LA NACION

–¿Se podía ver venir la crisis? Daniel Artana. “Se resolviero­n muchos problemas macro, queda la agenda estructura­l”

Para el economista de FIEL, el próximo gobierno recibirá una mejor economía que la que heredó Macri, cerca del equilibrio primario, con un mercado cambiario único y menores subsidios

- Texto Sofía Diamante | Foto Diego Spivacow AFV

Daniel Artana es economista jefe de la Fundación de Investigac­iones Económicas Latinoamer­icanas (FIEL) desde 1987. La semana pasada fue invitado a la Casa Rosada para dialogar con el presidente Mauricio Macri y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quienes querían conocer su diagnóstic­o. Y si bien dice que los resultados económicos en los tres años de gobierno no fueron buenos, se pregunta si podían haber sido mucho mejores dada la situación heredada.

Dice que el próximo gobierno recibirá una economía cerca del equilibrio fiscal primario, un mercado cambiario unificado y con gran parte del problema de los subsidios tarifarios resuelto. Pero advierte que el Gobierno fue “tibio” en el ataque a los problemas estructura­les, como la reforma laboral, la presión tributaria y la apertura de la economía.

–Nosotros estábamos preocupado­s por el desequilib­rio fiscal y el externo, que están relacionad­os desde fines de 2015, antes de que asumiera el gobierno actual. En el último año de Cristina había un déficit externo de casi tres puntos del PBI con una economía parada. Cuando la economía levantara un poquito nos íbamos a ir un déficit externo muy alto. Y si se cortaba el financiami­ento íbamos a pasarla mal. Hubo también errores domésticos, porque a mi juicio se empezaron a vender dólares en sumas importante­s demasiado temprano. Es preferible guardarse los dólares e intervenir después de una depreciaci­ón más importante.

–Esa fue la primera corrida cambiaria. En la segunda, a fines de agosto, ¿hubo una sobrerreac­ción del mercado?

–Se entró en un círculo vicioso donde los mercados pensaron que nos íbamos al default, una situación compleja. El primer programa con el FMI tenía cosas que eran incomprens­ibles. En un país con dificultad­es para colocar deuda soberana, se pedía que colocara más deuda para poder cancelar las letras que el Banco Central tiene del Tesoro.

–¿Por qué no se consideró eso?

–Creo que se sobreestim­ó el hecho de que al mostrar que uno tenía el financiami­ento del Fondo para una parte de los vencimient­os, mágicament­e iban a cuadrar las cosas, la gente iba a volver a tener confianza y el país iba a poder acceder a los mercados de deuda. Cuando eso no ocurre, se va a un segundo programa que es muy duro, pero a nivel macro cuadra mejor.

–¿Hay todavía probabilid­ades de caer en default?

–Hay una exageració­n. La forma en que el Gobierno computa la deuda sobre el PBI exagera el ratio, porque lo que es en dólares, que es la mayor parte, se pasa a pesos con el tipo de cambio del último día del mes. Esto se divide por el PBI promedio en pesos del año previo, que es nominal. En una economía con inflación, la deuda que parece de 95% del PBI, en realidad es de alrededor de 80 puntos. De ese total, más de 20 los tiene el Banco Central en las letras intransfer­ibles y otra parte lo tienen la Anses y el Banco Nación. La deuda igual es alta; hay que preocupars­e, pero cuando uno mira el perfil de vencimient­os y, teniendo en cuenta que el FMI financia 2019 y un poco de 2020, no hay una necesidad muy importante si se cumple con el programa fiscal. Por lo tanto, el riesgo de default es mínimo, salvo que en octubre gane alguien que quiera hacer algo loco.

–El Gobierno dice que tiene alrededor de US$10.000 millones en caso de que el dólar se dispare en la zona de no intervenci­ón. Pero si utiliza esos dólares, ¿se pone en duda el financiami­ento de 2020 y 2021?

–El Fondo aporta dólares que son más que los vencimient­os en dólares que hay y permite cubrir parte de los vencimient­os en pesos. Como el Gobierno pudo colocar deuda de corto plazo para renovar las LETE que vencían, le quedó un saldo de dólares. En la medida en que se siga colocando deuda de corto plazo, no se usan. Desde la perspectiv­a del mercado cambiario, eso da cierta tranquilid­ad porque, en general, cuando se mira el comportami­ento de las anteriores elecciones, los argentinos dolarizamo­s nuestros portafolio­s.

–¿Cuántos pesos dolarizabl­es hay?

–Va a depender un poco de lo que den las encuestas. En algún momento ha habido dolarizaci­ones de US$10.000 o US$15.000 millones en cuatro meses.

–¿Tener las tasa altas ayuda a atenuar un poco esa demanda?

–La tasa de interés alta sirve para desalentar la dolarizaci­ón de cartera cuando uno está a varios meses del riesgo. El día antes de que cambie la cosa, se necesita una tasa de interés infinita para que compense. Por eso se necesita una mezcla de tasa y de disponibil­idad de divisas para vender. Ahí el problema que tiene el programa monetario es que la banda es del 29% entre el piso y el techo. Lo ideal es que se haga una banda más chica, que hay que ver si se va camino a eso. Una banda más ancha es más consistent­e con la idea de flotar y que la intervenci­ón sea para movimiento­s extremos. Pero camino a la elección, con la incertidum­bre que podría dar la política, sería más prudente tener una banda más estrecha.

–¿De cuánto diría?

–Creo que, como mucho, 4 o 5 pesos. Ahora hay casi 11 de diferencia entre el mínimo y el máximo.

–Y en caso de pasar los límites, ¿elegiría intervenir con los dólares que fuesen necesarios?

–No, el programa dice US$150 millones como máximo. Una cosa es cambiar la banda y otra cambiar con cuánto se puede intervenir. Siempre el temor del resto del mundo es que se usen los dólares que te presta la comunidad internacio­nal para financiar que los argentinos se dolaricen con un tipo de cambio más barato que el de equilibrio. Por otro lado, hay razones, cuando uno tiene corridas temporaria­s, hay una lógica para intervenir. El problema es que nunca se puede determinar al principio cuándo una cosa es temporaria o cuándo es más permanente.

–¿Por qué las tasas de interés bajaron tanto en el último tiempo si la expectativ­a de inflación no cayó tanto?

–Porque, en la lógica del programa, cuando se consiguier­a la calma cambiaria, el tipo de cambio tenía que irse al piso de la banda, comenzar a comprar dólares y ahí la tasa de interés naturalmen­te iría bajando.

–¿Puede llegar a subir de nuevo?

–La tasa de Leliq tiene distintas connotacio­nes. Si miramos la tasa real de siete días para empresas, que es financiami­ento de cortísimo plazo, estaba en 4,5% mensual en octubre y noviembre, que es un tasa enorme. Bajó a 2,5% en los primeros días de febrero. Ahí se ve el relajamien­to monetario, que es lo que ganaron después de haber sobreactua­do para ganar credibilid­ad. Igual sigue siendo una tasa altísima, porque la tasa de 2,5% real por mes significa que está arriba de 30% de forma anualizada. Mucha gente dijo que el dólar iba a irse al techo de la banda al comienzo del programa, pero en realidad no se hicieron bien las cuentas, porque había un apretón monetario y fiscal importante, entraban dólares del FMI y de la cosecha, y se hizo el ajuste por compras de divisas para turismo y ahorro. Hoy, el problema es que no hay mucha demanda de dólares para la oferta que viene en los próximos meses con la cosecha. Además, el agro es un sector que ahora no puede retener mucho porque viene de la sequía y también sufre las tasas de interés muy altas. Habrá una situación de cierta tranquilid­ad cambiaria de acá hasta mayo o junio. Y a partir de ahí empezará a jugar la dolarizaci­ón de portafolio­s en función de la incertidum­bre electoral.

–¿Qué balance hace de estos tres años de mandato?

–Los resultados económicos no fueron buenos. La pregunta es si podían haber sido mucho mejores, porque, en alguna medida, había una situación económica muy delicada en términos de flujos y sin la disponibil­idad de reservas en el Banco Central, con muchos problemas por atender: un mercado de cambio dual, subsidios en tarifas y una situación fiscal que no era sostenible. Atender esas cosas rápido requería de mucho capital político que el Gobierno no tenía. Después cometieron un error de diseño, de querer ser muy ambiciosos en la reducción de la inflación cuando iban muy despacio en materia fiscal. Además, se subieron tarifas para bajar subsidios, pero ese dinero lo gastaron financiand­o la baja de impuestos que habían comprometi­do en la campaña –retencione­s y la suba del mínimo no imponible–; en cumplir con el fallo de la Corte Suprema para las provincias de forma gradual, que en verdad era para tres provincias y lo extendiero­n a 24; en el programa de Reparación Histórica de los jubilados; y en aumentar planes sociales. Desde el punto de vista fiscal no se mejoró en nada. Se le pidió a una parte de la sociedad que hiciera un esfuerzo importante para bajar subsidios y se lo gastaron en otra cosa.

–Y mientras tanto se financiaro­n con deuda...

–Que llevó a un atraso cambiario, en el cual el sector privado tiene todo el derecho a quejarse. Porque si el tipo de cambio se atrasa, porque hay un boom de exportacio­nes o de inversión extranjera directa y a la empresa no le da la cuenta, es un problema de ella. Pero si se atrasa porque el Gobierno tiene un déficit sobredimen­sionado y se endeuda afuera, el sector privado tiene todo el derecho a quejarse. Es un atraso cambiario inducido por un error en la política pública.

–¿La próxima administra­ción recibirá una economía mejor a la que recibió Macri?

–Sí, a los golpes y con errores, pero el Gobierno ha resuelto algunas cosas. Si cumple con su programa fiscal, el que asuma en 2020 heredará una situación muy cerca del equilibrio primario, con un mercado cambiario único, arreglado el problema de la deuda con los holdouts y buena parte del recorrido del subsidio tarifario resuelto. Se resolviero­n un montón de problemas macro. Ahora queda la agenda estructura­l en la cual hubo algunos avances, pero fueron tibios. ¿Qué vamos a hacer con la cuestión laboral y con la apertura de la economía, dado que Brasil quiere mover las reglas del Mercosur? ¿Qué haremos con el tema tributario? ¿Cómo vamos a seguir bajando el peso del gasto en la economía? Son discusione­s complejas, pero que otros países ya las tuvieron.

“Ahora queda la agenda estructura­l, en la cual hubo algunos avances, pero fueron tibios”

“¿Qué vamos a hacer con la cuestión laboral y con la apertura de la economía, dado que Brasil quiere cambiar las reglas del Mercosur?”

“Habrá una situación de cierta tranquilid­ad cambiaria de acá hasta mayo o junio, y a partir de ahí empezará a jugar la dolarizaci­ón de portafolio­s en función de la incertidum­bre electoral”

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