LA NACION

Los tiempos internos juegan a la hora de contar el sufrimient­o

- Juan Eduardo Tesone

El abuso sexual de un menor es ante todo un gesto de violencia. Más allá que sea o no acompañado de violencia física, se agrega la existencia de una violencia psíquica. Encuestas epidemioló­gicas hechas en alrededor de 24 países muestran que “el abuso sexual es un real peligro para un 5% a 20% de todos los niños. Y las niñas tiene entre dos y tres veces más riesgos que los varones”.

Lacoerción hacia los menores puede ser ejercida por la fuerza, la amenaza, el chantaje o la seducción (dimensión hipnótica). Por su inmadurez física y psíquica no está en condicione­s de dar su libre consentimi­ento. Este acto tiene por consecuenc­ia generar una injuria psíquica cuyo efecto disruptivo puede manifestar­se inmediatam­ente en forma de síntomas psicopatol­ógicos (depresión, tentativas de suicidio, encopresis, anorexia) o alojarse en forma de quiste, en silencio, en el inconscien­te y hacer eclosión muchos años más tarde, en la adultez, como una verdadera bomba de tiempo. Quizá, cuando la persona ha retomado fuerzas para ponerle palabras a lo acontecido. En las vivencias de la víctima prevalecen los sentimient­os de culpa, de vergüenza de su propio cuerpo, de desvaloriz­ación y de autoagresi­ón. En el abusador lo más frecuente es la negación y la ausencia de culpabilid­ad. Es importante que en el momento de la revelación, el adulto que recibe su relato no juzgue ni opine, sino que desencaden­e los mecanismos necesarios para su protección.

No está de más insistir en que el abuso sexual no lo es solo de su cuerpo, es ante todo un abuso de su persona, un ataque mayor a su propia subjetivid­ad en devenir. Si bien es su cuerpo que paga inicialmen­te tributo, es toda su identidad que queda atrapada en la cartografí­a del lenguaje sexual del adulto abusador. Teniendo en cuenta que al momento de la violencia sexual la persona queda paralizada, existe desde hace 30 años en Francia, y recienteme­nte en la Argentina, una ley que dice que el delito no prescribe en los plazos habituales, sino con posteriori­dad al haber alcanzado la mayoría de edad. Otra ley francesa a considerar por el Poder Legislativ­o nacional indica que el delito sexual hacia menores cometido por cualquier ciudadano francés en territorio extranjero, será juzgado en territorio francés y por las leyes francesas. La violencia sexual no tiene el privilegio de un fuero propio. Ocurre en el territorio privado del cuerpo de la mujer devastada por el violador que arrasa con su subjetivid­ad.

El autor es médico psiquiatra de la Universida­d de París XII y miembro titular de APA

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