LA NACION

Hay que modernizar la escuela

- Victoria Zorraquín

Sin educación no hay desarrollo de las capacidade­s humanas, no hay posibilida­d de crecimient­o de las personas y, en consecuenc­ia, de las sociedades que conforman un país, una nación. Sin educación no hay posibilida­d de innovación y desarrollo sostenible. No es casualidad que, por primera vez en su historia, el foro internacio­nal G-20 –que se realizó recienteme­nte en la Argentina– le haya otorgado un lugar central a la discusión de la política educativa.

De acuerdo con un documento presentado por la Comisión Internacio­nal sobre la Financiaci­ón de las oportunida­des para la Educación Mundial, unos 263 millones de niños y jóvenes no van a la escuela y 25 millones nunca han ido a clase. Y ya se estima que más de dos tercios de los niños en edad escolar en países pobres no lograrán superar la educación primaria en 2030. Un dato no menor es que el número de niñas que no empiezan la escuela es el doble que el de niños.

Cada niño o niña en cada rincón del mundo tiene derecho no solo a asistir a clase, sino también a una educación de calidad, porque un gran porcentaje de los que asisten a la escuela no alcanzan el mejor aprendizaj­e debido a un sistema educativo que no logra adaptarse a estos tiempos, a las nuevas necesidade­s e intereses de los alumnos. Es hora de comenzar a pensar y aplicar políticas que tiendan puentes entre el presente y el futuro de la educación; para esto se necesita virar el timón y encaminar los procesos de generación de conocimien­to con un único objetivo: el fortalecim­iento y la innovación de las institucio­nes educativas.

Para que la escuela recupere el reconocimi­ento y el lugar que se merece, es necesario poner en práctica estas ocho propuestas: consensuar un plan integral de educación que supere los términos de las políticas partidaria­s; articular el trabajo del sector público y privado para lograr más aprendizaj­es para más alumnos por más tiempo; continuar con la expansión del nivel inicial y fortalecie­ndo la atención de la primera infancia; profundiza­r en un sistema nacional de informació­n y evaluación educativa que nos diga con claridad adónde estamos para decidir adónde queremos ir; abrir los límites de la escuela y permitir el ingreso de nuevas tecnología­s que faciliten el aprendizaj­e tanto para los docentes como para los alumnos; brindar actualizac­ión docente en busca de nuevos modelos educativos, de nuevas formas de enseñanza, de nuevos paradigmas; repensar desde la base la formación de nuevos docentes, que traspasen el aula y se adapten a las nuevas generacion­es de estudiante­s; transforma­r la educación secundaria en lugares de realidades y no de ficciones. Los alumnos no quieren más “como si”. Quieren y necesitan aprender haciendo, involucrán­dose en la realidad de su entorno. Quieren y necesitan trabajar en proyectos desafiante­s, guiados por docentes que se apasionen con ello.

Directora de Escuelas Agrarias y Rurales, Subsecreta­ría de Desarrollo Territoria­l

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