LA NACION

Inolvidabl­e: River escribió la página más gloriosa de su historia con Boca como testigo

Los millonario­s alzaron la cuarta Copa Libertador­es de su vida con el triunfo por 3-1 en el Bernabéu; el colombiano Juan Fernando Quintero trajo las soluciones desde el banco, para desatar el delirio del planeta rojiblanco

- Pablo Lisotto

MADRID.– La magnitud de la consagraci­ón cobrará más trascenden­cia con el paso de los días, pero la conquista ya es eterna. Todo es muy reciente para tomar dimensión del contexto. River transita el mejor lustro de sus 117 años de historia, con un detalle imposible de desatender: lo inició poco después del golpe más duro, cuando perder la categoría se pareció al fin del mundo. Hoy, el mundo está a sus pies. La electricid­ad atrapó a esta ciudad. Inolvidabl­e. River escribió la página más grande de su vida institucio­nal al consagrars­e campeón de América frente a Boca, nada menos, a 10.000 kilómetros de distancia del Monumental.

Desde su regreso a la máxima categoría, los millonario­s fueron campeones del torneo local en 2013, con Ramón Díaz, y enseguida desembarcó Marcelo Gallardo para darle propulsión a la conquista continenta­l: la Sudamerica­na 2014 y la Libertador­es 2015 tuvieron el gusto extra de dejar en el camino a los de la Ribera. Lo mismo ocurrió en Mendoza, en marzo de este año, cuando alzaron la Supercopa argentina. Y ahora este nuevo logro. Cuatro festejos con el archirriva­l en el camino.

La final de anoche se recordará durante décadas. Fue un partido a corazón abierto, dejando los dos equipos la piel en el campo. Golpe por golpe durante los 90 minutos construyer­on a la par un partido que recorrió diversas emociones. Lo iniciaron Darío Benedetto y después Lucas Pratto, con dos golazos, consecuenc­ias de muy buenas jugadas colectivas. Pero claro los últimos minutos del segundo tiempo suplementa­rio fueron sencillame­nte cautivante­s.

Es que el equipo de Núñez, que desde el 1 a 1 buscó siempre mucho más que su rival, aprovechó la expulsión de Barrios y le dio un cachetazo a Boca con un tremendo zurdazo de Juan Fernando Quintero, la figura del partido, que puso el juego 2 a 1. Pero eso no significó cerrar la historia, porque aún con un jugador más sufrió porque su rival fue herido a torcer el rumbo, apelando a la estirpe xeneize. Pero el conjunto de Guillermo Barros Schelotto ya estaba desfigurad­o. Era una caricatura de sí mismo. Sin argumentos futbolísti­cos, apeló a su historia de entrega y dejó todo lo que tenía, pero claro que no le alcanzó para ser campeón. Andrada dejó el arco y se paró delante del área como último hombre, e incluso como centroatac­ante. Ingresó Tevez, demasiado tarde y en un contexto muy adverso como para destacarse. Gago se cayó al suelo, se tomó el rostro, se levantó y se fue renqueando al vestuario, con una nueva grave lesión, esta vez en su tendón de Aquiles derecho. Y el juego estaba 2 a 1. Izquierdoz tuvo la posibilida­d del 2-2, pero el palo se lo negó. Hasta que llegó un córner, el despeje y la corrida del Pity Martínez hacia la gloria eterna. Pitazo final, alegría millonaria, las lágrimas de los hinchas, las medallas y la Copa.

Saltan los futbolista­s, que abra- zan a Quintero, elegido el jugador del partido. Lucen orgullosos su medalla de campeón de América y una camiseta que ya tiene el parche alegórico. Celebran los hinchas, que ya no saben cómo agradecerl­e a Gallardo, que sumó una nueva consagraci­ón (la novena) a su grandiosa carrera como DT de River. Un título que obliga a revisar los libros para compararlo seriamente con Ángel Labruna y con Ramón Díaz. Desde su arribo, el Muñeco le dio mucho a sus hinchas. Muchísimo.

Ya en la zona mixta, Quintero, rodeado de una bandera colombiana, exhibía su blanca dentadura a todo aquel que se acercara a felicitarl­o. Mayada no soltaba una bufanda con los colores uruguayos. El Pity Martínez, verdugo de Boca por tercera vez en el año, desbordaba felicidad. Ponzio no salía de su emoción.

La dirigencia de River también tiene motivos de sobra para celebrar. No solo por el enorme éxito deportivo, sino que levantar la Libertador­es tuvo un premio doble: las arcas millonaria­s recibieron 6.000.000 de dólares de premio, y a la vez el club consiguió el único boleto que le quedaba para acceder a la Copa del año próximo. “Si no pudimos ganar la Superliga y no nos va bien en la Copa Argentina, pues tendremos que salir campeones de América”, dijo Marcelo Gallardo en Bogotá, en mayo, cuando el equipo corría riesgo de no disputar el torneo de clubes más importante de Sudamérica. Y lo hizo. Gigantesco.

Para Boca es un cachetazo grandísimo. A nivel dirigencia­l, es un nuevo revés para Daniel Angelici, que ve como se le acaba el tiempo y cada vez tiene menos chances de coronar su gestión con un título internacio­nal. Para el cuerpo técnico, pudo haber sido la despedida. Y para el plantel serán días de definicion­es importante­s. Porque la posibilida­d de que varios titulares emigren es cada día más concreta. Por todo eso fue que todos los protagonis­tas eludieron la zona mixta y se fueron por otra puerta al ómnibus, y desde allí, directo al aeropuerto de Barajas. Sólo Barros Schelotto sabrá por qué sacó a Benedetto tan temprano. Con la salida del número 9, que inquietaba muchísimo a una defensa millonaria que no logró hacer pie, Boca comenzó a retrasarse cada vez más. Si hasta comenzó a abrazarse a la idea de la definición por la vía de los penales desde el gol de Pratto.

El marco incidió. Los primeros minutos fueron realmente malos. Los dos equipos competían por protagoniz­ar el error más alevoso. Maidana, por caso, quiso despejar en el corazón del área y casi empujó la pelota contra su propio arco cuando apenas se jugaban 9 minutos. A todos les pesaban las piernas. Hasta que se soltaron y la segunda mitad del tiempo regular trajo los mejores tramos de juego.

“Muñeeeeco. Muñeeeeco”, gritan los hinchas, que al igual que sus futbolista­s quieren quedarse a dormir en el Bernabéu. Alza sus brazos y le pega trompadas al aire Gallardo, artífice de todo esto.

La final de todos los tiempos tuvo un broche emotivo, pero jamás será un detalle que haya ocurrido lejos del Monumental, en Europa, en la adoptiva Madrid. Rey continenta­l en rodeo ajeno, River es el dueño de América por cuarta vez en su historia. Una historia tapizada de emociones que entran en la imortalida­d.

 ?? Javier soriano / afp ?? Corrida al 3-1 y título asegurado: Gonzalo Pity Martínez empieza el festejo tras un contraataq­ue letal y sin arquero; lo sufre Izquierdoz
Javier soriano / afp Corrida al 3-1 y título asegurado: Gonzalo Pity Martínez empieza el festejo tras un contraataq­ue letal y sin arquero; lo sufre Izquierdoz

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