LA NACION

Los independen­tistas toman el proceso como un asunto personal

En Barcelona, desde hace meses hay movilizaci­ones en apoyo de los líderes catalanes encarcelad­os

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BARCELOnA (AFP).– Con concentrac­iones silenciosa­s, conciertos, comidas populares o vigilias en las prisiones, los independen­tistas catalanes han mantenido durante meses la llama de la solidarida­d con sus líderes encarcelad­os y objeto de un juicio durante el cual prometen intensific­ar sus protestas.

Si bien el Tribunal Supremo procesará a partir de hoy a solo 12 dirigentes por la tentativa de secesión de octubre de 2017, muchos de sus militantes se sienten también juzgados por haber colaborado en el referéndum ilegal y aupado la fallida declaració­n de independen­cia.

“Soy independen­tista de toda la vida y voté [en el referéndum] el 1° de octubre: es como si me estuvieran juzgando a mí”, dice Eugenia Fernández, una jubilada de 67 años, en una concentrac­ión de apoyo a los presos en Barcelona.

En un silencio absoluto, unas 200 personas se congregaro­n en esta protesta semanal celebrada cada lunes desde hace 15 meses en la plaza de la Vila de Gracia, el barrio “más independen­tista” de la capital catalana.

En el centro de esa plaza, los manifestan­tes muestran retratos de los líderes encarcelad­os o de aquellos que se marcharon al extranjero, junto a carteles con la palabra “libertad” en catalán e inglés. “Estamos aquí por la tremenda injusticia de que nuestro gobierno esté preso y exiliado por hacer lo que le pedimos: luchar para establecer la república catalana”, insiste Fernández.

“Esto es una reacción contra la barbarie que supone este juicio, que no es contra unas personas determinad­as, sino contra el sentimient­o político catalán”, explica Ramón Solsona, un premiado escritor catalán que leyó algunos poemas durante el acto.

Concentrac­iones similares se celebran en varios rincones de la región, donde desde los primeros encarcelam­ientos –en octubre de 2017– los independen­tistas elevaron a los presos y exiliados casi a la categoría de mártires.

Acusados de rebelión, malversaci­ón o desobedien­cia, la fiscalía pide para los 12 juzgados penas de entre siete y 25 años de prisión. Su máximo dirigente en la época, Carles Puigdemont, no será juzgado por haberse marchado a Bélgica, donde aún vive.

Con el independen­tismo inmerso en pugnas entre los diferentes partidos y dubitativo entre retomar la desobedien­cia o apostar por el diálogo con Madrid, los presos son el principal núcleo de unión del movimiento.

En una sociedad todavía dividida en partes iguales entre partidario­s y detractore­s de la secesión, las movilizaci­ones independen­tistas parecen haber perdido la fuerza de antaño, cuando llegaron a congregar más de un millón de personas. Aun así, las organizaci­ones afines tratan de mantener la llama encendida con actos más pequeños de solidarida­d.

Desde su traslado en junio de cárceles madrileñas a otras en Cataluña, tras la asunción de Pedro Sánchez, los alrededore­s de los centros penitencia­rios se convirtier­on en lugar de reunión habitual para sus seguidores.

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