Este año, la mujer fue protagonista de la escena teatral
Más actrices, directoras y autoras estuvieron en el eje de la escena no solo a través de la sororidad sino de trabajos destacables desde lo artístico
“Cuando los productores se apiolen estaremos a la cabeza porque somos expertas en tareas múltiples”
“La revolución verdadera estará ganada cuando el salario sea igual”
Cuenta siempre el empresario y productor teatral Carlos Rottemberg que quienes sacan las entradas son, en general, las mujeres. Ellas eligen las obras, agrupan a la manada e incentivan los planes. Son ellas, también, quienes de manera ecuánime buscan la mejor opción para el grupo. Van solas, con amigas, en pareja. Lideran de forma silenciosa la salida. La comandan. A este dato de color se le suma uno duro, la última encuesta de consumos culturales de la Secretaría de Cultura de la Nación afirma que 2017 tuvo un 24% más de espectadoras que de hombres. Sin embargo, hasta hace muy poco no eran ellas quienes dirigían las grandes obras ni quienes encabezaban las marquesinas brillantes de la calle Corrientes. No es que el panorama haya cambiando por completo pero este año que termina quedará en el recuerdo como la punta de lanza del gran cambio que se viene. Impulsado por una creciente ola femenina que reclama y pide un lugar, pisa fuerte, y por un 2017 que dejó entrever un verdadero cambio cuando, por ejemplo, se le otorgó el ACE de oro, el mayor galardón para el teatro, a una directora mujer: Corina Fiorillo, que había dirigido ese año El avaro, de Molière en una de las salas del Complejo Teatral de Buenos Aires, entre muchos otros proyectos.
“Fue un año muy positivo, nos falta un montón pero me siento aunada, encontrada, con ganas de buscar la voz de cada mujer –cuenta Fiorillo–. Con preocupación sobre por dónde pasa mi propia voz, pero creo que el solo hecho de preocuparse es el primer paso de todo. Nunca el primer paso va a ser una respuesta sino una pregunta. Y fue un año de empezar a preguntar cosas. Sé que el día en que los productores se apiolen un poquito más vamos a estar a la cabeza de muchos proyectos porque somos expertas en las tareas múltiples, estamos habituadas a dar la teta mientras hamacamos al otro hijo, a hacer la tarea con este y escuchar en la tele lo que están informando sobre nuestro trabajo. Y esto es un gran valor”.
Al teatro oficial y comercial llegaron por fin nombres femeninos. Autoras, directoras, elencos íntegros compuestos por mujeres y, lo más importante, una revisión de ciertos temas que durante siglos se habían mantenido estáticos. La mujer que desafió las reglas de la Iglesia Católica y que en el siglo XVI se animó a fundar 17 conventos, Teresa de Ávila, en la piel de Marilú Marini en Sagrado bosque de monstruos; doce actrices (incluyendo seis niñas) protagonizando Tiestes y Atreo, como ocurrió con La vida extraordinaria, de Mariano Tenconi Blanco, con Valeria Lois y Lorena Vega (todas estrenadas en el Teatro Nacional Cervantes) y en Cae la noche tropical, de Santiago Loza, con Leonor Manso, Ingrid Pelicori y Fernanda Orazi, en el San Martín. Pero, además, aparecieron obras escritas por mujeres: en la retrospectiva de las obras del grupo Piel de Lava en el Teatro Sarmiento (Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes y Valeria Correa) y el estreno de Petróleo, coronando esta revisión que se repondrá en febrero en la sala Casacuberta del San Martín; Animal romántico, de Agostina Luz López: En lo alto para siempre, de Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas; El hombre que perdió su sombra, dirigida por Eleonora Comelli y Johanna Wilhelm, todas estas del Cervantes; Pundonor, de Andrea Garrote al Cultural San Martín. Son solamente algunos títulos y nombres en la escena oficial que cierran un año diferente, que promete pero que, sobre todo, reclama una verdadera transformación en las estructuras.
“Sin dudas es positivo que estemos más visibilizadas pero es importante no perder de vista que es producto de nuestro trabajo y militancia y que no hay que aflojar porque la desigualdad estructural sigue existiendo –afirma Mariela Asensio, dramaturga, directora, actriz e integrante de la Fundación Somi que tiene a su cargo la dirección del Teatro del Pueblo–. Este año hice un relevamiento a propósito del proyecto de ley de paridad teatral para el Complejo Teatral de Buenos Aires para saber qué número de mujeres registra obras, con fecha de estreno asegurada, en Argentores. Resulta que había un porcentaje alto, prácticamente parejo. Entonces la pregunta era ¿en qué circuito estrenamos si no estamos ni en el teatro oficial ni en el comercial? Esto revela que no hay menos mujeres ni escribiendo ni dirigiendo pero sí que somos menos las que ocupamos espacios en trabajos remunerados, en circuitos que no son autogestionados”.
Seremos millones
Aunque siguen siendo minoría, las mujeres también acceden a algunos cargos en la gestión cultural: tanto al frente del Teatro Regio, como del Sarmiento, De la Ribera, Colón, 25 de Mayo; en el Cervantes son nueve las que tienen cargos con toma de decisiones. Mujeres que se animan a ser productoras, que encabezan el año próximo marquesinas con fuerza como Natalia Oreiro, en Hello, Dolly! y Florencia Peña, en Cabaret. Y la creación en abril de este año del colectivo Actrices Argentinas surgido para apoyar en prin- cipio el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo y se mantiene firme actuando en otras causas, como la reciente denuncia a Juan Darthés por violación.
“Algo empezó a virar en estos años y sobre todo con el pensamiento feminista más cuestionador y combativo sobre lo que está tomado como natural, en relación a eso las mujeres obtuvimos ahora un espacio más visible o pudimos ocupar espacios públicos –cuenta Pilar Gamboa–. Eso nos pasó a nosotras con Piel de Lava, que somos un colectivo enteramente femenino y que venimos trabajando hace 16 años, cuando nos surgió la posibilidad de la retrospectiva con una curadora mujer, Vivi Tellas, en un teatro como el Sarmiento que tuvo este año casi toda la programación de mujeres. Nos preocupa por qué tanta desproporción si las mujeres nunca dejamos de hacer. La revolución verdadera estará ganada cuando el salario sea igual, cuando lo que valga sea el puesto y no quién lo ocupa. Pero es una mancha de tinta en un secante”. Piel de Lava estrenó este año Petróleo, una obra sobre el universo masculino que pone de manifiesto las prácticas y costumbres instaladas e incuestionables que vistas desde otra óptica se revelan fuertemente. “Lo primero que ya es interesante de Petróleo es que se trata de mujeres haciendo de varones y eso no es común, siempre los hombres hicieron de mujeres. Hay muchos más hombres que se animan a ser mujeres, el hombre tiene de entrada más libertad y arrojo porque se sabe con más derecho. Cuando el hombre hace de mujer hay parodia y distancia, como diciendo ‘las minas son así’. Nosotras, como premisa y apelando al humor, intentamos darle cierta humanidad a esos personajes sin perder la mirada crítica”, sentencia Gamboa.
Este año que se termina tuvo, además, dos noticias que impactaron fuertemente en la comunidad teatral. Por un lado, la suspensión a pocos días del estreno de Esperando a Godot, de Beckett, en el Teatro San Martín, porque la versión propuesta por Pompeyo Audivert implicaba un cambio de género. La agencia que custodia los derechos del autor revocó la autorización por este motivo. “Costó entender desde el teatro que había ahí una cuestión de género –reflexiona Analía Couceyro, quien iba a participar del montaje y, además, es una de las protagonistas de Tiestes y Atreo–, la lectura fue que era una cuestión de derechos de autor, que lo es, y también hay mucho por discutir al respecto, pero no se puede obviar que ya el hecho de definir el género de les interpretes es algo anacrónico. Todavía cuesta desarraigar el lugar de supremacía del texto, como si hubiera que defender la obra escrita antes que la combinación de cuerpos que la crean en el vivo”. Actualmente trabaja junto con Albertina Carri en un proyecto que estrenarán como directoras el año entrante en el Cervantes
Por otro lado, la muerte de Omar Pacheco, reconocido director teatral y dueño de la sala La Otra Orilla, luego de un escrache público de parte de la comunidad teatral que lo acusaba de maltrato, abuso, estafa, manipulación psicológica y un largo etcétera. “Todos venimos pensando mucho en Pacheco, hay una sensación de poder decir y enfrentar cosas que se daban por sentadas, maltratos que se pensaban inherentes a la creación y de a poco se van desnaturalizando. En el caso de Pacheco es muy terrorífico el desenlace, montar la escena del suicidio es irse de la escena de conflicto y dejar solas a las víctimas, ahora acusadas por un interlocutor fantasma, y por ende, imposible de encarar”, se anima a formular Couceyro como representante de muchas voces.
El off mientras tanto seguirá siendo ese reducto de resistencia en el que se formulan más preguntas que certezas, allí donde se puede reclamar un cambio, una Helena de Troya que pide por primera vez en la historia que se escuche su versión de los hechos en Juicio a una zorra, o una mujer que se anima a decir: “Soy madre, listo. Me arrepiento, pero ni siquiera lo puedo decir” en Matate amor, o una veintena de mujeres que han cambiado la historia pero que no han sido honradas ni celebradas como se merecen en Vientre y un sinfín de historias que vienen a patear el tablero, de forma manifiesta o trayendo temas y visiones de mundo de una manera distinta, ni mejor, ni peor, no se le pide moral al arte sino, en todo caso, apertura.