Quintero, el que juega de a ratos y no será olvidado
El colombiano hizo un golazo y la asistencia en el tercero; sin ser titular, es valorado por Gallardo por su desequilbrio individual
Cuando se sientan a charlar sobre las condiciones y características del plantel del que disponen, Marcelo Gallardo y sus ayudantes, Matías Biscay y Hernán Buján, coinciden en que el jugador que sigue a Pity Martínez en desequilibrio individual es Juan Fernando Quintero. La gambeta corta, el enganche repentino y el disparo explosivo convierten al colombiano en una pieza capaz de cambiar en una acción el curso de un partido. En el Santiago Bernabéu cumplió esa misión. Ingresó a los 13 minutos del segundo tiempo, cuando River perdía por 1-0. Fue un engranaje en la modificación táctica que diseñó Matías Biscay. Salió Leonardo Ponzio, Enzo Pérez pasó a jugar como volante central más definido y Quintero se movió de tres cuartos en adelante, en busca de espacios a espaldas de los volantes de Boca.
Participó en el comienzo de la jugada del empate, muy bien trenzada entre Exequiel Palacios y Nacho Fernández, y definida por Lucas Pratto. River controlaba la pelota y Quintero era una opción cerca del área de Boca. Una amenaza constante, que se materializó a los cuatro minutos del segundo tiempo suplementario. Recibió en la puerta del área, sin que Fernando Gago llegara a encimarlo, y ya con el control con la parte interna del pie izquierdo quedó posicionado para un remate alto, inatajable, que le quemó la red a Esteban Andrada. El broche fue el taco y la asistencia para el tercero, de Pity Martínez.
Aquel fue su segundo gol en esta Copa Libertadores. El anterior también había sido trascendente, en el 3-1 sobre Independiente para superar los cuartos de final. En este torneo jugó 546 minutos en 12 partidos (promedio de 45 por encuentro). Completó los 90 solamente en el 0-1 frente a Gremio en el Monumental. En cinco ocasiones fue titular y en siete entró desde el banco. Esta última variante, la de ser recambio, es la que mejor le sienta. Puede ser una alternativa a Pity o a Nacho Fernández, o a algún jugador de corte más defensivo cuando hay que remontar un resultado, como sucedió en el Bernabéu.
Las intermitencias y las lagunas conspiran para que sea considerado titular indiscutido. Pero lejos está de quedar relegado y de no ser tenido en cuenta.
Llegó a River a principios de este año, en préstamo, con una opción de 3,5 millones de dólares por 50% del pase, que pertenece a Porto. River va a ejecutar esa preferencia de compra porque existe un interés millonario del fútbol chino. Como en Europa le costó encontrar acomodo en su peregrinar por las ligas de Italia, Francia y Portugal, en 2017 recaló en Independiente de Medellín, donde lo dirigió Luis Zubeldía, que se formó un concepto similar al de Gallardo: es una individualidad desequilibrante que debe conseguir más continuidad, ordenarse, saber interpretar los momentos del juego y los espacios de la cancha. En eso le trabajó la cabeza Gallardo, un especialista en concienciar a sus jugadores de lo que deben hacer.
Su 2018 en River, aun sin un lugar asegurado en la formación, le permitió hacerse un hueco en el plantel de Colombia que José Pekerman seleccionó para ir al Mundial de Rusia. Su muy buen primer semestre coincidió con el declive de su compatriota Edwin Cardona, que quedó al margen de la lista. Pekerman también lo utilizó en varias ocasiones como un revulsivo desde el banco.
Cuando a principios de año se incorporó a River lo hizo precedido por una fama de personaje disperso, asociado a los ritmos de su compatriota Maluma. Se hizo amigo de otro coterráneo, Rafael Santos Borré, y también comparte momentos con Rodrigo Mora. A los 26 años, despertaba sospechas que en nueve temporadas hubiera pasado por seis equipos. Su potencial no terminaba de consolidarse en ningún lado.
Gallardo supo hace rato lo que tenía entre manos: “Quintero nos da la posibilidad de abrir el partido cuando el rival baja la guardia. A veces no lo consigue de entrada; hay jugadores que entran mejor durante el partido”. Sus 62 minutos en el Bernabéu se cotizaron para la eternidad.