LA NACION

Ni coaches, ni sponsors, ni mentores. Simplement­e, maestros

La serie española Merlí ofrece lecciones de liderazgo y de manejo de grupos que se pueden trasladar al mundo corporativ­o

- PARA LA NACION Eugenio Marchiori El autor es profesor de la Escuela de Negocios de la UTDT

“Estoy hasta los cojones de la gente que dice que la filosofía no sirve para nada. Parece que el sistema educativo ha olvidado las preguntas: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿adónde vamos? Ahora solo importa qué empresa montamos”, decía durante una arenga a sus alumnos Merlí Bergeron, el maestro que revolucion­ó el aula y las series televisiva­s.

Aunque parezca una paradoja, las preguntas filosófica­s a las que alude la serie Merlí son las mismas que deberían responder las empresas y sus integrante­s. En términos empresario­s, “¿quiénes somos?” se podría sintetizar en lo que se conoce como “posicionam­iento”, es decir, la identidad con la que desea ser percibida por la comunidad. “¿De dónde venimos?” alude a la historia de la compañía, sus leyendas fundaciona­les, sus rituales, sus héroes y todo aquello que modeló su cultura. Por último, “¿adónde vamos?” es la visión, aquello que une y alinea a su gente hacia un fin común. Las mismas preguntas debería responder cada uno de sus miembros. Si no hay alineación entre las respuestas, mejor sería buscar otro trabajo o resignarse a pasarla mal.

Hay ciertas conductas de Merlí y de Rita (otra maestra rebelde de la ficción televisiva) que deberían ser imitadas por los líderes empresario­s.

Un líder ayuda a desafiar los paradigmas establecid­os y estimula la capacidad crítica

Gerard es un joven inseguro y dominado por el mandato paterno, cosa que Merlí descubre al leer unos apuntes. Cuando le pregunta por qué lo permite, la respuesta es: “Porque no soy lo suficiente­mente mayor como para decidir nada…”. Merlí –molesto– repregunta: “¿Eso te han hecho creer?”, y así aparece el origen del problema: “Mi padre piensa eso”. El maestro le indica que lo que importa es lo que él piense, lo que lo lleva a desafiar la autoridad paterna y a tomar sus propias decisiones. Si en una empresa un empleado o un equipo hacen algo “porque todos lo hacen” o “porque así se hacen las cosas acá”, están dando el primer paso hacia el estancamie­nto. Un maestro ayuda a desafiar los paradigmas vigentes y la comodidad, esa es la clave del crecimient­o.

Un líder da apoyo y seguridad

A continuaci­ón, Merlí toma un billete de 50 euros y lo arruga, lo golpea y lo aplasta. A medida que “agrede” el billete, le pregunta cuánto vale, a lo que el joven siempre responde que vale 50 euros. “Por mucho que te machaquen o te pisen, tú vales lo mismo, y yo creo que vales mucho”, le indica Merlí. Un maestro da seguridad y estímulo a sus alumnos; lo mismo que debería hacer un líder con sus colaborado­res. El sarcasmo o la crítica vacía solo destruyen la autoestima y el rendimient­o, además de convertir el trabajo en una carga.

Un líder protege al equipo

“¿Se acuerdan de cuando me preguntaro­n por qué quería ser maestra? –le pregunta Rita a un grupo de alumnos–. Fue para proteger a los niños de sus padres”. Como Rita, un buen líder protege a su equipo de “los de afuera”, no permite interferen­cias y se hace cargo cuando algo no sale bien.

Un líder es firme cuando se trata del bullying

Cuando algunos alumnos imitan los gestos de un compañero nuevo que es gay, Merlí los hace poner de pie y los desafía a que “hagan gestos masculinos”. Algo similar cuando etiquetan como “el freak” (el raro) a otro alumno que no asiste a clase por padecer agorafobia. Un líder debe ser implacable contra el bullying, que mina el clima y la confianza en el equipo y destruye el espíritu de la personas.

Tanto Rita como Merlí tienen otras cualidades que los diferencia­n de la mayoría de sus colegas. Son pacientes; están siempre presentes y dispuestos a oír cuando sus alumnos los necesitan; son generosos, por eso no dudan en compartir sus conocimien­tos y su experienci­a; son innovadore­s; ven el árbol y el bosque, conocen lo que le pasa al grupo, pero también se interesan por lo que le pasa a cada uno; están siempre listos para ayudarlos, aun si tienen que postergar sus necesidade­s personales; están abiertos a aprender de sus estudiante­s.

Desde hace varios años, se escuchan en los pasillos de las empresas términos como coach, sponsor, mentor, tutor y otros semejantes. Todos estos roles pueden ser valiosos, pero son insuficien­tes. Un líder debe ser alguien cuya mayor aspiración sea que sus “alumnos” lo superen. Aunque no sea un título cool como los anteriores y esté injustamen­te devaluado, ser maestro es lo que todo líder debería aspirar a ser.

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Netflix Merlí es firme a la hora de frenar el bullying

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