Valle de Muñecas, constantes, indie y una obra que destila rock para paladares negros
Música. La banda festeja 15 años de trayectoria en una escena subterránea donde ya son legendarios
Quince años en la ruta. No es poco, la gente de Valle de Muñecas lo sabe y por eso está resuelta a celebrarlo. En todo ese tiempo, la banda que desde siempre lidera Mariano Esain –más conocido en el ambiente de la música como Manza– y hoy completan su hermano Luciano, Mariano López Gringauz y Fernando Blanco hizo mucho: unas cuantas muy buenas canciones repartidas en cuatro discos disímiles, pero portadores de una identidad, covers deliciosos (de Almendra, Don Cornelio y la Zona, y los neozelandeses The Mockers), shows sobrecargados de energía y también un trabajo consecuente para conservar un estilo propio y un espíritu independiente dignos de aplauso.
En la última mitad de este año, la banda tuvo una agenda recargada: la exhibición del film-concert dirigido por Emiliano Cativa y producido por Federico Pérez Losada Más allá de Valle de Muñecas –estrenado el año pasado en el Bafici– en el Museo del Libro y la Lengua, un gran show en el Teatro Caras y Caretas en el marco del ciclo Rebeldes, Soñadores y Fugitivos curado por el periodista Eduardo Fabregat, y el lanzamiento de un disco en vivo que incluye temas de todas las épocas de la banda. El cierre de la temporada será con un concierto gratuito en el Ultra Bar (San Martín 678), este sábado, a las 23.
Aunque se lo note completamente concentrado en el presente, Manza sabe muy bien que lo que se festeja hoy tiene un soporte firme en una historia que empezó con Luciano en la batería, Fernando Astone (bajista de la última formación de Menos Que Cero, otro proyecto de Manza) y Leandro de Cousandier (guitarrista de Playmobil) como compañeros, y la música de Neil Young, The Velvet Underground y The Dream Syndicate como fuente de inspiración. “Estábamos muy copados con esas guitarras psicodélicas y tan bien trabajadas –recuerda Manza–. Television, también... Y después Pixies, Yo La Tengo, Pavement, influencias que están un poco presentes en todo lo que hice, que delatan lo que soy musicalmente hablando. Cuando empezamos también escuchábamos mucho Jon Spencer Blues Explosion y Black Rebel Motorcycle Club. Teníamos una intención de lograr un sonido bien rockero, que diferenció al primer disco, Días de suerte (2005), de los que vinieron después, Folk (2007), La autopista corre desde el océano hasta el amanecer (2011) y El final de las primaveras (2015). Creo que La autopista... recupera algunos elementos del post-punk que ya estaban en Menos Que Cero y suma influencias de lo que estábamos escuchando en ese momento: Wilco, The Shins, Arctic Monkeys, Grandaddy... Con la entrada de Mariano López Gringauz, que venía de tocar algo más cercano al punk rock, funcionamos un poco más en esa línea y dejamos de lado la parte más groovera de los inicios”.
La autopista... es también el primer disco en el que Manza asumió formalmente el rol de productor de Valle de Muñecas. “Estuve muy al palo, pendiente en todo el proceso –remarca–. Es un disco que tiene mucho laburo, trabajé muchas capas sonoras y una especie de orquestación que yo ya estaba probando en discos de otros artistas que producía en ese entonces”. Es un terreno que conoce muy bien, gracias a la acumulación de trabajo en todos estos años. Elige sin titubear Hickie (Mataplantas), No es (Coiffeur) y los que hizo con la banda platense Norma como sus highlights: “Todos esos discos me marcaron –señala–. Coinciden, me parece, con grandes momentos artísticos de ellos. Ade“La más, pude generar una relación humana supercopada. También estoy orgulloso de los que hice con Pablo Krantz y con Acorazado Potemkin. Me parece que en esos dos casos se refleja con claridad mi manera de producir: una cosa más trabajada, texturada y orquestada en los discos de Krantz, y otra más orgánica en los de Acorazado. En el medio hay unas cuantas variantes”.
La producción es, naturalmente, un resultado de las inquietudes artísticas de Manza. Pero también una metodología de supervivencia necesaria en el siempre empinado camino del músico independiente. Valle de Muñecas es una banda con prestigio y reconocimiento de la crítica especializada, pero con una convocatoria que está lejos de la masividad. “La trascendencia de un grupo no solo tiene que ver con la música ni con las letras ni con lo bien o mal que estén grabados los discos –analiza Manza–. Probablemente todo eso es lo que yo mejor sé hacer, pero claramente no es lo único que se necesita para ser masivo. Supongo que hay unos casilleros que todavía no llenamos (risas). Hay bandas con las que se da un feedback con la gente que es inmediato e increíble. Ocurre eso y listo... Y hablo de algunas que ni siquiera tienen mucha difusión en la radio o los medios tradicionales. Es medio misterioso muchas veces... Si supiera lo que hay que hacer, quizá lo hubiera puesto en práctica”.
Es evidente que Valle de Muñecas ha descartado desde siempre las estrategias calculadas y se ha movido en base a la simple intuición. “Vamos aprendiendo, haciendo y deshaciendo sobre la marcha, probando qué funciona y qué no –resume–. Obviamente, me hubiera encantado haber llegado a más gente con las canciones que compuse. Quizá no hayamos tenido suerte, quizás hayamos hecho algo mal, no sé... Pero hay un orgullo de todo lo hecho hasta hoy, y eso no me lo quita nadie, no lo cambio por la popularidad. Reviso lo que hice con Menos Que Cero, Valle de Muñecas y con Flopa y Minimal, y veo una obra. Eso me encanta, me pone feliz. Tener más popularidad me hubiera permitido tocar en lugares con mejores condiciones, compartir más fechas con bandas con las que me gustaría tocar, esas cosas. Pero yo voy a seguir haciendo música. Con Valle de Muñecas, con otra gente, solo... Nunca pensé en abandonar”.
“Hay un orgullo de todo lo hecho hasta hoy, y eso no me lo quita nadie, no lo cambio por la popularidad”