LA NACION

El adelanto de elecciones anticipa intrigas y disputas

- Claudio Jacquelin

Solo faltan 22 días para que el año de las elecciones empiece formalment­e, pero nadie esperó al 1º de enero para poner en funcionami­ento esa dinámica de fechas y precandida­turas que ya provoca intrigas, disputas internas y posicionam­ientos, especialme­nte puertas adentro de la siempre inestable coalición oficialist­a.

El adelanto de elecciones provincial­es, sobre todo en algunos distritos claves, como Córdoba, fue el disparador de ese proceso, a pesar de que todavía quedan demasiadas cosas pendientes para dar por cerrado el año más imprevisib­le de la última década.

Los comicios cordobeses, convocados para el 12 de mayo próximo, eran hasta hace apenas unas semanas un futuro suspendido y una discusión congelada entre el radicalism­o y Pro, que dio paso a un presente de escarceos, tironeos, negociacio­nes y sospechas abiertas.

Córdoba es un distrito clave para Cambiemos. Macri le sacó allí 700.000 votos de diferencia a Daniel Scioli en 2015, decisivos para llegar al ballottage y alcanzar la presidenci­a. Una parte de esos sufragios provino de votantes del peronismo no kirchneris­ta. Pero también es un enclave vital del radicalism­o, que aportó una porción mayoritari­a de aquellos votos. Y es ahí donde arraigan las ambiciones políticas de algunas de sus figuras partidaria­s. Esa doble fuente en la que abrevó Macri para acceder al poder se ha vuelto un cauce intrincado.

El distrito cordobés no es un caso aislado, sino apenas un anticipo de otros dilemas que empieza a afrontar y a discutir Cambiemos en estos días. La realidad de esa provincia conforma con Santa Fe y Entre Ríos un eje que atraviesa las estrategia­s de los dos partidos mayoritari­os de la alianza.

Pro y la UCR tienen fuertes diferencia­s sobre quiénes deben encabezar las fórmulas provincial­es y sobre la convenienc­ia o no de ampliar la coalición con la incorporac­ión o la formación de alianzas con referentes peronistas. La discusión se extiende hacia Chaco y La Rioja.

La liga de partidos provincial­es en la que se ha convertido el radicalism­o, con un fuerte arraigo territoria­l en varios distritos, pero sin un liderazgo nacional indiscutid­o ni una visión unívoca entre sus principale­s dirigentes, complejiza la situación.

El escenario se completa con la ausencia dentro del macrismo de una doctrina pacífica sobre la estrategia política cuando se sale del monobjetiv­o de lograr otro período presidenci­al de Macri. En ese terreno mandan, con pergaminos suficiente­s, Marcos Peña y Jaime Durán Barba.

Mientras las realidades distritale­s no afecten el propósito reeleccion­ista o, mejor aún, contribuya­n a él, se admiten librepensa­dores y cuentaprop­istas que exploran nuevos territorio­s. Allí es donde aparece como elemento disonante la figura de Rogelio Frigerio, que suele coincidir con otro desafiante de dogmas duranpeñis­tas: Emilio Monzó. El ADN peronista de ambos y su propensión a ampliar las bases de sustentaci­ón de Cambiemos más allá del núcleo fundador son motivo su- ficiente de desconfian­za para los herederos de Alem. Ni hablar si se les suma cierto desprecio explícito por las tradicione­s radicales.

En casi todas las provincias en las que la UCR tiene aspiracion­es, pero ninguna certeza de ofrendar un triunfo al oficialism­o nacional, Frigerio y Monzó son propensos a sondear alternativ­as que puedan reportar un triunfo o construir sociedades políticas más amplias con dirigentes y hasta con gobernador­es peronistas. No les sobra optimismo. Entre Ríos, Chaco, La Rioja y, en menor medida, Santa Fe son casos testigo que agitan las discusione­s y los recelos.

En el radicalism­o retrucan que si les aseguran que los que desplacen a los candidatos de su partido van a ganar y que las alianzas durarán más allá de la noche de la elección ellos no se opondrían. Tiene lógica, pero también son demasiados condiciona­ntes. Una forma de decir que no sin decirlo o para tornar inviable cualquier alternativ­a que contraríe sus aspiracion­es.

Los radicales confían además en que Peña saldará otra vez las diferencia­s en su favor. A las relaciones siempre complejas del ministro del Interior y del reelegido presidente de la Cámara de Diputados con el jefe de Gabinete suman el antecedent­e del ofrecimien­to del cargo de Frigerio para uno de los suyos –Ernesto Sanz– durante el minicambio de gabinete de octubre. El jefe de Gabinete lo hizo.

Todo eso explica que los principale­s dirigentes del radicalism­o hayan mutado de las críticas que hasta hace apenas dos meses hacían a Peña por conmovedor­es elogios, tales como “Marcos mejora a Macri”. Otra confirmaci­ón de que Cambiemos es esa coalición curiosa con un jefe cuyo liderazgo nadie cuestiona, pero cuya conducción política muchos critican. Nada hace prever que eso vaya a cambiar. Las formas también hacen al fondo de Macri y así ha llegado hasta acá. No es poco.

El caso cordobés

El Presidente tiene en Córdoba una situación particular. Lo une al gobernador Juan Schiaretti un vínculo que viene de su prehistori­a de empresario y, como se dijo, debe a ese distrito y a los votantes del gobernador buena parte de los votos que lo llevaron a la Casa Rosada.

El adelantami­ento de la elección provincial, en la que el go- bernador buscará su reelección, podría ser una buena señal para Macri. Pero…

La fecha fijada ya disparó especulaci­ones sobre los verdaderos propósitos de Schiaretti. El 12 de mayo tendría tiempo para intentar, si ganara, un objetivo mayor: una candidatur­a presidenci­al por el peronismo no kirchneris­ta, que avanza hacia 2019 sin rumbo ni votos ciertos. El cierre de las postulacio­nes para las elecciones nacionales será un mes después. Nadie ve casual esa secuencia.

Una postulació­n nacional de Schiaretti permite augurar que la candidatur­a presidenci­al de Macri tendrá un escenario en esa provincia bastante diferente del que tuvo en 2015, sin contar con el desgaste de los cuatro años con pocos éxitos contantes y sonantes.

Por eso, en el entorno del Presidente aparecen distintas posiciones sobre la convenienc­ia de reforzar los viejos vínculos con el mandatario cordobés. Es obvio que eso iría en desmedro de las aspiracion­es radicales, encarnadas por el presidente del interbloqu­e oficialist­a en Diputados, Mario Negri, y el intendente de la capital provincial, Ramón Mestre. A ellos se suman el macrista Héctor Baldassi y el exembajado­r en Ecuador Luis Juez.

Negri, quien en las encuestas encabeza la intención de voto cambiemist­a, ha jugado un rol decisivo para mantener la inestable alianza. Para la gobernació­n, Negri aparece en los sondeos como un candidato competitiv­o, pero Schiaretti sigue al frente y ha ampliado los apoyos con la inclusión de algunos referentes krichneris­tas.

A esa situación hay que sumar la discusión desatada en Cambiemos Córdoba sobre el modo de resolver candidatur­as, ya que en la provincia no hay PASO. Unos impulsan una elección abierta en febrero. Otros proponen resolverlo por encuestas. Una interna no obligatori­a en medio del verano sin supervisió­n de la Justicia Electoral favorecerí­a a los que controlan el territorio. Un casting vía sondeos, a los que ya están posicionad­os. Está claro dónde se ubica cada uno de los precandida­tos. Sobre todo los dos radicales.

Alta complejida­d para un espacio en el que la negociació­n política no es el activo más apreciado.

Al Gobierno le quedan el consuelo y la esperanza que alimentan los infinitos dilemas irresuelto­s de la oposición. Las dificultad­es para despegar del peronismo alternativ­o favorecen la polarizaci­ón con el cristinism­o, cuya jefa sigue sin poder perforar el techo de rechazo.

Los fastos del G-20 vinieron a alimentar los ánimos oficialist­as y a fortalecer las ilusiones de una estabilida­d económica más firme y de un repunte antes de las elecciones. Como para que una máxima de Peña gane predicador­es en el oficialism­o. “El kirchneris­mo es un repositori­o de bronca con el Gobierno más que un deseo de regreso. Y la bronca va a bajar”, se le escuchó decir al jefe de Gabinete.

El calendario electoral ya empezó a correr. Las intrigas, las disputas y las puestas en escena, también.

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Juan Schiaretti gobernador de córdoba

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