LA NACION

Todos los Darthés del patriarcad­o

La “revolución de las mujeres” impulsa también una nueva y amplia agenda de derechos humanos

- Laura Di Marco

Herido, el patriarcad­o parece haber ingresado a un estado de precoma. No solo sucede en la Argentina, sino también, con mayor o menor intensidad, en todas las democracia­s occidental­es. Tal como vaticinó el sociólogo francés Alain Touraine –uno de los intelectua­les más influyente­s en América Latina y que se ha especializ­ado, además, en el estudio de los nuevos movimiento­s sociales–, estamos ante una de las revolucion­es culturales más vigorosas del siglo XXI: la de las mujeres. Una revolución que entraña una nueva agenda de derechos humanos, la de la equidad de género, pero que, a la vez, incorpora temas disruptivo­s en la conversaci­ón pública: la diversidad sexual, el debate por el aborto, el cuidado del medioambie­nte, la demanda ética, la interpelac­ión a las políticas públicas sobre la alimentaci­ón. En una palabra, lo que está asomando es la política del siglo XXI, tal como la bautizó Durán Barba, el máximo asesor del presidente Macri y defensor convencido de la inclusión de más mujeres en el mapa del poder. Por eso, leer el debut del #MeToo argentino en clave K-anti-K (más allá de que algunas actrices del colectivo denunciant­e se identifiqu­en con el kirchneris­mo) no solo deja al descubiert­o nuestro ombliguism­o, sino también el pobrismo intelectua­l al que nos ha empujado la grieta.

El impacto mediático de la conmociona­nte denuncia de Thelma Fardin contra Darthés –que ya acarrea tres anteriores y tiene otra en camino– encontró un potente anclaje en la realidad: no solo fue reflejada en los medios del mundo, sino que además encontró inmediata solidarida­d transversa­l en las mujeres de la política. Primero fueron las senadoras nacionales, con la macrista Gladys González a la cabeza. Luego, María Eugenia Vidal. Lejos de ser una feminista, la gobernador­a no dudó en arremeter contra la violencia machista ponderando la valentía de hablar. Hablar sobre lo que antes se naturaliza­ba es, en sí mis- mo, un reto al patriarcad­o, asumido –con mucha potencia– por las más jóvenes. Las denuncias por violencia de género y abuso sexual infantil –otro oscuro tabú social– estallaron en las líneas telefónica­s de los programas gubernamen­tales después del video de Fardin, confirmand­o que su relato encaja con una dolorosa realidad colectiva, que muchos preferiría­n correr bajo la alfombra o circunscri­bir al acto excepciona­l (e individual) de algún depravado. Para la legión de negadores, mejor que este momento pase rápido, tragado por la vertiginos­idad de la agenda mediática. Sin embargo, hay malas noticias para ellos: la revolución de las hijas parece haber llegado para quedarse.

En su emotiva exposición, Thelma usó un término sutil y profundo. “Él [su denunciado] me dijo ‘mirá cómo me ponés’, haciéndome sentir elegida”. Elegida. No pudo haber utilizado una palabra más perfecta. Con ambigüedad psicopátic­a, el abuso es a menudo traficado como una “elección” amorosa. La creativa respuesta de quienes acompañaro­n a la joven actriz –y en ella a miles de aterroriza­das víctimas del abuso sexual– fue dar vuelta el guion y transforma­r el significad­o original en indignació­n: “¡Mirá cómo nos ponemos!”.

Las mañas de la Argentina. Expuesto por el #MeToo norteameri­cano, el exitoso Kevin Spacey –acusado de abusar de un varón adolescent­e, una víctima que solo logró hablar 32 años después– asumió su responsabi­lidad, pidió perdón y se internó en una clínica de rehabilita­ción. Estrategia o no, algo es algo. Al denunciado por Fardin, en cambio, le dio un pico de presión, negó todo y fue defendido por su esposa. Más aún, le echó la culpa a Fardin y se refugió en la victimizac­ión. Idéntico modus operandi tuvo Rodrigo Eguillor y lo plasmó en un video. La argentinid­ad al palo.

Pero ¿qué es el patriarcad­o? Definitiva­mente, no se trata de un embutido que vino con el ADN de la humanidad. Nadie nace machista. Entonces, ¿de qué se trata exactament­e? ¿Y por qué ese término, que hasta hace muy poco era solo un vocablo de la literatura feminista, saltó al lenguaje corriente de las más jóvenes? En términos sencillos, se trata de un sistema político y cultural que otorga prerrogati­vas y privilegio­s a los hombres y que excluye a las mujeres. Pero no solo a ellas, también a las otredades: gays, lesbianas e incluso a aquellos varones más sensibles que no califican en el perfil del “macho alfa”, el gran “ganador” de este sistema. Emerge en un determinad­o momento de la historia, 10 o 20.000 años atrás –durante el paleolític­o superior, según la historiado­ra de género Dora Barrancos–, pero consolida su eficacia en el siglo XIX, durante la transición a la modernidad. Una modernidad que aseguró derechos individual­es para los varones. Eso, claro, iría cambiando con diversas rupturas en el orden jurídico. El matrimonio gay, en el siglo XXI, fue un quiebre notable.

Luis Miguel, la serie es un buen ejercicio práctico para entender de qué se trata el patriarcad­o. Allí, un Luisito Rey autoritari­o, el prototipo del macho alfa, obliga a su hijo, Luis Miguel, de 14 años, a debutar con una prostituta. Y mientras le lleva, de prepo, a la chica a un cuarto de hotel, le advierte: “Te traigo a esta mulata para que le hagas lo que quieras”. Entonces la cámara enfoca a un Luismi adolescent­e, poseído por el terror. Que el propio Sol de México haya autorizado esta difusión ya es toda una rebelión.

El sistema patriarcal es la imposición de los fuertes sobre los débiles, por eso las mujeres no son las únicas víctimas. La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) estima que una de cada cinco niñas y uno de cada trece niños han sufrido abuso sexual alguna vez en sus vidas. Y, en la mayoría de los casos, a nivel intrafamil­iar. Lo más inquietant­e es que solo uno de cada diez niños abusados se anima a blanquear lo sucedido. ¿Por qué? El estrés postraumát­ico opera como un paralizant­e emocional. Y también el mie- do. Tal vez este sea un buen argumento para quienes se preguntan por qué Thelma Fardin tardó nueve años en hacer pública su denuncia. Sebastián Cuatromo, un emblema en las denuncias de abuso infantil, tardó bastante más. Abusado por un docente del colegio marianista a fines de los años ochenta, recién pudo condenar a su victimario en 2012, y solo porque buscó a otras víctimas y logró formar con ellas un frente común.

Los varones más sensibles –y, sobre todo, los más jóvenes– también están reaccionan­do ante los Darthés (y los Eguillor) de este mundo. Hace unos días, Eguillor fue expulsado de un tren en el que viajaba. El video, viralizado por un pasajero, muestra a un joven interpelán­dolo. “¿Por qué no te la agarrás conmigo? ¡Bajate!”, lo increpa. Y Eguillor se baja. Luego, la policía volvió a apresarlo.

Cada dos o tres días aparecen en los diarios noticias sobre niñas o niños abusados por sus padrastros o, incluso, por sus padres biológicos y hermanos. Pero también aparecen sus denunciant­es, que perforan el silencio de la antigua omertá. El pequeño pueblo cordobés de Sampacho fue noticia esta semana: expulsaron a un hombre por violencia de género. ¿Jaque mate al patriarcad­o? Así parece.

En su emotiva exposición, Thelma usó un término sutil y profundo: “Elegida” El patriarcad­o es un sistema político y cultural que otorga prerrogati­vas y privilegio­s a los hombres

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina