Solo un respiro para poder avanzar con un Brexit de final incierto
Una broma de mal gusto circula con insistencia en los medios políticos británicos, y en particular entre las filas conservadoras. Dicen que en caso de un ataque nuclear, lo único que sobreviviría en este mundo serían las cucarachas... y Theresa May.
Cruel, pero una imagen perfecta de la capacidad de resiliencia de la primera ministra británica. Hasta se podría decir que en los peores momentos es cuando la líder de los tories es capaz de mostrarse más fuerte.
Ayer, May sobrevivió a la amenaza que no enfrentó ningún primer ministro británico en más de veinte años. Pero los peligros no terminan aquí. Porque cuando un jefe de gobierno tiene un tercio de su partido en contra, difícilmente puede mantenerse en el poder.
Para muchos, incluso miembros de su gabinete, la victoria de ayer “no cambia nada”. Para ellos se trató de “un ejercicio de futilidad”. May tendrá lo que algunos califican generosamente de “un poco más de tiempo”. Pero, ¿para hacer qué?
Según los reglamentos del Partido Conservador, si un primer ministro gana una moción de censura, no puede ser puesto en tela de juicio por un año. Eso le otorgará un poco de serenidad para continuar.
May podrá así seguir defendiendo su proyecto de salida de la UE y buscando formas de hacerlo votar por la Cámara de los Comunes antes del 21 de enero. Pero de ahora en más será más débil, estará más sola y tendrá mucha menos autoridad para hacerse oír por sus socios europeos.
Ayer mismo, muchos de sus ministros especulaban sobre su futuro inmediato y hasta adónde podrá llegar. La hostilidad a su proyecto de acuerdo de divorcio de la UE en el Parlamento –y en su propio gabinete– le impedirá obtener su aprobación. Los líderes europeos se niegan a modificar el texto. Y la oposición está dispuesta a hacerla caer.
Sumando todo, May parece haber obtenido anoche una victoria a la Pirro, con el tiempo contado, con menos autoridad que nunca y sin un proyecto creíble de Brexit para la mayoría de sus compatriotas.
La guerra desatada en torno de la primera ministra planteará más adelante un problema suplementario. Porque esta batalla interna dejó al Partido Conservador desgarrado y al borde del colapso. Una situación que podría alejarlo del poder durante largo tiempo. Es verdad, la actual oposición laborista, también dividida, con un líder cuestionado y cada vez más orientada hacia la izquierda, no parece constituir una alternativa durable. Sin otro partido capaz de aspirar al reemplazo, ese vacío de poder abre un enorme interrogante sobre el futuro de Gran Bretaña.