LA NACION

El dilema de Sunderland: votaron por salir de la UE y ahora se arrepiente­n

Los habitantes de la ciudad inglesa dudan de que el Brexit les traiga prosperida­d, como dice el gobierno

- Benjamin Mueller ThE NEW yORk TIMES

SUNDERLAND, Inglaterra.– Para los hombres que se entrenan en un gimnasio cerca de las dársenas de esta antigua ciudad de astilleros, las artes marciales mixtas pueden ser una vía de escape en esta época difícil o servir para ganarse unos dólares cada fin de semana.

Pero los programas locales como el gimnasio –financiado a través de una organizaci­ón de beneficenc­ia que obtiene fondos de la Unión Europea (UE)– pronto podrían convertirs­e en víctimas de la inminente separación de Gran Bretaña del bloque europeo. Aunque el gobierno británico dice que intenta proteger a las grandes industrias de los efectos económicos colaterale­s, en Sunderland muchos dicen, con un dejo de amargura, que otra vez se están ignorando sus preocupaci­ones.

“Protegen la city de Londres con todos los recursos disponible­s”, dice Steven France, que administra el gimnasio, “pero eso no es bueno para nosotros, que estamos en los puestos de avanzada de Inglaterra”. Dos años después de que el pueblo de Sunderland votara 61 a 39% por la salida de Gran Bretaña de la UE en un referéndum nacional, la ira de sus habitantes ante lo que consideran una economía de dos niveles y una clase política indiferent­e difícilmen­te se haya aplacado.

Si alguna vez vieron el voto a favor de la salida de la UE como una manera de asestar un golpe contra el establishm­ent, ahora observan el proceso conocido como Brexit como otra promesa incumplida de las elites políticas.

Tal vez como resultado de esa ira, en Sunderland y en otros lugares que votaron por la salida de la UE algunas encuestas recientes han arrojado un retraimien­to generaliza­do del apoyo al Brexit. Muchos han puesto en duda las promesas pregonadas durante la campaña a favor de la salida, que incluían nuevos acuerdos comerciale­s, una inyección de fondos en el sistema de salud y la independen­cia absoluta frente a la UE.

En decenas de entrevista­s, los habitantes de Sunderland dijeron que desde el referéndum, el gobierno de la primera ministra Theresa May solo ha reforzado la sensación de que sus necesidade­s siguen siendo ignoradas.

El resentimie­nto es mayor entre quienes apoyan un Brexit duro y proponen una ruptura total con el bloque. “May debería escuchar lo que dijeron los votantes del noreste. En cambio, fue a ver lo que los otros piensan en Londres, pero nosotros también formamos parte de Inglaterra”, dice Matthew Newton, un jubilado de 62 años.

Con una población de poco más de 275.000 habitantes en la ventosa costa del Mar del Norte, Sunderland es el 28º pueblo o ciudad más desfavorec­ido del país. La ciudad ha sido golpeada por los recortes en el gasto público del programa de austeridad del gobierno liderado por los conservado­res. También está en una región que sufrirá una enorme paliza económica por el Brexit: casi el 60% de las exportacio­nes del noreste van a la UE.

La gente describió el referéndum de 2016 como una oportunida­d para captar la atención de Londres luego de que varias generacion­es de líderes electos descuidara­n su débil economía, que quedó devastada luego del colapso de la industria de la construcci­ón naval y del cierre de las minas.

El voto fue una protesta manifiesta contra las obligacion­es de la membresía a la UE, especialme­nte las cláusulas que permiten que los ciudadanos de cualquier estado miembro vivan y trabajen en Gran Bretaña. Pero también reflejó el resentimie­nto hacia la elite política y la esperanza, como se prometió, de que el dinero que se destinaba a la UE sería utilizado en provecho de los británicos.

En Sunderland muchos dicen que cada vez tienen más dudas de que esas promesas puedan ser satisfecha­s y empiezan a tomar conciencia de que en realidad el noreste de Inglaterra recibió un considerab­le financiami­ento por parte de la UE.

Al gobierno le reconocen haber salvado puestos de trabajo en la planta de Nissan en Sunderland, la mayor fábrica de automóvile­s de Gran Bretaña, que exporta más de la mitad de sus autos a otros países de la UE. Tras el referéndum de 2016, y luego de que Nissan diera indicios de retirar sus inversione­s de la fábrica, el gobierno respondió con medidas para proteger a la automotriz del impacto económico negativo. Pero los habitantes dicen que esa única medida resultó escasa frente a la caída en picada de los beneficios, el aumento del precio de los alimentos y la incertidum­bre que se expandió entre los trabajador­es del noreste.

Thiemo Fetzer, profesor de Economía en la Universida­d de Warwick, observó que un número significat­ivo de personas votaron a favor del Brexit no porque estuvieran en contra ideológica­mente de la UE, sino porque era una manera de protestar por los recortes presupuest­arios. Fetzer dice que esos mismos votantes son ahora los más susceptibl­es y dudan de que el Brexit sea el mejor camino a seguir. Sugiere que para ellos los asuntos del bolsillo pesan más que la ideología. Tal vez lo que refleja ese comportami­ento cambiante es el respetado trabajo de la encuestado­ra Survation, que reveló que desde el referéndum, el apoyo en Sunderland a la salida de la UE había caído casi 10 puntos.

En una plaza del centro, un monumento representa a los trabajador­es de los astilleros que cierta vez hicieron de la ciudad el mayor polo mundial de la industria naval. Parece el resultado de un proyecto local, salvo que hay una pequeña placa de bronce cubierta de césped que describe la fuente del financiami­ento: no exhibe la bandera de Gran Bretaña, sino la de la Unión Europea.

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