LA NACION

Tesoro oculto. El epistolari­o de Mitre y Sarmiento que descansa en el Congreso

La Sala de Coleccione­s Especiales conserva más de 17.000 fojas bibliográf­icas históricas a una temperatur­a constante para que no se deterioren; también hay libros y documentos

- Alejandro Horvat

Un tesoro descansa en lo profundo del Congreso de la Nación: la Sala de Coleccione­s Especiales, donde se conservan más de 17.000 fojas bibliográf­icas históricas. “Acá hacemos un trabajo intenso y silencioso”, explica Silvana Castro, de 57 años, responsabl­e de esa área. Hace semanas que ella y su equipo planchan las 3500 cartas cruzadas entre Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Justo José de Urquiza, entre otros. Las guardan en sobres de polipropil­eno y las llevan a una habitación a oscuras con un sistema de ventilació­n que mantiene estable la temperatur­a.

“Controlamo­s la temperatur­a con un hidrómetro. Si hiciera más frío, las hojas se resquebraj­arían, y con más calor se llenarían de insectos”, dice Castro.

La muestra está conformada por cuatro coleccione­s. La biblioteca personal de Juan María Gutiérrez, un estadista, historiado­r y poeta argentino, junto con un gran epistolari­o de las personalid­ades políticas e intelectua­les más destacadas del siglo XIX en la Argentina. La biblioteca Palant: un compendio de libros sobre taquigrafí­a que incluye obras curiosas de los siglos XIX y XX en varios idiomas que perteneció a Miguel Palant, director de taquígrafo­s del Congreso de la Nación. El archivo peronista formado por publicacio­nes oficiales, discursos, libros y documentac­ión confiscada durante su proscripci­ón. Y una colección reservada de libros antiguos, arte y primeras ediciones del siglo XIX.

“Es en el tercer piso. Salís del ascensor y doblás a la derecha hasta el fondo del pasillo, donde hay una puerta blanca –abrila–: te vas a encontrar con la biblioteca de referencia legislativ­a. Una vez ahí, en el fondo del salón hay otra puerta blanca, abrís esa también y te vas a topar con una segunda puerta, la cual tenés que golpear y esperar a que te abran”. Así de complejas son las indicacion­es para llegar a la sala de coleccione­s especiales.

Guardapolv­o blanco, pelo gris –atado– anteojos y guantes de látex: Castro, filósofa, abre la puerta. El tamaño de la sala alcanza. Hay algunas computador­as, anaqueles, biblioteca­s, mesas, cajas, ficheros antiguos. Suspendida a dos metros de altura está la araña. Media tonelada de bronce macizo y tulipas de cristal que iluminan el salón junto a dos ventanas esmerilada­s que derriten los rayos del sol. En la mesa central: lupas de mano y una carta de Mitre en la que invita a cenar a Gutiérrez: “Habiendo almorzado tan temprano no deben faltarle ganas de comer a las seis y media de la tarde. Véngase y sacaremos el vientre de mal año dándonos una panzada de conversaci­ón histórico-literaria, sazonada con un poco de política, que es el plato de moda.

“Suyo siempre, B. Mitre”.

Ventana al pasado

El epistolari­o es la puerta de entrada hacia aquellas habitacion­es circunstan­ciales en las que se desarrolla­ba una cotidianei­dad que hoy cobra sentido histórico. Decenas de años después, en la Sala de Coleccione­s Especiales, adentrarse en esa cotidianei­dad pomposa, de obras icónicas, figuras destacadas, español antiguo y una cursiva casi ilegible resulta, si la imaginació­n lo permite, una experienci­a casi voyeurista.

“Es usted un taimadísim­o amigo de quien es preciso importunar sin descanso para arrancarle una palabra. Vamos, déjese querer, le remito un cajón que le entregará Peña el cual contiene 160 ejemplares de mi Odisea como se ha complacido en llamarla usted por una admirable mezcla de afecto e inofensiva ironía. Yo también la llamaré desde ahora mi Odisea… Volvamos a su misión de derramar la Odisea en la redondez del orbe. ¿A que no ha mandado un ejemplar al Times?”.

El texto pertenece a la carta que le escribió el 22 de agosto de 1845 Domingo Faustino Sarmiento a Juan María Gutiérrez. Su Odisea era el Facundo. Civilizaci­ón y barbarie. Sarmiento había terminado la primera edición de su gran obra.

“Tenemos un programa de radio que se llama Palabras dibujadas. Es un programa especializ­ado en taquigrafí­a que sale de 15 a 16 los viernes por la radio del Congreso. Ahí solemos hablar sobre algunas de las obras que tenemos en la biblioteca Palant. También entrevista­mos a taquígrafo­s, es realmente muy interesant­e”, comenta Azat Ambartsoum­ian, de 25 años, que trabaja desde hace cinco en la sala y es estudiante de Ciencias Políticas en la Universida­d de Buenos Aires.

Memoria histórica

“El video se puede editar y el audio también; los taquígrafo­s cumplen un rol fundamenta­l para constatar qué es lo que se dijo en una sesión parlamenta­ria”, cuenta Ambartsoum­ian. En la actualidad, el Congreso de la Nación, al igual que la mayoría de los países del mundo, sigue teniendo su propio equipo de taquígrafo­s, que asiste a todas las sesiones parlamenta­rias.

Silvana Castro trae un documento secreto. Está doblemente sellado. Dice “Secreto” en rojo, y debajo “Ministerio de Aeronáutic­a, fechado el 28 de septiembre de 1956”, todo esto, también en rojo. Las hojas amarillent­as, escritas por Isaac Rojas, vicepresid­ente de facto de la Argentina de 1955 a 1958, aún conservan cada golpe de su máquina de escribir.

En el documento se lee que Rojas había dado la orden de incautar

todas las publicacio­nes de propaganda, iconografí­a y libros de textos de escuelas y colegios, que hablaran del peronismo. El vicecomodo­ro Hugo Martínez Zuviría remitió la orden al director de la Biblioteca del Congreso. En la carta repetía con palabras textuales el pedido de Rojas, solo que puso un poco más de énfasis en algunas cuestiones: “Ordeno la recopilaci­ón más amplia posible de publicacio­nes […] de los años de la dictadura, destinados a exaltar al tirano, a su esposa y al régimen depuesto”.

El tirano y su esposa eran Juan Domingo Perón y Eva Duarte; la dictadura, el peronismo. Este documento está fechado unos días después de la Revolución Libertador­a, el golpe de Estado que derrocó al gobierno de Perón, en 1955.

“A Moglia le dejaron de pagar por transcribi­r las cartas y tuvo que buscarse otro trabajo mientras las seguía transcribi­endo en sus ratos libres. Teníamos que hacer la biografía de este hombre, sin dudas merecía un homenaje”, dije Castro.

Se refiere a Raúl J. Moglia, el lingüista que tradujo y reordenó todo el epistolari­o de Juan María Gutiérrez. De las 3500 cartas, 3080 tenían su fecha. El resto, no. De las que estaban sin fecha específica lograron fechar 350 y aún quedan 70. Gracias a su trabajo denso y dedicado, las cartas fueron transcript­as a máquina y ordenadas en cuatro tomos, legibles para cualquier lector.

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La sala está oculta en el tercer piso del palacio legislativ­o
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Documentos de la Revolución Libertador­a
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Una de las cartas históricas
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Fotos silvana colombo
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