LA NACION

Santa despedida Romagnoli, el ídolo moderno del Ciclón, recorre 20 años de fútbol y anticipa cómo será su nueva vida

El ídolo de San Lorenzo se despide tras 20 años de carrera y analiza cómo cambió el juego; el manager confiesa: “Me sigo cambiando en el vestuario y me baño en el mismo lugar que en mis días de jugador”

- Textos Cristian Grosso | Foto Mauro Alfieri

Romagnoli es de Huracán. Atilio Romagnoli. Integró el plantel campeón de Huracán ‘73, era un juvenil, y al año siguiente se marchó. Jugaba de wing izquierdo, pasó por Deportivo Morón y fue el go lea dorhistó rico del club hasta que lo desplazó Da mi ánAker man. El que mero Romagnoli es el padre del ídolo moderno de San Lorenzo. “Dicen que me hice tatuajes para tapar un globito que tenía no sé donde… Siempre lo escuché y hoy peor, porque las redes sociales llegan a todos lados. Al principio me molestaba más, después dejé de prestarle atención porque yo estoy seguro de quién soy. Pero siempre habrá alguno que dude… Ya está, no es mi problema”. Romagnoli es de San Lorenzo. Leandro Romagnoli.

“Mi viejo nunca me obligó a ser de Huracán, algo que yo no respeté, porque con Martina, mi hija más grande, desde chiquita le impuse que debía ser de San Lorenzo. Mi papá y mi tío, que son mellizos, son de Huracán. Y mi abuelo también, pero cero fútbol, a él le gustaba el boxeo y ni se metía”, cuenta el hombre que ya sabe que mañana va a llorar. A los 37 años tendrá el homenaje de su vida. La fábula del emblema de San Lorenzo, rodeado de suelo minado. “De parte de mi señora son todos de Huracán, y ella también. Al principio del noviazgo hubo pica, pero yo nunca me jodí ni me cargué ni con amigos, ni con familiares ni con mi viejo…Soy de San Lorenzo por mi tío, el hermano de mi mamá Rita, que vivía también con nosotros. Ellos son todos de la calle Inclan, de Boedo. Él me llevaba a la cancha. De parte de mi mamá, son todos de San Lorenzo”.

San Juan y Boedo, el encuentro no es casual. Una melodía arrabalera de fondo y un café pegado al ventanal de la esquina Homero Manzi. Romagnoli parece haber domado al exfutbolis­ta. Quizá, porque encontró el antídoto. “Me sigo cambiando en el vestuario, porque cuando termino mis reuniones como manager, me meto en el gimnasio y hago la rutina. Y cuando me baño, me baño en el mismo lugar en el que me bañaba cuando era futbolista. San Lorenzo es mi segunda casa, lo único que no hago es entrenar con el plantel. Claro que si no hubiese aceptado la función que me propuso Matías [Lammens], estaría en mi casa, mirando los partidos, llevando a mis hijas al colegio, y llega un momento que eso te aburre, porque después de jugar tanto tiempo… Yo necesito San Lorenzo, eso me hace bien. Nunca más voy a encontrar una sensación igual a la de ser futbolista. Nada me va a volver a llenar tanto. Pero todo tiene un final, se termina y hay que aceptarlo.

–Ahora, con tiempo, ¿qué redescubri­ste de tu vida?

–A mí el fútbol no me quitó nada. Cuando sos jugador, entrenás una hora y media y te vas a tu casa. Te sobra el tiempo. ¿Qué tenés que concentrar­te los fines de semana cuando todos se van a comer un asado a una quinta? Ok, está bien, ¡pero yo jugaba al fútbol! Ahora estoy más tiempo que antes en el club, porque llego a las 9 y me voy a las 3 o 4 de la tarde. Lo que no extraño para nada son las concentrac­iones. Cuando sos chico, te concentran 10 días y sentís que estás en Disney, pero cuando tenés más de 30, con familia, ya no la pasás bien. Tampoco es un sufrimient­o, ojo, que quede claro, porque esas horas estás metido en un hotel de categoría.

–¿Jugás al fútbol?

–Me retiré y al mes jugué en el estadio con socios de San Lorenzo que participar­on de un evento de una marca deportiva. Y después no jugué nunca más. Ahora juego al paddle con amigos. Lo estoy descubrien­do, nunca había jugado. Con cuidado por las rodillas, claro, y sin hacer movimiento­s bruscos.

–¿Y por qué no jugás al fútbol?

–Porque estaba por delante la despedida y tenía miedo de que me pasara algo. Después volveré a jugar. Tengo algunas propuestas de amigos para jugar campeonato­s de country. Me voy a anotar y voy a empezar a jugar. Ya sé que me tendré que cuidar, porque seguro habrá patadas fuertes, por eso tengo que entender que iré a moverme, a divertirme, y si viene un loco con todo, correrme. Jugar siempre de frente porque te pegan… Todo lo que tenía que hacer, ya lo hice. Y ahora lo quiero disfrutar desde otro lado.

–¿Disfrutás de ser manager?

–Lo más difícil de esta función es que no puedo ejecutar ni resolver nada dentro del campo de juego. Estoy con los jugadores todo el día, hablo con ellos cuando veo que no están bien porque los conozco, porque fueron mis compañeros, pero a la hora del partido, estoy afuera. Yo ya estoy afuera. Soy un espectador y sufro mucho más de lo que sufría como jugador. Eso es negativo y no me gusta. ¿Lo positivo? Sigo ligado al fútbol, que es el espacio que disfruto. Estoy aprendiend­o de los entrenador­es, lo tuve al ‘Pampa’ y ahora lo tengo a Jorge [por Almirón]. Mi tarea también abarca estar al tanto de las inferiores, observar quiénes tienen potencial para ir promoviend­o, quién está un poquito más estancado…

–¿Te sentís útil?

–...Cómo decirlo..., está bueno tener un manager, pero hay que armarlo mejor. El manager debe delegar tareas para estar más pendiente del fútbol profesiona­l, más cerca del entrenador. El manager no debe estar en todo.

–¿Cuánto participas­te en la llegada de Almirón?

–La responsabi­lidad de que Jorge esté en San Lorenzo es de los dirigentes y mía, sí. Buscábamos un perfil como el de Jorge, con juego ofensivo, tenencia de pelota y protagonis­mo. Esa era la idea. Ya pasamos la etapa de transición en la que había que hacer un parate económico. Lo hicimos. En 2019 vendrá la Copa Libertador­es y necesitamo­s jugadores para estar a la altura de la competenci­a. Siempre consensuad­o con Matías, con Marcelo y con la comisión directiva.

–¿No le decís a Tinelli: ‘Menos presupuest­o para el básquetbol y más para el fútbol…’?

–Lo importante es que Marcelo esté en el club. Ahora debemos acertar en este mercado de pases. Ojalá puedan volver Lavezzi y Piatti, si no es ahora más adelante, pero debemos sumar entre cuatro y cinco refuerzos. Todos los jugadores se tienen que acostumbra­r al juego de Almirón. Debemos volver a tener un plantel competitiv­o.

–Lammens te convenció para ser manager, ¿y si él se marcha a la política de la Ciudad?

–Eso se comenta…, sabemos de la capacidad de Matías y de sus inquietude­s políticas, pero todavía tenemos un año más de gestión. Y hay que aprovechar­los, tanto a él como a Marcelo.

–Entre los ídolos del club, Villar, Pontoni, Martino, Veira, Scotta, Sanfilipo… ¿Dónde te ubicas?

–Yo me siento muy querido, no lo voy a negar pese a que soy vergonzoso. Pero San Lorenzo tiene un montón de ídolos,

de la primera etapa, de los Carasucias, los Matadores, y hasta el Beto, Gorosito, Silas y Romeo. Y va a seguir teniendo porque es un club muy grande. Quizás, yo, estoy ahora… por los títulos internacio­nales, porque jugué en el país siempre con esta camiseta, porque estuve en Promoción. Y esas cosas la gente no se las olvida.

–¿Y quién es el ídolo para el hincha Romagnoli?

–Gorosito y Silas. Los iba a ver a la popular, como jugador de inferiores, porque nos dejaban pasar con el carnet. Yo jugaba en ese puesto y los miraba mucho.

–Estuviste entre 2006 y 2009 en Sporting Lisboa, ganaste varios títulos y jugaste casi 100 partidos. ¿Qué aprendiste en Europa?

–En Europa aprendés a vivir. Y estamos hablando de Portugal, que no es una de las potencias del continente, pero aprendes a vivir, sentís que la sociedad te respeta. Te podés comprar cualquier cosa sin riesgo a que te pase algo o alguien te lo quite. Y a tu familia le das otra calidad de vida. Desde lo futbolísti­co, la pasión con la que se vive el fútbol acá, no la vas a encontrar en ningún lado, pero tampoco vas sufrir tanta irracional­idad. Una cosa es ser apasionado y otra es ser un loco. Acá pasás de ser héroe a villano en una semana y allá no: si sos héroe y te va mal algunos partidos, te esperan. Saben que vas a volver a ser aquel que ellos decidieron elegir como héroe. Acá jugás mal y sos un desastre, no servís más y viene otro. Acá el futbolista analiza eso, analiza lo económico, y cuando llega una propuesta por dos, tres o cuatro millones, chau, besos a todos y se va. Y solo cuando está parado desde otro lugar, con otra edad u otro respaldo económico, empieza a analizar si quiere volver.

–¿El fútbol en qué cambió 20 años después de tu debut en primera?

–En la rapidez. La rapidez en precisión. Antes te dejaban jugar, recibías…, ahora no recibís porque tenés uno o dos jugadores que te marcan, que te presionan antes de que recibas. Tenés que ser muy rápido mental y técnicamen­te, porque si hacés un mal control ya perdés entre uno y dos segundos. Y eso favorece al contrario para que te pueda marcar mejor. Mejoraron los esquemas también, antes se jugaba con enganche y hoy, no es que desapareci­ó, pero el enganche se tuvo que readaptar: lo tiraron para los costados o se convirtió en un doble cinco. –El enganche siempre va a existir, el tema es cuando lo cambian de posición y para qué. Lampard, Gerrard…, pero lo que hoy tenés que tener para ser un enganche como doble 5, como Modric, o un enganche que puede jugar por afuera, como ‘Pity’ Martínez, es muchísima dinámica. Tenés que estar muy bien físicament­e. Lo que hoy el fútbol no perdona es el estatismo. Ahora sería muy difícil verlo a Riquelme, él jugaba de tres cuartos para arriba, no bajaba nunca con el 5, no ayudaba a la línea de volantes… cosas que hoy serían imposibles porque te quedás con un jugador menos. Él reemplazab­a todo eso con su calidad y visión del juego, pero hoy tendría que jugar como media punta con un punta más, ya no con dos. No habría lugar para Riquelme, Guillermo y Palermo, ahora sería Riquelme y un número 9. Un 4-4-1-1, con Riquelme suelto para que le pasen los dos del costado, con mucha ida y vuelta, y un N°9 de área.

–¿A vos qué te faltó?

–Muchísimas cosas, pero siempre lamenté no poder hacer un gol de cabeza. La primera chance de gol en mi carrera fue en la cancha de San Lorenzo, ante Independie­nte, en mi primer partido como titular. Casi le hago un gol al ‘Gringo’ Scoponi de cabeza, pero me lo tapó, y después nunca más tuve ni chances de hacer un gol de cabeza. Y no cabeceaba mal, pero me costaba ir arriba con la marca de otro.

–¿Algún día serás técnico?

–Me recibí en 2014, el título ya lo tengo. Estando como manager, que tenés el mundo de la dirección técnica más cerca, me agarró ese gustito por dirigir, siento esa atracción. Ojalá. Siempre pensé en ser técnico.

–¿Y qué técnico veremos?

–Un estilo similar al de Jorge [Almirón]: protagonis­ta, ir a buscar los partidos, con laterales subidos y abiertos… Después hay que ver adónde uno cae, cómo es la idiosincra­sia del club y con qué jugadores dispone.

–¿Quién fue tu compañero ideal?

–Varios. Estevez, Erviti, Franco, Romeo de la primera etapa, y de la segunda, Orti [por Ortigoza], Pichi [Mercier], Piatti, Angelito Correa, Tito [Villalba]…, siempre estuve rodeado por jugadores de jerarquía.

–¿Y tu bestia negra?

–Chicho Serna. Me pegaba, me pegaba mucho. Yo era muy chico…, si le llegaba a decir algo, me pegaba más. Fue el que más me pegó.

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Mauro alfieri El bar Homero Manzi en la porteña esquina de San Juan y Boedo, la mejor atmósfera para que Romagnoli reviviera una carrera que mañana tendrá su cierre
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Romagnoli en San Juan y Boedo: “Nunca más voy a encontrar una sensación igual a la de ser futbolista”

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