Taylor Swift quiere detectar acosadores
La artista dispuso un software que reconoce rostros en el ingreso de sus shows
Los alrededores de los últimos conciertos de Taylor Swift fueron tan pensados y controlados como el espectáculo que se presenta en el escenario. Más allá de los puestos de merchandising tradicionales, los puntos para hacerse de selfies y las pulseras iluminadas, sorprende algo más. Todo empezó cuando Swift actuó en el Rose Bowl de Los Ángeles el 18 de mayo en un espacio donde los fanáticos podían ver los clips sobre los ensayos de la megaestrella en un quiosco especial.
Lo que no sabían los asistentes al show que esa instalación era una cámara de reconocimiento facial que tomaba fotografías y hacía referencias cruzadas entre las imágenes con una base de datos ubicada en Nashville con las referencias de cientos de acosadores de Swift, según informó la revista Rolling Stone.
Mike Downing, director de seguridad de Oak View Group, una empresa de seguridad que asesora a lugares como el Madison Square Garden y LA’s Forum, le confió a la Rolling Stone: “Todos los que pasaban se detenían y observaban los clips, eran reconocidos y el software comenzaba a funcionar”.
Si bien algunos han expresado preocupaciones sobre la privacidad, la propiedad y el almacenamiento de las imágenes, los conciertos son eventos técnicamente privados y Swift no tendría la obligación de notificar a los poseedores de entradas que pueden ser vigilados.
Sucede que Swift tiene una serie de acosadores conocidos. En septiembre pasado, recibió una orden de restricción contra Eric Swarbrick, quien la había estado acosando con cartas que amenazaban con su violación y asesinato desde 2016. En abril pasado, Julius Sandrock, de 38 años, fue arrestado frente a su casa en Beverly Hills. Llevaba una máscara, tenía un cuchillo en el auto y le dijo a la policía que había conducido desde Colorado para visitar a la cantante. Swift logró una orden de restricción contra él en mayo. También Mohammed Jaffar fue condenado por robo a seis meses de cárcel y cinco años de libertad condicional después de aparecer en la casa de Swift en Nueva York cinco veces en dos meses.