LA NACION

Quintero, el que juega de a ratos y no será olvidado

El colombiano hizo un golazo y la asistencia en el tercero; sin ser titular, es valorado por Gallardo por su desequilbr­io individual

- Claudio Mauri

Cuando se sientan a charlar sobre las condicione­s y caracterís­ticas del plantel del que disponen, Marcelo Gallardo y sus ayudantes, Matías Biscay y Hernán Buján, coinciden en que el jugador que sigue a Pity Martínez en desequilib­rio individual es Juan Fernando Quintero. La gambeta corta, el enganche repentino y el disparo explosivo convierten al colombiano en una pieza capaz de cambiar en una acción el curso de un partido. En el Santiago Bernabéu cumplió esa misión. Ingresó a los 13 minutos del segundo tiempo, cuando River perdía por 1-0. Fue un engranaje en la modificaci­ón táctica que diseñó Matías Biscay. Salió Leonardo Ponzio, Enzo Pérez pasó a jugar como volante central más definido y Quintero se movió de tres cuartos en adelante, en busca de espacios a espaldas de los volantes de Boca.

Participó en el comienzo de la jugada del empate, muy bien trenzada entre Exequiel Palacios y Nacho Fernández, y definida por Lucas Pratto. River controlaba la pelota y Quintero era una opción cerca del área de Boca. Una amenaza constante, que se materializ­ó a los cuatro minutos del segundo tiempo suplementa­rio. Recibió en la puerta del área, sin que Fernando Gago llegara a encimarlo, y ya con el control con la parte interna del pie izquierdo quedó posicionad­o para un remate alto, inatajable, que le quemó la red a Esteban Andrada. El broche fue el taco y la asistencia para el tercero, de Pity Martínez.

Aquel fue su segundo gol en esta Copa Libertador­es. El anterior también había sido trascenden­te, en el 3-1 sobre Independie­nte para superar los cuartos de final. En este torneo jugó 546 minutos en 12 partidos (promedio de 45 por encuentro). Completó los 90 solamente en el 0-1 frente a Gremio en el Monumental. En cinco ocasiones fue titular y en siete entró desde el banco. Esta última variante, la de ser recambio, es la que mejor le sienta. Puede ser una alternativ­a a Pity o a Nacho Fernández, o a algún jugador de corte más defensivo cuando hay que remontar un resultado, como sucedió en el Bernabéu.

Las intermiten­cias y las lagunas conspiran para que sea considerad­o titular indiscutid­o. Pero lejos está de quedar relegado y de no ser tenido en cuenta.

Llegó a River a principios de este año, en préstamo, con una opción de 3,5 millones de dólares por 50% del pase, que pertenece a Porto. River va a ejecutar esa preferenci­a de compra porque existe un interés millonario del fútbol chino. Como en Europa le costó encontrar acomodo en su peregrinar por las ligas de Italia, Francia y Portugal, en 2017 recaló en Independie­nte de Medellín, donde lo dirigió Luis Zubeldía, que se formó un concepto similar al de Gallardo: es una individual­idad desequilib­rante que debe conseguir más continuida­d, ordenarse, saber interpreta­r los momentos del juego y los espacios de la cancha. En eso le trabajó la cabeza Gallardo, un especialis­ta en conciencia­r a sus jugadores de lo que deben hacer.

Su 2018 en River, aun sin un lugar asegurado en la formación, le permitió hacerse un hueco en el plantel de Colombia que José Pekerman seleccionó para ir al Mundial de Rusia. Su muy buen primer semestre coincidió con el declive de su compatriot­a Edwin Cardona, que quedó al margen de la lista. Pekerman también lo utilizó en varias ocasiones como un revulsivo desde el banco.

Cuando a principios de año se incorporó a River lo hizo precedido por una fama de personaje disperso, asociado a los ritmos de su compatriot­a Maluma. Se hizo amigo de otro coterráneo, Rafael Santos Borré, y también comparte momentos con Rodrigo Mora. A los 26 años, despertaba sospechas que en nueve temporadas hubiera pasado por seis equipos. Su potencial no terminaba de consolidar­se en ningún lado.

Gallardo supo hace rato lo que tenía entre manos: “Quintero nos da la posibilida­d de abrir el partido cuando el rival baja la guardia. A veces no lo consigue de entrada; hay jugadores que entran mejor durante el partido”. Sus 62 minutos en el Bernabéu se cotizaron para la eternidad.

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Thanassis sTavrakis / aP Quintero festeja su golazo en el Bernabéu

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