LA NACION

Valle de Muñecas, constantes, indie y una obra que destila rock para paladares negros

Música. La banda festeja 15 años de trayectori­a en una escena subterráne­a donde ya son legendario­s

- Alejandro Lingenti

Quince años en la ruta. No es poco, la gente de Valle de Muñecas lo sabe y por eso está resuelta a celebrarlo. En todo ese tiempo, la banda que desde siempre lidera Mariano Esain –más conocido en el ambiente de la música como Manza– y hoy completan su hermano Luciano, Mariano López Gringauz y Fernando Blanco hizo mucho: unas cuantas muy buenas canciones repartidas en cuatro discos disímiles, pero portadores de una identidad, covers deliciosos (de Almendra, Don Cornelio y la Zona, y los neozelande­ses The Mockers), shows sobrecarga­dos de energía y también un trabajo consecuent­e para conservar un estilo propio y un espíritu independie­nte dignos de aplauso.

En la última mitad de este año, la banda tuvo una agenda recargada: la exhibición del film-concert dirigido por Emiliano Cativa y producido por Federico Pérez Losada Más allá de Valle de Muñecas –estrenado el año pasado en el Bafici– en el Museo del Libro y la Lengua, un gran show en el Teatro Caras y Caretas en el marco del ciclo Rebeldes, Soñadores y Fugitivos curado por el periodista Eduardo Fabregat, y el lanzamient­o de un disco en vivo que incluye temas de todas las épocas de la banda. El cierre de la temporada será con un concierto gratuito en el Ultra Bar (San Martín 678), este sábado, a las 23.

Aunque se lo note completame­nte concentrad­o en el presente, Manza sabe muy bien que lo que se festeja hoy tiene un soporte firme en una historia que empezó con Luciano en la batería, Fernando Astone (bajista de la última formación de Menos Que Cero, otro proyecto de Manza) y Leandro de Cousandier (guitarrist­a de Playmobil) como compañeros, y la música de Neil Young, The Velvet Undergroun­d y The Dream Syndicate como fuente de inspiració­n. “Estábamos muy copados con esas guitarras psicodélic­as y tan bien trabajadas –recuerda Manza–. Television, también... Y después Pixies, Yo La Tengo, Pavement, influencia­s que están un poco presentes en todo lo que hice, que delatan lo que soy musicalmen­te hablando. Cuando empezamos también escuchábam­os mucho Jon Spencer Blues Explosion y Black Rebel Motorcycle Club. Teníamos una intención de lograr un sonido bien rockero, que diferenció al primer disco, Días de suerte (2005), de los que vinieron después, Folk (2007), La autopista corre desde el océano hasta el amanecer (2011) y El final de las primaveras (2015). Creo que La autopista... recupera algunos elementos del post-punk que ya estaban en Menos Que Cero y suma influencia­s de lo que estábamos escuchando en ese momento: Wilco, The Shins, Arctic Monkeys, Grandaddy... Con la entrada de Mariano López Gringauz, que venía de tocar algo más cercano al punk rock, funcionamo­s un poco más en esa línea y dejamos de lado la parte más groovera de los inicios”.

La autopista... es también el primer disco en el que Manza asumió formalment­e el rol de productor de Valle de Muñecas. “Estuve muy al palo, pendiente en todo el proceso –remarca–. Es un disco que tiene mucho laburo, trabajé muchas capas sonoras y una especie de orquestaci­ón que yo ya estaba probando en discos de otros artistas que producía en ese entonces”. Es un terreno que conoce muy bien, gracias a la acumulació­n de trabajo en todos estos años. Elige sin titubear Hickie (Mataplanta­s), No es (Coiffeur) y los que hizo con la banda platense Norma como sus highlights: “Todos esos discos me marcaron –señala–. Coinciden, me parece, con grandes momentos artísticos de ellos. Ade“La más, pude generar una relación humana supercopad­a. También estoy orgulloso de los que hice con Pablo Krantz y con Acorazado Potemkin. Me parece que en esos dos casos se refleja con claridad mi manera de producir: una cosa más trabajada, texturada y orquestada en los discos de Krantz, y otra más orgánica en los de Acorazado. En el medio hay unas cuantas variantes”.

La producción es, naturalmen­te, un resultado de las inquietude­s artísticas de Manza. Pero también una metodologí­a de superviven­cia necesaria en el siempre empinado camino del músico independie­nte. Valle de Muñecas es una banda con prestigio y reconocimi­ento de la crítica especializ­ada, pero con una convocator­ia que está lejos de la masividad. “La trascenden­cia de un grupo no solo tiene que ver con la música ni con las letras ni con lo bien o mal que estén grabados los discos –analiza Manza–. Probableme­nte todo eso es lo que yo mejor sé hacer, pero claramente no es lo único que se necesita para ser masivo. Supongo que hay unos casilleros que todavía no llenamos (risas). Hay bandas con las que se da un feedback con la gente que es inmediato e increíble. Ocurre eso y listo... Y hablo de algunas que ni siquiera tienen mucha difusión en la radio o los medios tradiciona­les. Es medio misterioso muchas veces... Si supiera lo que hay que hacer, quizá lo hubiera puesto en práctica”.

Es evidente que Valle de Muñecas ha descartado desde siempre las estrategia­s calculadas y se ha movido en base a la simple intuición. “Vamos aprendiend­o, haciendo y deshaciend­o sobre la marcha, probando qué funciona y qué no –resume–. Obviamente, me hubiera encantado haber llegado a más gente con las canciones que compuse. Quizá no hayamos tenido suerte, quizás hayamos hecho algo mal, no sé... Pero hay un orgullo de todo lo hecho hasta hoy, y eso no me lo quita nadie, no lo cambio por la popularida­d. Reviso lo que hice con Menos Que Cero, Valle de Muñecas y con Flopa y Minimal, y veo una obra. Eso me encanta, me pone feliz. Tener más popularida­d me hubiera permitido tocar en lugares con mejores condicione­s, compartir más fechas con bandas con las que me gustaría tocar, esas cosas. Pero yo voy a seguir haciendo música. Con Valle de Muñecas, con otra gente, solo... Nunca pensé en abandonar”.

“Hay un orgullo de todo lo hecho hasta hoy, y eso no me lo quita nadie, no lo cambio por la popularida­d”

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PATRICIO PIDAL/AFV Leandro de Cousandier, Fernando Astone, Mariano Esain y Luciano Esain

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