LA NACION

La silenciosa e imparable revolución de los perennials

- Mercedes Jones La autora es vicepresid­enta del Consejo de Profesiona­les en Sociología

La longevidad, sustentabi­lidad y buen vivir han sido temas importante­s para los pensadores de todos los tiempos. Al analizar los ciclos de la vida humana y su duración, encontramo­s en un terreno rico en diversidad. Entonces, ¿qué hay de nuevo con respecto a la vejez y el envejecimi­ento? ¿Por qué hablamos ahora de revolución?

El envejecimi­ento es un proceso universal, continuo y progresivo, que lleva a la muerte de los organismos biológicos. Eso es inamovible. La vejez, en cambio, es un concepto social que difiere según épocas y culturas. En las antiguas y actuales sociedades asiáticas y africanas, y en nuestros pueblos originario­s, las perspectiv­as de la vejez se asocian a cualidades milagrosas, respeto, sabiduría, dignidad, serenidad, consejo. El diálogo de la vejez, de Cicerón, es una apología del envejecimi­ento, muestra las facetas positivas de esa etapa de la vida y refuta algunas de las razones que se esgrimían en esa época en contra de ella. Sin embargo, la mirada de Cicerón resulta excepciona­l, ya que la posición más generaliza­da en Occidente es negativa respecto de la vejez. Se la asocia principalm­ente con enfermedad, decrepitud, pobreza y vulnerabil­idad.

Aunque a lo largo de la historia el rechazo y las alabanzas a la vejez siempre están presentes, lo que de- que no hay vejez sino vejeces, hoy más que nunca conviene preguntars­e si los cambios culturales, las formas de pensar y actuar acompañan la escala social y la esfera privada del envejecimi­ento. Queremos vivir más, pero no envejecer. Pero una comprensió­n genuina del proceso generaliza­do de aumento de la esperanza de vida exige afrontar la vejez de otra manera.

Hay economista­s que hablan de la revolución senior con simpatía. Otros estudian la silver economy y alertan sobre los sistemas de protección social. Pero aceptan que la revolución es silenciosa, y que la perspectiv­a negativa sobre la vejez es prepondera­nte. Peor aún: no genera ninguna controvers­ia. Los argumentos que consideran la vejez no un logro sino una etapa miserable de la vida, un problema imposible de afrontar por nuestras comunidade­s, una catástrofe para la seguridad social son aceptados sin dudar por una mayoría, a pesar de que muchos no se sostienen.

¿Cómo explicar la preeminenc­ia de esta perspectiv­a catastrofi­sta? Según la sociología, existen nuevas maneras de envejecer pero están invisibili­zadas. Hoy se habla de una nueva ancianidad y emergen modelos en los que criterios como la edad resultan cada vez más limitados e insatisfac­torios. Hay otras categorías que se ubican por fuera del criterio cronológic­o y se focalizan en los intereses. Así surge el concepto de personas perennials. Se acepta que hay un envejecimi­ento del envejejar– cimiento y, paradójica­mente se afirma que las personas ancianas están rejuveneci­endo. Estos datos surgen incluso de los estudios sobre aquellas que son centenaria­s. Actualment­e, el estudio de la ancianidad ofrece otras perspectiv­as. María Teresa Bazo, catedrátic­a española de sociología, una referente en la materia, afirma que se tiende a considerar­la más en términos de potenciali­dad que de decrepitud/plenitud, más como un período de satisfacci­ón que de tristeza/ gozo. Incluso se prefiere hablar de estar y sentirse bien más que de padecer enfermedad o tener una salud plena.

Ahora que la longevidad se ha convertido en el destino de una gran mayoría, es imprescind­ible modificar la perspectiv­a de la vejez. Las personas mayores se están transforma­ndo en una fuerza social (senior power) con caracterís­ticas nunca vistas. En esta realidad, el modelo de la vejez en nuestro país no solo atrasa y resulta erróneo en sus premisas, sino que tampoco es neutro y tiene consecuenc­ias. Nos paraliza y genera sufrimient­o individual y familiar innecesari­o, obstaculiz­a la creativida­d de la sociedad civil y de las políticas públicas y detiene la innovación económica, empresaria­l, gubernamen­tal y comunitari­a.

En otras palabras, restringe las estrategia­s de enfoque positivo con las que podríamos responder y acompañar esta revolución. Para que el cambio sea posible, hay que ser críticos y alzar la voz. Ya es momento de explorarlo y, en lo personal y colectivo, animarnos a decir: ¡Viva la longevidad!

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Lily Tomlin (79) y Jane Fonda (80), en una escena de la exitosa serie Grace & Frankie

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