El grito del desahogo. Una fiesta bajo el agua, de Núñez al Obelisco
Núñez fue una fiesta. Eterna. Única. Cinematográfica. Con la lluvia otra vez como protagonista. Agua bendita de esas que alivianan, que desahogan, que se disfrutan. Y que siguen acompañando a River en la Copa Libertadores: llovió en 1986, 2015 y, ahora, en 2018. Porque el cielo se puso gris, pero minutos después de la coronación el Monumental se alumbró con un arco iris que le agregó magia al momento. Este 9 de diciembre será recordado para siempre como la victoria más importante de la institución.
Pocas horas de sueño tuvieron los fanáticos que festejaron hasta entrada la noche en el Monumental y el Obelisco. Desde que el Millonario levantó la copa, la confitería del club, el playón y la avenida Figueroa Alcorta se llenaron de rojo y blanco en una jornada de confianza, tensión y angustia hasta alcanzar el clímax de felicidad. Afuera hubo fuegos artificiales, bengalas de humo, banderas, tirantes, bombos y redoblantes para celebrar una noche única.
“¡Me parece que Boca no sale campeón, sale River, sí señor!” fue uno de los cantitos más repetidos. Y hubo dedicatorias especiales para la Conmebol, Macri, Barros Schelotto y Tevez.
Enfrente, el partido cambió el rumbo de las sensaciones en La Boca. El gran primer tiempo del xeneize generó una euforia que se fue apagando. Y la corrida final en solitario de Pity Martínez apagó la ilusión y encendió la frustración. Las lágrimas de tristeza de grandes y chicos en las calles fueron la muestra más fiel del dolor. Dos caras de una final que ya es historia.