LA NACION

Diez años de una usina cultural en Caballito

La sala Oeste funciona con teatro y danza, en el Mercado del Progreso

- Leni González Carlos Pacheco

Roberto Arlt quiso que el protagonis­ta de su novela El juguete rabioso vendiera papel de diarios a los puestos de carne y pescado del Mercado del Progreso, genealogía literaria que los comerciant­es del histórico centro comercial de Caballito, fundado en 1889, reconocen como una señal que no podía ignorarse. Uno de ellos, el carnicero Alfredo Andrada, actor, filósofo y milonguero, más de diez atrás motorizó el sueño de reciclar para el arte el abandonado primer piso del Mercado. El ofrecimien­to estaba pero había que animarse. Y las directoras y docentes de teatro Graciela Camino y Emilia Bonifetti se animaron a levantar su propia sala, Oeste Usina Cultural, en el corazón de Primera Junta, entre negocios y líneas de colectivos.

“Cuando llegamos, esto era Kosovo”, dice Camino y mira alrededor de su lugar: dos salas amplias y un living que dan al pasillo balcón, en damero blanco y negro, que rodea el gran pabellón central del mercado. La entrada individual, la escalera metálica, el piso de madera, la tapicería de los sillones ni imaginan el ruido mañanero de la feria. “En 2007, cuando buscábamos dónde ubicar nuestra sala, tuvimos la suerte de encontrarn­os con esto, un espacio que se había construido como vivienda para los puesteros, en su mayoría inmigrante­s, pero después fue descuidado y abandonado”, dice Bonifetti que comenzó como asistente de dirección de Camino. Ambas trabajaron juntas mucho tiempo en El Excéntrico de la 18, la sala de Cristina Banegas, una de sus referentes.

“Alfredo Andrada es nuestro carnicero ángel guardián, el puente que permitió que fuera posible. Sacamos un crédito, nos dieron un año de gracia y en 2008, largamos. Somos las segundas en ocupar este piso porque el primero, en el otro extremo del pasillo, es el historieti­sta Marcelo Dupleich con la escuela de dibujo La ola”, dice Camino, directora de Formas de hablar de las madres de los mineros, Hechas contra el decoro, Ranqueles y, entre otras, la última, Pavlovsky en fuga.

Integrante­s del colectivo Escena (Espacios Escénicos Autónomos), el off del off, fuera de circuitos teatrales tradiciona­les, las dos defienden la sustentabi­lidad del teatro independie­nte, la autogestió­n y la cooperativ­a como estrategia­s para salir adelante. “Hay formas dinámicas de gestión y negociació­n para ganar terreno y lograr continuida­d. Buscamos que esta sala sea un lugar de encuentro, de discusión, de generación de contenidos y experiment­ación, sin esperar que nos llamen. También definición sobre esa búsqueda porque mostramos nuestras produccion­es o aquellas que conocemos o seguimos. No porque esté mal lo contrario sino porque no podemos elegir o juzgar lo de otros si no seguimos ese proceso creativo”, dice Bonifetti, directora de Los subalterno­s, de Diego Morán Vera, y docente en la Universida­d Nacional de San Martín.

Fuera de las lógicas comerciale­s, en Oeste además de la programaci­ón teatral, hay talleres de formación actoral y de literatura, encuentros musicales, poesía, charlas y todo lo que permita reflexiona­r sobre la mirada de los artistas.

“Es una decisión hacer un teatro en este lugar. No todo está en el Abasto. La visibiliza­ción es muy difícil con los medios que contamos. Queremos que los vecinos se acerquen, que sepan que esta puerta es un teatro que aspira a la excelencia trabajando con elementos básicos”, dicen las gestoras de Oeste, a media cuadra del subte una invitación para escapar del centro y sus caras rutinas sin sorpresa.

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RodRigo Néspolo Las directoras Camino y Bonifetti

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