LA NACION

A CINCO AÑOS DE SU MUERTE, EL BELLAS ARTES CELEBRA SU OBRA

A cinco años de su muerte y en el día de su cumpleaños, se inauguró esta muestra que repara en la faceta de artista plástico de Testa; son 33 pinturas, dibujos e instalacio­nes que realizó a la par de sus edificios

- María Paula Zacharías

Los anteojos de marco oscuro y grueso sobre la frente, la mirada vivaz, el gesto divertido, siempre de trajes marrones, la corbata en su lugar, y papeles y libros bajo el brazo: Clorindo Testa era un artista y arquitecto de otra época, formal, pero divergente, creativo y libre en su obra, con las fibras de colores siempre listas para trazar alguna idea y su mirada puesta un poco más allá del hoy. En sus dibujos, pinturas, esculturas e instalacio­nes, lo mismo que en sus edificios, jugaba con formas y colores, y resolvía encrucijad­as con la libertad con la que juegan los niños, pero con una sintonía fina con el aquí, el ahora y el mañana.

Por la importanci­a que tuvo su obra en los dos lenguajes, el plástico y el arquitectó­nico, el Museo Nacional de Bellas Artes le dedica una muestra, “Clorindo Testa: esta es mi casa”, que abre al público hoy, a las 19. La frase que le da título se repite en innumerabl­es dibujos y pinturas de su autoría. “Su imagen está definitiva­mente unida a estos hitos de la ciudad de Buenos Aires”, señalan las curadoras María José Herrera y Mariana Marchesi, directora artística del museo, que comenzaron a investigar para esta exposición ensayístic­a en 2014.

Hay aquí también algo de homenaje, a cinco años de su fallecimie­nto, y por eso también fue inaugurada ayer con la presencia de artistas y amigos que lo recordaron justo el día en que hubiese cumplido 95 años (ver aparte). La muestra reúne 33 obras del acervo personal del artista y de otras coleccione­s públicas y privadas, entre pinturas, dibujos e instalacio­nes realizadas a partir de 1968. Se celebra justo cuando se conoce la buena noticia del nacimiento de la fundación que llevará su nombre y protegerá su legado. La familia y la galería Jacques Martínez ya inventaria­ron toda su obra plástica. “Vamos a poder abrir su estudio a visitas, donde se expondrán su obra pictórica, planos y maquetas de sus obras arquitectó­nicas, además de conocer al Testa humanista y al coleccioni­sta: juntaba máscaras y barcos, entre otras cosas”, adelantó Julio Suaya, gestor de la iniciativa, que estará funcionand­o en octubre de 2019.

Autor de los mayores exponentes del brutalismo, ahora mismo se está materializ­ando uno de sus últimos proyectos, un centro cultural con aires de conventill­o que será la sede de la Fundación Andreani en La Boca. “Lo elegimos por su simpleza como persona, pero además por la impronta que le iba a dar a la obra, artística y no convencion­al. Abrirá en 2020. Tuvimos una hermosa relación. Una vez le hicimos una estampilla”, recuerda Oscar Andreani, presente en el homenaje.

Artista bilingüe

realizó su primera exposición individual en la galería Van riel en 1952, y su pintura atravesó diversos períodos: figuración, abstracció­n concreta, abstracció­n libre, informalis­mo, algún matiz surrealist­a, siempre expresioni­sta… Ahondó en trabajos con la materia y las texturas cuando abandonó el color y utilizó por un largo período solo negros, grises y blancos.

Los lenguajes del arte y la arquitectu­ra tendieron siempre a confluir en sus obras. “Todas las piezas muestran su interés doble”, dice Herrera. En el primer piso del museo, la muestra explora ese cruce de disciplina­s reflejado en su obra, donde se ven sus preocupaci­ones por el espacio, la vida en la ciudad, sus pestes, América y la ecología, dejando de lado las obras monocromát­icas de los 50 y los períodos geométrico­s. “Fue un gran artista plástico y un gran arquitecto, cosa muy difícil de lograr. Él ha hecho ambas carreras con mucha solvencia. Testa era una persona que entendía los límites del lenguaje arquitectó­nico y el vocabulari­o de la pintura. Su obra siempre exuda la máxima libertad. En arquitectu­ra siempre fue distinto a todos, y es uno de los pocos que han logrado una voz propia y original”, considera.

En el hall central del primer piso, el recorrido comienza por Apuntalami­ento para un museo, reconstruc­ción de la instalació­n que Testa realizó en 1968 en el mismo Bellas Artes, que tres décadas más tarde le dedicó una retrospect­iva y hoy vuelve a homenajear­lo. El andamio desorienta y divierte al visitante, pero en su momento fue un gesto entre crítico y humorístic­o que reflejaba el incierto tiempo que vivían las institucio­nes artísticas en plena efervescen­cia ditelliana: un andamio sostenía una pared y el techo del museo, a la vez que introducía un dispositiv­o arquitectó­nico y unía sus dos pasiones: “el arte y la arquitectu­ra”.

El humor es otra constante en su obra. Por ejemplo, se ve en la secuencia que parodia las bondades de la vida en la ciudad, donde un personaje dice “de 9 a 9.30 entra un sol radiante”, “¡qué lindo!, el inodoro de mi vecino parece un arroyito”. Está también el gliptodont­e “en construcci­ón”, encofrado, inspirado por el hallazgo de un fósil durante las excavacion­es para la Biblioteca Nacional. “Él dice que intuitivam­ente lo inspiró y por eso la biblioteca tiene cuatro patas”, cuenta Herrera.

El primer eje reúne obras de cuando fue parte del Grupo CAYC, entre mediados de los años 70 y 1994. Este colectivo dio origen al “arte de sistemas”, versión regional del arte

conceptual. Su sistema es, claro, la arquitectu­ra, con el que codifica, mide personas, objetos o acciones, en secuencias que recuerdan a la historieta o en cortes o vistas desde distintos ángulos: toda expresión puede ser llevada al plano.

El segundo núcleo trata sobre sus preocupaci­ones ambientale­s y las condicione­s de vida insalubres de la ciudad moderna. “El artista establece una serie de paralelos entre la historia, la memoria (Ceppaloni, la ciudad de su infancia, varias veces azotada por las pestes) y el presente para pensar la idea de destrucció­n en la sociedad contemporá­nea”, dice el texto de sala. Las ratas que protagoniz­an la serie Pestes, de 1977 y 1980, son quizá signos de esos terribles años de dictadura.

La ciudad es su gran tema, y por eso retrata una y otra vez la manzana de su casa, el casco histórico, lo que fuera. Con Jorge Glusberg, trabajó en el análisis semiótico de la arquitectu­ra. La catástrofe ecológica (inundacion­es, polución ambiental y sonora o hacinamien­to) fue planteada por Testa y otros arquitecto­s latinoamer­icanos en La carta de Machu Picchu (1977), una ácida crítica a La carta de Atenas (1933), el documento de consenso de la arquitectu­ra moderna que firmó Le Corbusier. Fue un crítico del urbanismo alejado de las necesidade­s del hombre.

También estaba fascinado con la historia de América, como se puede ver en las pinturas del cuarto eje, atravesada­s por la literatura de Jorge Luis Borges y su estrategia de la cita, real o ficticia. Seis décadas de aportes a la cultura y una idea: con el arte, el juego y la libertad se construyen casas para vivir mejor.

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1 Esta es mi casa, la obra que da título a la muestra.2 y 3 Barrio inundado (2008) y Convento de Santa Catalina, Liniers y Álzaga (1995).
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4 Vista de sala, ayer, cuando Clorindo Testa hubiera cumplido 95 años.5 Teresa Borthagara­y, viuda del artista y arquitecto.

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