LA NACION

Macri felicitó a River y vivió desde el Sur su frustració­n

Siguió el partido con su esposa y su hija Antonia; también arengó a los hinchas de Boca

- Jaime Rosemberg

En de liberado bajo perfil, y desde su lugar de descanso en la Patagonia, el presidente Mauricio Macri “sufrió” junto a su familia la derrota de Boca frente a River, por la final de la Libertador­es. Un partido que “duró” un mes, que comenzó en sueño y terminó –para él y los boquenses que integran el Gobierno– en poco menos que una pesadilla.

“Felicitaci­ones a River y todos sus hinchas por el triunfo en este partido histórico. Los de Boca sabemos que el futbol siempre da revancha”, escribió el Presidente vía twitter una hora después del 3 a 1 que coronó al club de Nuñez.

Poco dejó trascender el primer mandatario sobre la jornada de ayer, en la que –como buen fanático del club xeneize, que presidió entre 1995 y 2007–, se sentó a ver el partido junto a su esposa Juliana Awa da, y la pequeña hija de ambos, Antonia. “Está en el Sur, y se vuelve ahora que terminó el partido ”, coincidier­on, herméticos, dos voceros del Presidente cuando la derrota de Boca estaba consumada.

Desde su llegada al Chapelco Golf y Resort, el jueves, Macri se mantuvo en silencio, y además de no mostrarse evitó hacer un comentario ni sobre el partido ni sobre ningún otro tema. Atrás habían quedado sus participac­iones como“hincha ”, postales des uinvolucr amiento en unmat ch polémico y que terminó en Madrid.

“No voy a poder dormir por tres semanas”, le dijo Macri a una radio de Catamarca, cuando el fixture vislumbrab­a la posibilida­d de una final entre argentinos. Cuando la final tan temida se hizo realidad, llegó su sorpresiva propuesta a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich para que “trabaje con la Ciudad para que el público visitante pueda ir” a ver las dos finales. El propio gobierno porteño y los presidente­s de los clubes fueron desinfland­o su idea.

La primera final, finalizada en empate, aumentó la expectativ­a. El sábado 24 del mes pasado, cuando los piedrazos impactaron en el ómnibus que llevaba a los jugadores de Boca y obligaron a suspender el partido, Macri estalló: a horas de la llegada de los presidente­s para el G20, pidió a su ex mano derecha Horacio Rodríguez Larreta la “cabeza” de algún responsabl­e, que terminó siendo el hoy ex ministro de Seguridad de la ciudad, Martín Ocampo. También reclamó la sanción de la ley antibarras, reflotada como consecuenc­ia del escándalo.

Todo venía torcido, y terminó –para él– de la misma forma. “Debe estar llorando”, adivinó un amigo a la distancia. La demora en la felicitaci­ón a River fue otra muestra de un anochecer triste, en la inconmensu­rable Patagonia que esta vez fue testigo de la frustració­n presidenci­al.

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