LA NACION

Cómo es la vida en Al Ain, la sede donde River prolonga sus sueños

Menos fastuosa que Abu Dhabi, tiene más de 750.000 habitantes; qué saben del Mundial

- Pablo Lisotto

AL AIN, Emiratos Árabes Unidos.– Aunque le cuesta, River de a poco va bajando la efervescen­cia del éxito eterno conseguido en Madrid frente a Boca y se enfoca en lo que será su debut en el Mundial de Clubes, el próximo martes en esta ciudad.

El equipo de Marcelo Gallardo realizó una práctica abierta, en la que los futbolista­s primero entraron en calor con un “loco”, y luego hicieron trabajos de velocidad. Más tarde se dividieron en grupos de cinco para realizar una actividad vinculada con el pase rápido al compañero y la reacción. Los arqueros, en tanto, fueron exigidos en un arco dispuesto a un costado del campo de juego, junto al córner derecho.

El único que trabajó aparte fue Ignacio Scocco, que continúa con la evolución de su lesión. Se lo trata con cuidado, y una de las pocas cosas que hizo acompañado fue un trote liviano, junto a Juan Quintero y Leonardo Ponzio.

Precisamen­te el capitán fue uno de los que exhibió un nuevo look. El emblema de este equipo, y de esta era histórica del Millonario, se rapó y costó ser reconocido a la distancia. El otro es Pratto, quien decidió erradicar de su rostro la tupida barba que lo acompañó en los últimos meses.

Al Ain, ubicada a unos 150 km de Abu Dhabi, es la cuarta ciudad de Emiratos y no evidencia toda la fastuosida­d que sí se respira en Abu Dhabi a cada paso. Aquí, las construcci­ones son bajas y hay muchísima más vegetación que en la sede de la gran final del Mundial de Clubes. “Una es Córdoba y la otra es Mar del Plata”, graficó un ocurrente colega argentino. Lo que sí es sagrado en cualquier rincón de los Emiratos es rezar. Y para ello, a las horas señaladas se escucha desde la mezquita un particular cántico en árabe, a modo de convocator­ia a que todos los religiosos se unan a la plegaria desde donde estén.

Existe un gran contraste entre sus más de 750 mil habitantes. Por un lado están los árabes, los dueños de todo, y por el otro la clase trabajador­a, cuyas vidas son más sacrificad­as. Un caso es el de Benjamín, que tiene 33 años y dejó su Etiopía natal hace cuatro meses para buscar mejor suerte para él y su familia, y que todavía se está acomodando a la gran ciudad. “Juego al fútbol desde que tengo uso de razón. Mínimo, una vez por semana hacemos un 7 contra 7”, comparte. Y agrega: “Estoy organizánd­ome con mi trabajo para ir a ver la final del Mundial. Juegue quien juegue, será una fiesta”.

Para Oumnia, Al Ain es una linda ciudad. Pero extraña mucho a su madre, que se quedó en Marruecos, donde ella nació hace poco más de 30 años. La adaptación a un nuevo lugar en el mundo es un asunto complicado cuando se tienen las raíces tan arraigadas al lugar donde uno nació. Pero en eso está, mientras recibe a los huéspedes con una sonrisa, y espera la llegada de varios fanáticos de River. Consciente de que el hospedaje donde ella trabaja no tiene el brillo de los cinco estrellas, ofrece la posibilida­d de revisar la habitación antes de concretar el ingreso de cada huésped.

Limaar nació en Sri Lanka en 1971, precisamen­te el año en el que los Emiratos Árabes se independiz­aron del imperio británico. Pero en los últimos cinco años vendió diarios en Al Ain. Ante la consulta sobre el Mundial de Clubes, pregunta, ajeno a todo: “¿Y quiénes lo juegan?” Cuando se nombra al Real Madrid, de España, y a River, de la Argentina, se ubica y repite: “Messi, Messi, Messi”. Su caso es extraño. Porque esta ciudad es muy futbolera. De hecho, justo frente al moderno estadio Hazza Bin Zayed, donde el sábado el Al Ain FC y el Esperance Tunis definirán al rival de River, hay un gran parque, similar a los bosques de Palermo.

Allí, al pie de una de las tantas mezquitas que hay, un grupo de adolescent­es juega al fútbol. Ocho contra ocho, con arcos chicos y pecheras. Hablan en árabe, en etíope o en lo que sea. Allí no importa la cantidad de ceros que tenga la cuenta bancaria de cada uno. No es necesario saber qué dicen para comprender que uno de los delanteros no quedó conforme con el pase de su compañero. Porque el idioma del fútbol es universal, y desconoce de diferencia­s de clases sociales.

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Shuttersto­cK una postal de las calles de al ain

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