Ficción modelo 2018. 100 días para enamorarse, el éxito que plantea más interrogantes que certezas para la TV
La despedida de la tira de Telefe renueva el pronóstico de que el dominio de la tira tradicional dejará paso en 2019 a un esquema dual, con grandes producciones y series limitadas con el ojo puesto en el streaming
Si el calendario de las ficciones televisivas en la Argentina se midiera exclusivamente a partir de su repercusión favorable en las mediciones de audiencias, 2018 empezó en este terreno el 7 de mayo y culminará pasado mañana. Entre ambas fechas transcurrió el recorrido en el aire de Telefe de 100 días para enamorarse, la tira que quedará en la historia de la TV local como el único ejemplo genuino de éxito, popularidad y repercusión fuera de la pantalla a lo largo de este año.
Este triunfo indiscutido del programa al que apostó Telefe como estrella del horario central de su programación adquiere todavía más relevancia por otra razón de peso: logró sostener la identidad básica de su formato, característico de las ficciones locales desde hace varias décadas, en un momento en que este tipo de ideas televisivas parecen haber entrado en crisis a partir del visible cambio de paradigma en los comportamientos de los consumidores.
Que un relato escrito y presentado en más de 120 episodios haya logrado sostener sus números de rating casi sin merma, además de hacer frente con resultados positivos a la competencia mano a mano con un abreviado ShowMatch en el último tramo del año, refuerza todavía más el reconocimiento para 100 días pa- ra enamorarse como el indiscutido ganador de 2018 en el escenario de las ficciones televisivas.
Más allá de este recibimiento, hay varios interrogantes pendientes alrededor de la ganadora tira de Telefe. Ante todo, habría que preguntarse si una victoria de este tipo es la prueba que la TV tradicional representada por los canales líderes necesitaba para garantizar la vigencia a mediano plazo de una fórmula televisiva puesta cada vez más en cuestionamiento. Un par de proyectos fuertes anunciados o insinuados para el horario central de 2019 parecen ir en esa dirección, con el plus de lo que significa producir en estos tiempos de bolsillos tan flacos más de una novela de época. Allí está Argentina, que prepara Eltrece con Benjamín Vicuña, Eugenia Suárez, Gonzalo Heredia y algunas figuras que llegarán especialmente desde España, y también las primeras imágenes de Grisel, el regreso a la TV de Natalia Oreiro, que hasta ahora no tiene confirmación oficial de emisora. Con ellas viajaremos a las primeras décadas del siglo XX.
¿La respuesta es completa? No parece. Detrás de estos dos proyectos de alto perfil no aparece ninguna otra cosa con las mismas características. Y, en cambio, lo que vemos es el avance de una considerable cantidad de ideas conectadas con un nuevo concepto de producción, realización y emisión que parece afirmarse cada vez más: el de las ficciones cortas (con diez capítulos de duración a lo sumo), concebidas simultáneamente por varias manos y estrenadas de una manera acorde con la nueva identidad del consumidor: un capítulo por semana en canal abierto o de cable, y al mismo tiempo la temporada completa a disposición vía streaming para los ansiosos adictos al binge watching. Un puente abierto entre el “efecto Netflix” y la tradición de la TV abierta.
Esta tendencia que se vislumbra para 2019 no hace más que continuar lo que vimos a lo largo de este año. 100 días para enamorarse funcionó en los hechos como una rara avis de larga duración que convivió en la TV local (aunque a esta altura ya deberíamos hablar de “pantallas” en plural) con un puñado de títulos cortos y definidos con las características mencionadas. La lista está encabezada en orden de méritos por El lobista y le siguen Morir de amor y las respectivas segundas partes de El marginal y Un gallo para Esculapio.
En todas ellas intervienen nombres que la nueva dinámica televisiva logró acercar y unir alrededor de proyectos comunes: canales abiertos, señales de cable, operadores de TV paga, servicios de streaming, productoras independientes locales e internacionales. Todos comprendieron que no tenía sentido pensar y trabajar por separado. La suma de esfuerzos y talentos puede resultar mucho más virtuosa y competitiva,