LA NACION

Theresa May, en la cuerda floja

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Es sabido que la actual primera ministra de Gran Bretaña, Theresa May, recibe el gráfico apodo de “Señora Teflón”, por su rara capacidad de resistir con suerte los distintos embates políticos que constantem­ente se inician en su contra desde los más diversos rincones del espectro político de su país.

Hoy, ella iba a enfrentar un nuevo desafío, bien complejo, cuando el Parlamento de su país votase sobre la alternativ­a de impulsar o dejar de lado el llamado Brexit de la Unión Europea (UE), que fue diseñada por ella y consensuad­a con sus actuales socios europeos.

Nadie podía asegurar que fuera a sortear con éxito ese compromiso. Frente a esta situación, algunos, como el actual arzobispo de Westminste­r, Justin Welby, postularon que sería prudente y hasta deseable convocar a un segundo referéndum sobre esa delicada cuestión.

Pero lo cierto es que, temiendo ser derrotada, Theresa May postergó el tratamient­o del tema en el Parlamento y decidió procurar la obtención de nuevas concesione­s en la UE. Era altamente probable que la oposición, ante su fracaso, presionara para forzar un voto de confianza, lo que hubiera podido derivar en una grave crisis institucio­nal y en su renuncia y la necesaria elección de un nuevo gobierno.

Inusualmen­te, May había anunciado que, en su caso, ella hasta podría negarse a renunciar, obligando así a la reina Isabel II a actuar como jefa de Estado, eligiendo efectivame­nte a un primer ministro, por primera vez en la historia.

Por eso, segurament­e, se inclinó sorpresiva­mente por la postergaci­ón de la peligrosa sesión parlamenta­ria. Mientras tanto, la combativa premier ha sido obligada a publicar la opinión legal pedida en su momento por su administra­ción sobre la viabilidad del Brexit, ante la presión del propio Parlamento. De allí surge que, ante la eventual salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, Irlanda del Norte podría de pronto quedar atrapada en ella con salvaguard­ias que podrían durar indefinida­mente.

Hay quienes creen que la señora May, finalmente, pese a sus distintas maniobras, fracasará en su intento y que, por esta razón, su credibilid­ad personal se verá afectada e ingresará en una pendiente que hasta podría poner fin al ejercicio de su actual cargo. Se trata, en consecuenc­ia, de navegar una bien difícil tormenta política que, por lo demás, pese a la postergaci­ón, parece imposible dejar de lado. La primera ministra es una sobrevivie­nte, por naturaleza, pero en esta instancia particular las dificultad­es por superar no son nada simples.

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