LA NACION

Andrea Pietra. “Era un tema tabú y ahora se habla”

La actriz habla de las denuncias contra Juan Darthés, de la “revolución de las hijas” y del especial de Fundación Huésped que protagoniz­a

- Texto Dolores Moreno | Foto Mauro Alfieri

Un sillón, tres generacion­es de mujeres y una celebració­n de cumpleaños. Hay torta, hay regalos, hay viejas peleas. En una casona vieja en Belgrano R con un gran parque, Andrea Pietra acaba de terminar de grabar una de las escenas de Generacion­es, el especial de la Fundación Huésped que se estrenará pasado mañana, a las 23, por Eltrece. La actriz está por almorzar. Los primeros calores de la primavera se filtran. Pasan Miguel Ángel Rodríguez y José Luis Gioia. Hablan del parecido de la actriz Antonia Bengoechea con su madre, Alejandra Darín. “Habla igual, yo se lo dije mil veces”, cuenta Rodríguez. Es el penúltimo día de grabación del telefilm que conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Sida (cuenta con dirección de Martino Zaidelis y libros de Marcela Guerty y Pamela Rementería). El enfoque está puesto en “la revolución de las hijas”.

Pietra se sienta y empieza a hablar. Habla del capítulo, pero también de su lucha junto al colectivo de Actrices Argentinas por la legalizaci­ón del aborto, del lugar de las mujeres, de la adopción de su hija Ani, a quien conoció en Haití después del terremoto, y de su marido, el productor Daniel Grinbank. Ella defiende las causas que cree justas y no tiene miedo –como sí lo tiene su personaje– de decir lo que piensa.

Semanas después de aquella grabación, Pietra, que forma parte del colectivo Actrices Argentinas que acompaña la denuncia de violación de Thelma Fardin contra Juan Darthés, habló sobre el caso porque el nombre de su marido fue mencionado como intermedia­rio argentino del show de Patito feo en Nicaragua (ver Sociedad).

“Daniel se enteró de lo de Thelma por mí, yo lo sabía porque pertenezco al colectivo. Hace un tiempo sabíamos de esta denuncia y cómo iba a ser. Lo venimos padeciendo desde que nos enteramos. Él no tiene ninguna responsabi­lidad porque había un talent manager de Ideas del Sur. Ellos eran los encargados de cuidar a los niños y también del contenido del espectácul­o. La productora de él no se ocupaba de esto”, cuenta a la nacion. “Daniel quedó absolutame­nte abrumado como todos los que nos enteramos. No solo por el abuso, sino porque se trataba de una menor. Es algo muy desgarrado­r”.

Pietra destacó el lugar de Calu Rivero, quien fue la primera en hablar de las actitudes de acoso de Juan Darthés: “Pobrecita, tuvo que esperar a que le pasara esto a Thelma para que le crean. Yo le creí siempre. Me molestó mucho que se dijera que ella era la victimaria en vez de la víctima, solo porque es una chica libre, joven y fresca. Es muy importante darle visibilida­d a estos casos porque todas estas atrocidade­s ocurren en la oscuridad y a escondidas. Y de esta forma, con visibilida­d, cada vez van a tener menos espacio para suceder. La gente va a denunciar antes y los depravados se van a cuidar mucho de hacer cosas sin pensarlo”. También hace hincapié en el lugar que debería ocupar la educación sexual integral (ESI) en las aulas y en la solidarida­d. “Aprendimos que las denuncias hay que hacerlas en bloque y que hay que prestar más atención cuando alguna actriz denuncia que se siente incómoda con algún actor o actriz”, remarca.

Camila (Bengoechea) está en el colegio y arenga a los compañeros: “Vamos, hay que ir a la oficina del director”, dice, mientras algunos la miran desorienta­dos. “No lo hacemos por nosotros, sino por los que vienen”, argumenta. Toma un altavoz y exige que se respete la ley y que se dé informació­n. Al grito de “ESI” está representa­ndo a la nueva generación de mujeres. Ese es el puntapié inicial: la hija, la madre y la abuela. La hija, Camila (Bengoechea), una adolescent­e en plena lucha efervescen­te por sus derechos; la madre (Pietra), una mujer silenciada y solitaria, hostigada por su padre y hermano por tener VIH, y la abuela, Haydeé (Adriana Aizemberg), una señora que fue dominada por su marido y, ahora que no murió, se siente culpable y sufre de insomnio. En el cumpleaños de este última, sucede todo: una mesa, una familia y los conflictos de cada uno de esos personajes como festín, algo que podría recordar al film La celebració­n, de Thomas Vinterberg.

–Es la segunda vez que participás de un especial de Fundación Huésped, ¿qué te atrajo de este proyecto?

–Me interesó porque habla de la revolución de las hijas y es un buen broche de oro para este 2018, donde pasaron tantas cosas: la lucha por la legalizaci­ón del aborto, la igualdad de género, la identidad. Es como una reunión familiar donde sin explotar todo, quizás uno hace espejo con el otro y dice: “Esto no da para más”. Estamos en una época en donde todo fue evoluciona­ndo y las personas van siendo cada vez más libres y más conectadas con sus deseos. Hay cuestiones de la juventud que por ahí van contagiand­o a los que ya no son tan jóvenes diciéndole­s: “¿Te estás perdiendo toda una vida respondien­do a lo que quiere otro y no a lo que vos querés ser”. Habla de las diferencia­s de género, de cargar con una enfermedad como el VIH y que no sea un castigo, de poder elegir la sexualidad libre y plena que cada uno quiera, de los respetos individual­es, de las hijas que, en realidad, son las que arrastran a las madres y a las abuelas.

–Participas­te activament­e junto a otras actrices para que se sancione la ley de legalizaci­ón del aborto, ¿qué te dejó esa experienci­a?

–A todos nos sirvió mucho esto. Yo que soy cero de la política y no conozco a nadie, conocí a las personas que voté, las que están en la Cámara de Diputados y en el Senado. Ahora sí sabemos claramente que esa gente, que vive de sueldos que nosotros les pagamos como pueblo, muchas veces no piensa en la gente, no ocupa correctame­nte su puesto como representa­nte del pueblo.

–Daniel Grinbank estuvo también muy activo durante la campaña...

–Sí, participó mucho, peleó, estuvo en el Congreso. Creo que todos deberíamos estar hermanados en defender los derechos individual­es porque son para todos.

–¿Qué te parece que dejó en la sociedad este debate?

–Se abrió la charla en las familias, y entre los amigos. Estamos menos solos. La gente sabe. Se armó una red de contención y ayuda. Lo más positivo fue sacar el tema y ponerlo en la mesa de las casas: todo el mundo empezó a hablar de esto, la familia entera se conectó. Era un tema tabú y ahora se habla.

–Muchas actrices reaccionar­on tras ser atacadas en las redes por usar pañuelos verdes, ¿cómo fue tu experienci­a?

–Lo nuestro fue muy respetuoso, pero del otro lado hubo mucho insulto, terminé bloqueando y reportando: ladran Sancho... Están los que tienen una cosa con la Iglesia y que bajan “la palabra del Señor”, pero la Iglesia debe estar donde tiene que estar y el Estado, donde tiene que estar. El cuerpo de cada uno es de cada uno, entonces yo decido sobre mi propio cuerpo. Yo creo que cuando la gente se pone tan nerviosa es porque está asustada de lo que va a suceder: algún día se va a legalizar, como en otros países del mundo donde funciona perfectame­nte y hay menos abortos y menos muertes, y donde cada uno elige la maternidad libre.

–En ese sentido, hablás con conocimien­to de causa porque tu deseo de ser madre te llevó hasta Ani. ¿Cómo fue ese proceso?

–Después de tantos intentos y desgaste por quedar embarazada, hay un momento que una dice: “Hasta acá llegué. ¿Qué es lo que quiero: tener una panza o ser madre?” Porque madre se es cuando está el bebé, el ejercicio de ser madre es todos los días: lo cuido, lo alimento, lo amo, lo llevo al colegio. Lo otro es estar embarazada. Si uno puede trascender su propio ego y decir: “No me importa que sea igual a mí porque la crianza es lo que hace igual a las personas”.

–¿Ani conoce su historia?

–Ella sabe toda su historia. Desde que empezó a hablar, le mostré fotografía­s, del paso a paso desde que la conocimos, de todas las cuestiones. Ella tiene toda su informació­n y la seguirá teniendo. Si quiere iremos a Haití. Me parece que la identidad es algo que tiene que estar bien firme en uno para que pueda tener una vida saludable.

–¿Por qué decidiste adoptar en Haití y no en la Argentina?

–A los 40 años no estaba para esperar siete años, que es lo que hay que esperar acá, ni bancarme todas las matufias que hay. Cuesta mucho trabajo llevarlo a cabo, es mucho más fácil ser padre biológico. Hice mi carpeta, con las revisiones de la Argentina, para después mandarla a Haití con todos los sellos de la Cancillerí­a. Acá no hay adopción plena, hay guarda de un año. Se preserva mucho lo biológico, más allá de lo que pasa. Dejan a los niños en los orfanatos seis, siete años, para ver si viene un pariente biológico. Si lo visita una vez al año, ese niño ya no es adoptable. Está todo mal, que arreglen la ley, que agilicen las cuestiones porque hay cantidad de

“Hay cuestiones de la juventud que por ahí van contagiand­o a los que ya no son tan jóvenes diciéndole­s: ‘Te estás perdiendo toda una vida respondien­do a lo que quiere otro y no a lo que querés ser’ ”

padres para cuidar esos niños y hay cantidad de niños que en Navidad están en lugares que no dan abasto para cuidarlos. Es muy importante que salgan y tengan una casa, una vida, como el resto de los niños.

–¿Alguna vez Ani sufrió discrimina­ción?

–Mi hija es negra. Hay muchos negros ahora aquí en comparació­n con años atrás. No sentí eso nunca por el color de su piel. Lo que me molestaba con mi hija es que la tomen como un objeto. Si estaba en el cochecito durmiendo, iban y le tocaban el pelo afro, sin respeto. El otro día estábamos parados esperando en la puerta de un restaurant­e y un señor le dice a la hija: “¡Mirá el pelo de esta nena! ¡Vení, toquémosel­o! Y le digo: “¿Perdón?”. Mi hija estaba con unos auriculare­s. Ella es muy piola, muy libre, muy feliz, no está paranoica con nada. Lo miró. Y el tipo seguía: “Vení, tocáselo, tocáselo”. “Señor, ¿qué hace?”. “Le voy a tocar el pelo porque a mí me gusta el peinado”. “Sí, y a mí qué me importa. Ella es una persona, le tiene que preguntar si le da permiso”. El tipo me miró, primero como para pelear, y luego me dijo: “Discúlpeme, tiene razón”.

El capítulo Darín

Pietra conversa sin detenerse, toma agua. El resto del elenco vuelve de comer. Bengoechea se acuesta en la hamaca y habla casi en la misma línea del personaje: “Si se sienten incómodos es por algo. Ahora van a pensar antes de tocarte, si gritás, se le vienen todos al humo”, dice. Aunque, asegura: “No hay que poner a todos en la misma bolsa”. La actriz cuenta que su joven colega es su sobrina, que es muy amiga de Alejandra y ricardo Darín, con quien trabaja en Escenas de la vida conyugal, la obra de teatro por la que Valeria Bertucelli y Érica rivas acusaron al actor por maltrato.

“No soy protagonis­ta de esa historia, ya hablaron todos los protagonis­tas y dijeron todo. Y yo también dije lo que tenía que decir cuando me preguntaro­n por ricardo. Opiné que es un gran compañero y lo conozco hace treinta años. Para mí es un placer trabajar con él. Las cosas que pasan en los ámbitos privados, yo siempre las defendí en el ámbito privado; las cosas públicas son públicas”, dice sobre Darín, con quien retomará la obra en gira el año próximo.

La actriz cuenta que trabaja profesiona­lmente desde hace treinta años y tuvo una sola mala experienci­a con un actor, pero prefiere no nombrarlo. “La única vez que me sentí molesta es cuando un actor en una escena de un beso me metió la lengua. Me fui de la escena, lo empujé, me puse a llorar, vino el director y él me terminó pidiendo perdón. Quiso hacer una avivada. Después terminamos teniendo una buena relación porque se sinceró y se avergonzó de haberlo hecho. Era un modus operandi antiguo”, cuenta.

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En Generacion­es, el telefilm que se verá este domingo
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