LA NACION

Emmanuel Horvilleur cumple 30 años sobre los escenarios y los festeja hoy en Niceto Club

El artista repasa su historia musical mientras retoma con paciencia su carrera solista, luego de siete años en los que revivió el monstruo de dos cabezas conocido como Illya Kuryaki

- Sebastián Ramos

“Ahora ves a las pibas activistas feministas recombativ­as y nosotros con IKV teníamos un poco ese espíritu, pero contra la cocaína”

En estos tiempos de auge de biografías y memorias rockeras, Emmanuel Horvilleur acepta el juego de pensar cuál sería el primer capítulo de una serie o libro sobre su vida, ese con el que debe enganchar al público y que al mismo tiempo reconstruy­a un hito de su existencia. Sentado en un bar de Colegiales, el músico piensa un minuto y no lo duda: “Lo primero que se me viene a la cabeza es aquella primera visita al estudio Del Cielito, para grabar ‘El mono tremendo’, con Luis Alberto Spinetta. Me lo guardo como un momento muy pulenta”.

Emma tenía 13 años cuando coescribió la letra y la música de “El mono tremendo” junto a su amigo inseparabl­e Dante Spinetta, y lo grabó acompañado por sus hermanos (Lucas y Guadalupe Marti) y “primos postizos” (Catarina y Valentino Spinetta), aunados en un grupo autodenomi­nado Pechugo, para el disco Tester de violencia (1988).

“Toda esa época, haber grabado el tema, después subir a un escenario por primera vez con Luis Alberto para presentarl­o en vivo y luego escuchar la canción en la radio, fue un momento de mucha formación para mí. Ahí abracé el hecho de querer ser músico. Ahí me di cuenta de que quería ser como Fito [Páez], como Luis, como esos músicos que tocan para la gente”.

Treinta años después, Emmanuel está otra vez en plan solista (hoy se presentará en Niceto Club, Niceto Vega 5510, a las 21), tras siete intensos años en los que revivió el monstruo de dos cabezas conocido como Illya Kuryaki & The Valderrama­s. Pero en vez de editar un disco como lo hizo Dante, desde hace un año viene lanzando canciones sueltas cada tres o cuatro meses, siguiendo el ritmo de los tiempos digitales que hoy rigen a la industria musical. “Me subí a esta modalidad del single y de la canción y de entrar al estudio para grabar uno o dos temas, nada más. Me gustó porque venía de esta temporada larga de Kuryaki y no tenía la intención de meterme a un estudio a hacer todo un disco. Me gustó la cuestión de analizar el terreno, ver qué iba surgiendo, de sacar una, dos, tres canciones y ver cómo funcionaba­n. Un poco estoy en esa y es lo que surge en esta época: tener que generar contenido y sorpresa todo el tiempo”.

–¿Y qué cambia desde lo compositiv­o?

–Quizá cambia en que a las canciones les podés dar un trabajo más minucioso. Trabajar con dos o tres temas en vez de tener que cerrar doce de un tirón. Lo que se pierde un poco tal vez es ese hilo conceptual que podía tener antes un álbum o tal vez, como toda cosa que es parte de una atmósfera, lo terminás notando después. Por otro lado, otro aspecto muy diferente es que muchas de las canciones ya las pensé como featurings, pero no llamando a alguien para que haga tal o cual parte de un tema determinad­o, sino con la intención de armar algo con alguien desde cero. Me fui juntando con distintos artistas, con Usted Señálemelo, con Poncho, hice un par de temas con Meteoros, hicimos algo con Vicentico, con Lisandro Aristimuño. Estoy en una etapa de probar cosas y este formato me lo permite.

Emmanuel asegura que su actualizac­ión no tiene que ver con el lenguaje, que le gusta seguir escribiend­o desde su impronta y que no va a decir “skere” en una canción. “Siempre tuve un estilo donde busco mu- cho en el cuaderno las palabras o la manera de decir las cosas, o de expresar lo que estoy sintiendo en ese momento. Siempre me interesó la sensualida­d, el erotismo, la magia de la relación, en mi caso, entre el hombre y la mujer. Eso sigue siendo un motor que, con los años, ha pasado de una cosa más sexual explícita de otras épocas, como ponerle a un disco Leche, a ser algo más sutil. La sensualida­d y el sexo siempre fueron un motor en mis canciones”.

–¿De ahí que tu público siempre ha sido mayoritari­amente femenino?

–No sé, es mi naturaleza. Sí ocurrió que en los 90 teníamos el rechazo de un público mayormente masculino, pero tenía que ver con muchas otras variables. Viéndolo a la distancia, el público de los 90 era mucho más ortodoxo, más sectario, y ver subir a dos pibes de veinte años rapear, creaba como un enfrentami­ento. Lo que hacíamos era algo raro, pero estábamos muy convencido­s y hoy podríamos decir que en muchos aspectos ganamos: que existan festivales donde los pibes hoy tocan con situacione­s estilístic­as diferentes y que la gente disfrute en paz y armonía, también es un logro de bandas como nosotros u otras, que en aquellos años apostaban a esa amplitud mental. Creo que es todo parte de una devolución. En algunas cosas el ser humano evoluciona y en otras, involucion­a. Por lo pronto, en las cuestiones de feminismo ha evoluciona­do y ha hecho una toma de conciencia que está buena.

–¿Creés que el próximo gran cambio en la escena lo van a dar las mujeres?

–A mí me encanta que crezca una escena femenina y una escena mixta también. Así como crecieron mucho los músicos jóvenes de los dos sexos. Cuando yo era pendejo era más difícil encontrart­e bandas de minas, pero ahora hay un montón de bandas buenísimas y eso es algo que obviamente alimenta todo: a la escena, a las mujeres, a los hombres y a todos. Estamos en un momento de cambio grosso y veremos adónde nos lleva todo esto.

–¿Ves a los IKV como una suerte de pioneros del rap en la Argentina, hoy un género tan popular?

–Somos parte de eso. A veces lo que sí siento es que muchos de los pibes que están hoy haciendo música ahí es porque nosotros nos comimos mucha mala onda. En una época vivíamos eso y lo sufrimos por abrazar un género y un estilo que era muy nuevo, incluso en el mundo. Pero por otro lado me siento mucho más pionero de una apertura del rock que de un cultor de esa cosa urbana. El otro día fui a un asado que estaban los integrante­s de Indios y se pusieron a tocar canciones mías que ya me había olvidado. Esa influencia en el rock alternativ­o, que sigue teniendo siempre la cabeza más abierta, siento que es mucho mayor. El urbano es como más inmediato, tal vez no tiene tanta la historia del estilo. El primer disco de los Kuryaki por ahí es el más urbano, después fuimos una mezcla de estilos y estos pibes son más del estilo, de hacer un disco de trap del uno al siete. –Éramos clean. Estábamos al palo naturalmen­te. Hacíamos todo lo que podrían hacer pibes más bravos, pero sin ingerir nada. Salíamos mucho a la noche, íbamos a Nave Jungla, a boliches bien nocturnos, donde había quilombo, pero nosotros estábamos como muy en la nuestra. Teníamos como una brigada anticocaín­a. Estábamos convencido­s. Ahora ves a las pibas activistas feministas recombativ­as y nosotros con IKV teníamos un poco ese espíritu, pero contra la cocaína, por cosas que habíamos escuchado y habíamos visto. De chicos habíamos visto algunas situacione­s así y no nos gustaba lo que se suscitaba con esa droga. Nos paramos en esa y abrazamos esa convicción. Al día de hoy es una droga que nunca probé y estuvo bueno.

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AlejAndro Guyot El músico cierra el año esta noche en Niceto Club

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