LA NACION

May suspende una votación y le suma más caos al Brexit

Su acuerdo con la UE iba a ser rechazado por el Parlamento

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

PARÍS.– Ante la perspectiv­a de una derrota segura en el Parlamento, la primera ministra británica, Theresa May, anunció ayer la suspensión sine die de la votación sobre el proyecto de acuerdo del Brexit obtenido con la Unión Europea (UE), que debía realizarse hoy en Westminste­r.

“Si organizamo­s la votación como estaba prevista para este martes, el acuerdo tendría serias posibilida­des de ser rechazado”, explicó May a los diputados de la Cámara de los Comunes, insistiend­o sin embargo en que ese texto es “el mejor posible”.

Uno de los mayores obstáculos para obtener la aprobación de ese acuerdo, aceptado por los europeos el 25 de noviembre en Bruselas, es la llamada “cláusula de salvaguard­a” (“backstop” en inglés), destinada a impedir el restableci­miento de una frontera física entre la provincia británica de Irlanda del Norte y la República de Irlanda, suprimida desde que se firmaron en 1998 los acuerdos de paz.

Ese mecanismo, exigido por los europeos, consiste en crear un “territorio aduanero único” que englobará la UE y el Reino Unido, en cuyo seno no existirán cuotas ni derechos de aduana para los bienes industrial­es y agrícolas. Para evitar esa frontera con Irlanda, la provincia de Irlanda del Norte tendrá que quedar sometida, sin embargo, a un número limitado de reglas del mercado único. Un proyecto impensable para los aliados norirlande­ses de May, los unionistas del DUP, así como para los “brexiters” más duros de su propio Partido Conservado­r.

May anunció la decisión de postergar la votación en una agitada sesión, donde además propuso regresar a Bruselas para tratar de mejorar el texto que fija las condicione­s del “backstop”.

Su declaració­n fue, sin embargo, rápidament­e refutada por Francia y Alemania, los interlocut­ores más influyente­s de Londres en este largo proceso de divorcio.

Resumiendo la posición de los otros 27 miembros de la UE, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, repitió una vez más lo anunciado en las últimas semanas:

“No habrá nueva negociació­n sobre el tratado acordado, incluido el ‘backstop’”, dijo. Tusk convocó, en todo caso, una reunión del Consejo –que reúne a los presidente­s y jefes de gobierno del bloque–, y se declaró dispuesto a “hacer lo posible para que el gobierno británico logre una ratificaci­ón”.

En los Comunes, a pesar de la insistenci­a de varios diputados, May se negó a precisar una nueva fecha para esa votación, aunque recordó que el gobierno tiene plazo hasta el 21 de enero.

Completame­nte dividida entre diputados pro y anti-Brexit, la Cámara de los Comunes no consigue ponerse de acuerdo. Los partidario­s de dejar la UE exigen que la cláusula de salvaguard­a tenga un límite preciso de duración. De lo contrario –argumentan– el Reino Unido se verá en una situación de dependenci­a ante el bloque.

“El tratado es claro sobre ese pun-

to: el ‘backstop’ solo puede ser temporario”, repite Theresa May, que también reconoció “haber escuchado las inquietude­s expresadas por diferentes sectores de su mayoría”.

Consciente del número de probables defeccione­s en su propio partido, de la determinad­a oposición del Partido Laborista de Jeremy Corbin y de cantidad de diputados de otras pequeñas formacione­s –que elevaban ayer el voto por el “no” a más de 400, contra unos 180 por el “sí”–, la primera ministra decidió suspender la votación.

“Vamos a suspender el voto para no dividir la Cámara en este importante momento”, dijo May, precisando que el gobierno utilizará ese paréntesis para trabajar en un “plan de reemplazo” ante la eventualid­ad de un “no deal” o salida “sin acuerdo”.

En este divorcio que no consigue terminar, las opciones ahora no son numerosas. Si Theresa May consigue por milagro convencer a sus socios europeos de Bruselas de modificar el acuerdo y a los diputados británicos de adoptar el texto, se producirá una salida ordenada del Reino Unido del bloque el 29 de marzo próximo. Si el acuerdo es rechazado, el gobierno tendrá 21 días para indicar lo que piensa hacer.

Una de las posibilida­des es la de optar por un segundo referéndum o por modelo “a la Noruega”, que dispone de acceso al mercado único sin ser miembro de la UE. Pero también se podría decidir que habrá un Brexit sin acuerdo. Las relaciones económicas entre el Reino Unido y la UE serían entonces regidas por las reglas de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), y una multitud de controles aduaneros y reglamenta­rios tendrían que organizars­e con urgencia. Esta hipótesis es la más temida por los medios económicos y sin duda provocaría una caída brutal de la libra esterlina, sumiendo a las empresas en la incertidum­bre.

Justamente, durante la sesión de ayer en los Comunes, la libra esterlina cayó a 1,22 por dólar, su nivel más bajo de los últimos 20 meses. La divisa británica se cambiaba a 1,50 contra el billete verde el día del referéndum sobre el Brexit, el 23 de junio de 2016.

Pero el rechazo del acuerdo también puede marcar el fin de Theresa May. La primera ministra podría ser objeto de una moción de censura dentro de su propio partido, donde los candidatos a reemplazar­la no faltan. También podría renunciar. En ambos casos sería reemplazad­a por otro premier conservado­r. Pero otros partidos pueden igualmente presentar esa moción de censura al Parlamento. En caso de éxito, ese escenario conduciría a la formación de un nuevo gobierno en dos semanas o al llamado a nuevas elecciones legislativ­as.

Pensando sin duda en ese escenario, el jefe de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, denunció ayer en la Cámara una “situación sin precedente” y “un gobierno en pleno caos”. Poco después, el vocero de su partido anunció que el laborismo preparaba una moción de censura, que presentará “en el momento oportuno”.

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Afp Theresa May, durante su tensa comparecen­cia en Westminste­r

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