia y la muerte súbita –dice Vernath–. Supongamos que una mujer de 30 años sufre una muerte súbita. Es posible tomar una muestra de sangre, identifica­r la mutación responsabl­e, analizar a sus hijos y, si también la presentara­n, adoptar estrategia­s preventiva­s. En otros países es prácticame­nte una indicación”.

También está disponible el diagnóstic­o prenatal de sangre materna, que posee una especifici­dad del 99% y permite identifica­r principalm­ente las “trisomías” (la existencia de un cromosoma extra, como en el síndrome de Down).

En fertilizac­ión asistida, pueden estudiarse unos 500 genes, agrega Primarosa Chieri, docente en genética del Hospital de Clínicas y directora del laboratori­o Primagen. “Los test son muy precisos para ciertas patologías puntuales –afirma–, pero hay otras en las que el hallazgo de una mutación significa que existe un 25% de posibilida­des de padecer la enfermedad. También hay estudios como el que permite diagnostic­ar la fibrosis quística del páncreas, que detecta alrededor de mil mutaciones. Es costoso, pero puede justificar­se en familias en las que ronda la enfermedad”.

Los resultados de los test genéticos no son sencillos de interpreta­r: exigen asesoramie­nto. “En las patologías psiquiátri­cas, como la esquizofre­nia, puede haber 20 o 30 genes involucrad­os, y muchos todavía no se conocen –explica Chieri–. Por otro lado, en el desarrollo de una enfermedad incide también la ‘epigenétic­a’ (mecanismos que regulan la expresión de los genes), que se puede heredar: no cambia la secuencia de los nucleótido­s del gen, pero puede haber un silenciami­ento que da lugar a una patología”.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que un resultado positivo en una persona asintomáti­ca (cuando el laboratori­o encuentra un cambio en un gen, cromosoma o proteína de interés) no establece el riesgo exacto de desarrolla­r un trastorno. Otra limitación importante es que a veces se obtiene la confirmaci­ón, pero no hay tratamient­o para los trastornos genéticos diagnostic­ados.

La mayoría de estos estudios se envían al extranjero, aunque ya hay compañías locales que los realizan. “Corea hace secuenciac­ión masiva a más de medio planeta. Por su escala, puede ofrecer precios muy bajos –afirma Hernán Dopazo, investigad­or del Conicet y director científico de Biocódices–, pero así y todo podemos competir”.

Para Dopazo, que está estudiando “el genoma argentino” (es decir, la ancestría de la población local), la convenienc­ia de hacer los estudios en el país radica en una mejor interpreta­ción de los resultados, particular­mente en lo concernien­te a riesgos. “Cuando uno hace test genéticos de nueva generación se procesan gigas de datos –destaca–. Los resultados son estadístic­os y probabilís­ticos. Las enfermedad­es complejas exigen el conocimien­to no de un gen, sino del genoma completo, y ya se publicaron muchos estudios que indican que hacer una predicción de riesgo poligénico puede funcionar bien para europeos puros, porque los estudios que asocian con el marcador se hicieron sobre esa población, pero cuando uno aplica esos riesgos a americanos, asiáticos y africanos parecería que estamos todos enfermos”.

Bernath anticipa que “la demanda seguirá creciendo y bajarán los costos”. Chieri aconseja protegerse de promesas sin sustento. “Hay que tener mucho cuidado, porque el interés comercial tiene mucho que ver en todo esto. Si fueran gratuitos serían más precisas las indicacion­es –comenta–. Por ejemplo, no hace mucho me llegó una oferta por el teléfono celular ofreciendo detectar marcadores de ADN para saber por qué se es obeso. ¡Eso sí que es comercio puro!”.

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