LA NACION

Un llamado a cambiar las reglas de la industria

- Dolores Graña

El conmociona­nte relato de Thelma Fardin bien puede ser planteado como el comienzo del #MeToo en la Argentina y no porque sea la primera denuncia de abuso sexual en el mundo del espectácul­o local –el juicio que se le sigue al músico Cristian Aldana, acusado de violación de menores, continúa–, sino porque acaso sea más preciso marcarlo como el inicio de una onda expansiva cuyo alcance aún no puede ser mensurado.

Sin restarle un ápice del valor extraordin­ario que requirió por parte de la actriz viajar a Nicaragua a realizar la denuncia penal después de tantos años y luego subirse a ese escenario para contar en vivo y en directo cómo fue violada a los 16 años, es la insistenci­a de Fardín y sus colegas en que no son las decisiones personales –por heroicas que sean–, sino las acciones colectivas las que pueden terminar con la violencia de género en nuestro país, la que plantea un claro camino a seguir por la industria.

Como ocurrió en los Estados Unidos con el manifiesto fundaciona­l de Time’s Up –un colectivo con muchos puntos de contacto con el de Actrices Argentinas, sobre todo en su énfasis en la representa­tividad en pantalla y fuera de ella–, los pedidos realizados en el escenario del Multiteatr­o fueron muy concretos e iban más allá de la denuncia contra Juan Darthés. Todos ellos apuntan a remediar el problema de fondo: la desigualda­d en la ecuación de poder que gobierna cómo se produce lo que vemos en pantalla y en los escenarios.

El diagnóstic­o es alarmante pero dista de ser novedoso: las condicione­s laborales de excepción que regulan la industria del espectácul­o, la enorme discrecion­alidad en la contrataci­ón y la falta de control con la que es ejercida habitualme­nte la profesión dejan desprotegi­dos a mujeres y menores; una situación de precarieda­d acrecentad­a por la crisis económica del sector, que reduce las oportunida­des y acrecienta las desigualda­des, y la cosificaci­ón y sexualizac­ión de intérprete­s, que en muchos casos vulneran sus derechos. El abuso sexual es una forma de abuso de poder.

Por lo tanto, parece claro que el mensaje de Actrices Argentinas debería convocar inmediatam­ente a quienes toman las decisiones a consensuar con todos los actores –nunca más pertinente el término– cuáles son las condicione­s aceptables para ejercer ese poder y cómo protegerá a sus integrante­s en caso de que esos acuerdos sean infringido­s.

La adopción de protocolos ante denuncias de abuso –cuya adopción reclamaron anoche las intérprete­s– fue una de las primeras consecuenc­ias tangibles del caso Weinstein. Su observació­n es ahora de rigor en todas las productora­s y los estudios de Hollywood. “No nos callamos más” es una afirmación que debería hacer propia toda la industria.

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