LA NACION

Sucesión complicada. Carrera de obstáculos por el control del imperio deportivo Decathlon

El cambio de dirección en el grupo refuerza el poder de los Mulliez, uno de los clanes familiares más poderosos de Francia

- Silvia Ayuso EL PAÍS

Resulta casi imposible en países como España o Francia irse de excursión o hacer algo de ejercicio sin que alguien lleve una prenda o producto de la marca francesa Decathlon. Sus icónicas tiendas de campaña abundan tanto en los campings como en festivales de música o hasta en las calles de ciudades como París, donde las personas sin hogar las usan como refugio precario frente a la intemperie. Cuando hoy se habla de “quechua”, pocos piensan primero en la lengua indígena latinoamer­icana, sino en una de las principale­s gamas de productos de esta marca francesa que en las últimas décadas se ha impuesto en buena parte de Europa y del resto del mundo. Pero el nombre clave de esta empresa no es ese. Los que verdaderam­ente mueven los hilos de Decathlon son los miembros de una familia bien conocida en el mundo empresaria­l galo, pero mucho menos entre el público general: los Mulliez, la poderosa familia del norte del país que ostenta la mayor parte del capital del gigante de la moda y material deportivo. Y que, desde hace unos días, controla también directamen­te la dirección de la empresa. Como muchas de las otras grandes marcas francesas.

El nuevo presidente, Fabien Derville, asumirá sus funciones el 4 de diciembre. Pese a su apellido, está directamen­te relacionad­o con los Mulliez, en cuyas empresas ha labrado su carrera. Sustituirá a Matthieu Leclercq, hijo del fundador de la marca, Michel, y que en julio anunció por sorpresa que no deseaba seguir en el puesto que ocupaba desde 2012. El motivo: Leclercq, cuya familia ostenta el 44,5% del capital de Decathlon, estaba en contra de la estrategia preferida por los Mulliez que, con el 45,5%, son los socios mayoritari­os y apuestan por dejar de seguir vendiendo terceras marcas internacio­nales, como Nike o adidas, en sus tiendas, para centrarse en las propias, como Quechua o Tribord.

Matthieu Leclercq abogaba por una transición menos brusca, temeroso de perder clientes. Pero no logró, según reconoció en una carta dirigida a la dirección y que filtró la revista Challenges, imponer su visión. “En los últimos 18 meses, no he podido elegir libremente a mis asesores y, tras el bajo rendimient­o de comienzos de año, la relación con los representa­ntes de nuestros accionista­s no ha mejorado”, explicó su decisión de no intentar renovar mandato.

No es que a esta empresa le vaya mal. En 2017, Decathlon creció un 10% y alcanzó la cifra de negocios récord de 11.000 millones de euros. Tiene más de 1400 puntos de venta en todo el mundo, desde China hasta Sudáfrica, Estados Unidos o Brasil. Solo en España, segundo mercado en facturació­n, tiene 168 establecim­ientos. Pero su buena salud se debe sobre todo al extranjero, donde la empresa genera el 69% de sus ingresos y que el año pasado le aportó 7600 millones de euros. En casa, en Francia, sin embargo, el crecimient­o fue más magro: las ventas mejoraron solo un 3%, situándose en 3400 millones de euros.

además, otras cadenas francesas, como Intersport o Go Sport, aceleran para comerle mercado. Y no lo ocultan. “Nuestro objetivo es convertirn­os en la marca más próxima de los franceses”, declaró el consejero delegado de Intersport, Jacky Rihouet, al diario Le Figaro en marzo, cuando se dieron a conocer las cifras de negocio de su firma.

Nueva estrategia

¿Podrá frenar esta competenci­a el nuevo presidente de Decathlon? ¿Es acertada la estrategia impuesta por los Mulliez? El tiempo dirá. Entrando tan tarde en el juego, la mano

de Derville se notará solo a partir de 2019. En cualquier caso, por el momento se desconoce su estrategia.

al igual que la dimisión de su predecesor, pese a lo turbulenta que ha sido, el cambio está siendo realizado con gran discreción. Esta es, aseguran los que conocen bien a los Mulliez, una de las marcas de la casa. Y Derville, al fin y al cabo, es un Mulliez por parte de madre, Jeannette Mulliez. Una más de un clan enorme y tremendame­nte poderoso, pero que aun así logra estar, la mayor parte del tiempo, fuera del radar mediático. Y, visto su poder, no es un logro menor.

Imperio encubierto

Tras el nombre Mulliez se esconde un imperio de empresas de distribuci­ón que comprende algunas de las grandes marcas internacio­nales de Francia: además de Decathlon, son los dueños de auchan (alcampo), Leroy Merlin, Boulanger, Pimkie, Norauto…, y así hasta 50 participad­as.

El periodista Bertrand Gobin, que ha escrito varios libros y un blog sobre el imperio de esta “dinastía del norte”, como la llama la prensa francesa, calcula que el 10% de lo que gastan los franceses en alimentos y equipamien­to acaba en los bolsillos de los Mulliez. Sus empresas emplean en todo el mundo a unas 600.000 personas y suman una cifra de negocios de casi 90.000 millones de euros, según calculó

L”Express el año pasado.

Con la toma del timón en Decathlon, los Mulliez se consolidan más aún en el mercado de distribuci­ón francés. El negocio, pese a todo, no se alejará de la familia Leclercq. al fin y al cabo, el patriarca, Michel, es primo hermano de Gérard Mulliez. La primera tienda Decathlon se abrió en julio de 1976 en Englos, cerca de Lille. El emplazamie­nto: en el aparcamien­to del centro comercial auchan del primo Gérard. Todo queda en familia.

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Decathlon hoy cuenta con 11.000 locales en todo el mundo

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