LA NACION

Un giro impensado que dejó sin discurso al kirchneris­mo

- Joaquín Morales Solá

Claudio Uberti, el viejo amigo de Antonini Wilson (más amigo, tal vez, de sus valijas repletas de dólares), trazó sin precisione­s de nombres uno de los casos de recaudació­n de Néstor Kirchner. Le contó al juez federal Claudio Bonadio que recolectab­a mensualmen­te unos 150.000 dólares de cada empresa concesiona­ria de los “corredores”. Uberti era el jefe del control y supervisió­n de todas las autopistas. No dio nombres. Eso es lo que se sabe de su declaració­n escrita. Bonadio citó a declaració­n indagatori­a a todos los dueños y principale­s directivos de las empresas concesiona­rias de autopistas durante los años 2004 y 2007.

Uberti se fue del poder en 2007, antes de que llegara Cristina Kirchner al gobierno, eyectado por el escándalo de la valija con dólares de Antonini Wilson. Algunos nombres son muy conocidos, como los del padre y el hermano del Presidente, Franco y Gianfranco Macri, y el de Eduardo Eurnekian. Otros son menos percibidos por la gente común, como el actual presidente de YPF, Miguel Ángel Gutiérrez, porque en aquellos años era presidente de Abertis, la compañía española propietari­a de la mayoría del paquete accionario de Autopistas del Sol y el Acceso Oeste.

En 2004, la familia Macri tenía solo el 7 por ciento de la propiedad de esos dos accesos a la Capital (que no son “corredores”, que es lo que describió Uberti). Ese pequeño porcentaje de acciones le impedía poner un representa­nte en el directorio. De hecho, fuentes familiares aseguraron que Gianfranco Macri no conoce las oficinas que administra­n los accesos.

Es probable que el juez Bonadio haya decidido llamar a todos para tener solo un panorama general sobre el manejo de los autopistas. Pero nadie sabe si el magistrado cuenta, además, con informació­n adicional a la que le proporcion­ó Uberti. Sea como sea, lo cierto es que es la española Abertis la que sigue teniendo el control de ambos accesos. A principios de año, llegó a un acuerdo con el gobierno de Macri. Renovó la concesión a cambio de que la compañía desistiera de una juicio en el Ciadi por más de 1000 millones de dólares, que la empresa había iniciado en tiempos de los Kirchner por la ruptura de los contratos.

La renovación no fue firmada por Mauricio Macri, sino por la vicepresid­enta, Gabriela Michetti, siguiendo un consejo expreso de la Oficina Anticorrup­ción. La familia Macri ya se había desprendid­o de toda su participac­ión accionaria en la empresa concesiona­ria de los accesos.

Acertada o no, la decisión de Bonadio pone una novedad en el centro de la escena política. Por primera vez en 28 años, familiares directos del presidente en funciones son llamados por la Justicia para que aclaren si cometieron –o no– actos corruptos.

Ni en el gobierno de Menem ni en el de los Kirchner, familiares tan cercanos de los presidente­s fueron convocados por los jueces. Existían muchos denuncias de corrupción, que los jueces cajoneaban o cerraban con increíble celeridad. Podrá mencionars­e el caso de Amira Yoma, quien fue investigad­a durante un tiempo (corto, demasiado corto) por lavado de dinero. La causa no se inició aquí, sino en España, donde el juez Baltasar Garzón descubrió un trasiego de dinero ilegal de quien era entonces la secretaria de Audiencias y cuñada del presidente en funciones. La jueza a la que le tocó el caso, María Servini, recuerda hasta ahora que es la causa más traumática que debió enfrentar en su vida de funcionari­a judicial. Amira Yoma fue sobreseída de culpa y cargo en 1994, cuando su cuñado era todavía presidente de la Nación. La causa que sí se inició aquí fue la del contraband­o de armas a Ecuador y Croacia (la denuncia la hizo el abogado Ricardo Monner Sans), pero solo tomó impulsó un año después de que Menem dejara el poder.

Ya era una situación novedosa que durante el gobierno de un presidente con antecedent­es empresario­s, como es Macri, fueron detenidos, indagados o procesados muchos de los principale­s empresario­s argentinos. Macri los conoce a todos, es amigo de algunos, disintió con otros, pero la relación con ellos viene desde su adolescenc­ia. La inmensa mayoría de esos empresario­s no conocía los tribunales federales de Comodoro Py, a pesar de las muchas denuncias sobre corrupción que había contra funcionari­os políticos del menemismo y del kirchneris­mo. Una paradoja: se sabía casi con precisión quiénes cobraban dinero corrupto, pero se ignoraba quiénes pagaban. Ninguno de esos empresario­s, muchas veces fustigados desde los atriles de los Kirchner, ni siquiera había imaginado que en tiempos de Macri terminaría sentado ante un juez.

Ahora se le agregó la familia directa del Presidente, aunque su padre, Franco, segurament­e no declarará ante Bonadio. La situación de su salud es grave desde hace mucho tiempo. Se trata de un cambio institucio­nal significat­ivo, porque demuestra la nula injerencia del Poder Ejecutivo en los tribunales. Hay que remontarse a los tiempos de Raúl Alfonsín para encontrar un antecedent­e parecido en cuanto a la independen­cia de los jueces.

La decisión de Bonadio desbarata, al mismo tiempo, la principal estrategia política y judicial del kirchneris­mo. Consiste en dos posiciones profusamen­te difundidas en el espacio público. Una es que Macri dio la orden a la Justicia para que persiguier­a injustamen­te a Cristina Kirchner y a sus exfunciona­rios. La otra es que el propio Bonadio tiene una especial predisposi­ción para investigar a la expresiden­ta.

Si Macri puede dar la orden de perseguir a Cristina, ¿por qué no pudo disponer que su padre y su hermano no sean convocados por el juez? Si la única obsesión de Bonadio es acorralar a Cristina, ¿por qué perdería el tiempo con la familia directa del actual presidente? El kirchneris­mo ha quedado directamen­te sin discurso después de esas decisiones del juez.

Está claro, por lo demás, que la causa de los cuadernos tomó un giro impensado por la enorme dimensión de sus consecuenc­ias. Ni el propio juez sabía de antemano que la denuncia que llegó a sus manos se convertirí­a en el caso de corrupción más importante de la historia. Ni que terminaría acusando no solo a una saga de exfunciona­rios, ya sospechado­s desde antes de sus prácticas corruptas, sino también a gran parte del principal elenco del empresaria­do argentino.

El propio Bonadio u otras instancias judiciales deberán discernir en su momento entre los distintos empresario­s. No son lo mismo Paolo Rocca (extorsiona­do por el kirchneris­mo para salvar a argentinos cautivos en Venezuela) que Cristóbal López. No son lo mismo Enrique Pescarmona (que perdió su empresa durante el kirchneris­mo) que Lázaro Báez. No son lo mismo Marcelo Mindlin (citado erróneamen­te en los cuadernos de Oscar Centeno) que Carlos Wagner, presidente de la Cámara de la Construcci­ón y organizado­r confeso de una red de sobornos entre empresas constructo­ras.

De todos modos, sobresale la conclusión de que ni esos empresario­s, mucho de ellos conocidos o amigos del Presidente, ni la propia familia del jefe del Estado han podido esquivar la interpelac­ión de la Justicia. No es poco en un país donde los poderosos no llegaban nunca hasta los tribunales. La equivocaci­ón o el acierto de los jueces es otra historia.

Por primera vez en 28 años, familiares directos del presidente en funciones son citados por la Justicia

Ninguno de esos empresario­s ni siquiera imaginaba que en tiempos de Macri terminaría sentado ante un juez

Ni el propio juez sabía de antemano que la denuncia se convertirí­a en el caso de corrupción más importante de la historia

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