Princesa, it girl y millonaria. La mujer que se convirtió en la punta de lanza conservadora contra el Papa
Gloria von Thurn y Taxis tiene un palacio en Alemania y en su entorno orbitan muchos católicos tradicionalistas críticos de Francisco; entre sus amigos está el exestratega de Trump
RATISBONA, Alemania.– La princesa Gloria von Thurn y Taxis recorre su palacio alemán de 500 salas con las llaves en mano y una pulsera de rubíes y un dije de la Virgen María en la muñeca.
La princesa –que fue bautizada “Princesa TNT” por sus explosivos años como aristócrata propensa a la fiesta y corte de pelo al estilo punk– se convirtió en la reina sol en torno a la que orbitan muchos católicos tradicionalistas críticos del Papa. Su castillo de Ratisbona es una potencial “Escuela de Gladiadores” para los católicos conservadores en su cruzada para preservar las tradiciones de la Iglesia.
Su palacio romano con vista al foro antiguo es el punto de encuentro preferido para los cardenales y obispos de la oposición y políticos populistas como Stephen Bannon. Muchos de ellos esperan aprovechar la crisis por los abusos sexuales, la mayor amenaza existencial para la Iglesia, para derrocar al pontífice de 81 años, del que están convencidos de que está destruyendo la fe.
La princesa Gloria, que tiene una relación cercana con Hillary Clinton, con André Leon Talley, exeditor de la revista Vogue, y con celebridades como Quincy Jones, desestimó cualquier sospecha de estar liderando una sociedad secreta dentro de sus palacios, cuyas puertas están abiertas para que cada visitante pueda encontrarse con “un travesti o una monja”. Dijo que creía que el Papa estaba “intentando hacer lo mejor”, pero agregó, con una sonrisa: “Lo que pasa es que nunca canta mis canciones preferidas”.
La princesa estima que su responsabilidad es alimentar a diario a centenares de personas hambrientas en su comedor y brindar apoyo a los sacerdotes, cada vez más aislados. Pero algunos de ellos han respondido la llamada del deber yendo a la guerra. En agosto, el arzobispo Carlo Maria Viganò publicó una carta en la que acusaba al Papa de tapar los abusos. Aunque hasta el momento sus acusaciones carecen de fundamentos, la princesa Gloria lo calificó de “lanzador de alerta”.
Varios de los amigos cercanos de la princesa han pasado momentos difíciles bajo la dirección de Francisco. El año pasado, el Papa apartó a Gerhard Müller, el cardenal alemán crítico que era el guardián de la doctrina católica. En su palacio romano, Gloria presentó al cardenal ante Stephen Bannon, que posteriormente invitó al alemán a sus oficinas de Washington, más conocidas como la embajada Breitbart.
En una entrevista reciente, Bannon dijo que tenía la sensación de que, asediada por la crisis, la Iglesia estaba en un momento crítico y que planeaba utilizar el castillo de Ratisbona de la princesa Gloria para una escuela de verano, mientras que otros destacados donantes de la Iglesia financiarían el proyecto del Monasterio de Trisulti.
La princesa Gloria dijo que saludaba las contribuciones de Bannon para el movimiento ortodoxo y consideró que era un excelente comunicador, estratega político y “hombre de Hollywood”.
Pero dejó en claro que no le estaba dando ningún cheque en blanco. Ridiculizó la posibilidad de invertir 100 millones de dólares para convertir el monasterio en un instituto. “Estoy ahí para ayudar, pero soy muy estricta y creo que primero hay que ir a la iglesia para que nos cambie la vida”, dijo. Cuando le preguntaron si quería dar a entender que Bannon tenía que ir con mayor regularidad a la iglesia antes de realizar el proyecto, la princesa se rió. “Lo primero que quiero es que todos mis amigos sean católicos fieles. Y después podremos comenzar”.
La princesa Gloria habla con conocimiento de causa. A pesar de ser una católica que se crio veraneando en la Selva Negra con su tía abuela, una monja benedictina, durante su juventud se tomaba la religión con bastante ligereza. A los 19 años, la joven aristócrata conoció al 11º príncipe de Thurn y Taxis, Juan Bautista, de 53 años, antes de un recital de Supertramp en Munich.
En 1980, Gloria se casó con ese noble excéntrico y bisexual, cuya familia había hecho fortuna en el servicio postal del Sacro Imperio Romano Germánico. Después se convirtió en la chica imperial de la década de 1980 que frecuentaba discotecas con Mick Jagger, Andy Warhol (“iba a la iglesia todos los días”, dice Gloria) y todas las celebridades que se pueda imaginar.
En 1990, tras la muerte de su esposo, Gloria se convirtió en una joven viuda con tres hijos y cientos de millones de dólares de deuda. Estudió negocios, abrió al público el palacio ancestral, subastó la plata, las joyas, el vino y algunas obras de arte, y logró salvar la fortuna familiar.
Dice que el vuelco radical en su vida se debió a “la gracia de Dios”, que la convenció: “Tengo que devolver algo”. Se volvió más devota y empezó a ganarse amistades en el clero, incluido Joseph Ratzinger, que luego se convertiría en el papa Benedicto XVI. Pero siempre se mantuvo muy lejos de la clausura.
En un carrito de golf (que no es “el carrito Rolls Royce” que tiene en Roma), la princesa recorre los exuberantes jardines, la rectoría medieval donde alimenta a los pobres, los majestuosos patios y las alas renovadas de su castillo.
Dice que si una universidad local estuviera dispuesta a pagar las cuentas, su propiedad podría funcionar mucho mejor como Escuela de Gladiadores que como un frío monasterio en las afueras de Roma. “Mire, hay muchísimo lugar para una escuela. ¡Y encima hay calefacción!”