La silenciosa e imparable revolución de los perennials
La longevidad, sustentabilidad y buen vivir han sido temas importantes para los pensadores de todos los tiempos. Al analizar los ciclos de la vida humana y su duración, encontramos en un terreno rico en diversidad. Entonces, ¿qué hay de nuevo con respecto a la vejez y el envejecimiento? ¿Por qué hablamos ahora de revolución?
El envejecimiento es un proceso universal, continuo y progresivo, que lleva a la muerte de los organismos biológicos. Eso es inamovible. La vejez, en cambio, es un concepto social que difiere según épocas y culturas. En las antiguas y actuales sociedades asiáticas y africanas, y en nuestros pueblos originarios, las perspectivas de la vejez se asocian a cualidades milagrosas, respeto, sabiduría, dignidad, serenidad, consejo. El diálogo de la vejez, de Cicerón, es una apología del envejecimiento, muestra las facetas positivas de esa etapa de la vida y refuta algunas de las razones que se esgrimían en esa época en contra de ella. Sin embargo, la mirada de Cicerón resulta excepcional, ya que la posición más generalizada en Occidente es negativa respecto de la vejez. Se la asocia principalmente con enfermedad, decrepitud, pobreza y vulnerabilidad.
Aunque a lo largo de la historia el rechazo y las alabanzas a la vejez siempre están presentes, lo que de- que no hay vejez sino vejeces, hoy más que nunca conviene preguntarse si los cambios culturales, las formas de pensar y actuar acompañan la escala social y la esfera privada del envejecimiento. Queremos vivir más, pero no envejecer. Pero una comprensión genuina del proceso generalizado de aumento de la esperanza de vida exige afrontar la vejez de otra manera.
Hay economistas que hablan de la revolución senior con simpatía. Otros estudian la silver economy y alertan sobre los sistemas de protección social. Pero aceptan que la revolución es silenciosa, y que la perspectiva negativa sobre la vejez es preponderante. Peor aún: no genera ninguna controversia. Los argumentos que consideran la vejez no un logro sino una etapa miserable de la vida, un problema imposible de afrontar por nuestras comunidades, una catástrofe para la seguridad social son aceptados sin dudar por una mayoría, a pesar de que muchos no se sostienen.
¿Cómo explicar la preeminencia de esta perspectiva catastrofista? Según la sociología, existen nuevas maneras de envejecer pero están invisibilizadas. Hoy se habla de una nueva ancianidad y emergen modelos en los que criterios como la edad resultan cada vez más limitados e insatisfactorios. Hay otras categorías que se ubican por fuera del criterio cronológico y se focalizan en los intereses. Así surge el concepto de personas perennials. Se acepta que hay un envejecimiento del envejejar– cimiento y, paradójicamente se afirma que las personas ancianas están rejuveneciendo. Estos datos surgen incluso de los estudios sobre aquellas que son centenarias. Actualmente, el estudio de la ancianidad ofrece otras perspectivas. María Teresa Bazo, catedrática española de sociología, una referente en la materia, afirma que se tiende a considerarla más en términos de potencialidad que de decrepitud/plenitud, más como un período de satisfacción que de tristeza/ gozo. Incluso se prefiere hablar de estar y sentirse bien más que de padecer enfermedad o tener una salud plena.
Ahora que la longevidad se ha convertido en el destino de una gran mayoría, es imprescindible modificar la perspectiva de la vejez. Las personas mayores se están transformando en una fuerza social (senior power) con características nunca vistas. En esta realidad, el modelo de la vejez en nuestro país no solo atrasa y resulta erróneo en sus premisas, sino que tampoco es neutro y tiene consecuencias. Nos paraliza y genera sufrimiento individual y familiar innecesario, obstaculiza la creatividad de la sociedad civil y de las políticas públicas y detiene la innovación económica, empresarial, gubernamental y comunitaria.
En otras palabras, restringe las estrategias de enfoque positivo con las que podríamos responder y acompañar esta revolución. Para que el cambio sea posible, hay que ser críticos y alzar la voz. Ya es momento de explorarlo y, en lo personal y colectivo, animarnos a decir: ¡Viva la longevidad!