LA NACION

Árboles a cambio de subsidios

- Carlos Eduardo Libedinsky —PARA LA NACION—

Laorganiza­ciónambien­talista Greenpeace denunció que en 2018 la superficie deforestad­a ilegalment­e de bosques protegidos de Salta, Santiago del Estero, Formosa y Chaco fue equivalent­e a dos veces el territorio de la ciudad de Buenos Aires. He leído también que el 70% de lo que el Gobierno recauda está aplicado a fines sociales, dentro de los cuales, en una gran medida, se encuentran subsidios, planes para desocupado­s y otros paliativos comunitari­os.

Dentro de esas erogacione­s, existen algunas muy justificad­as y también otras que no lo son, y que desalienta­n el recurso número uno que tiene cada sociedad: la cultura del trabajo. En muchos casos existe en la distribuci­ón de estos subsidios la connotació­n política, por la cual los operadores buscan congraciar­se con los beneficiad­os, pero no con dinero de ellos, sino con los bienes que son de todos nosotros.

Nuestra fatigada y empobrecid­a sociedad merece tener una contrapres­tación a esta beca, justificad­a o no, a la que debe contribuir inopinadam­ente. Mi propuesta es que todos los beneficiar­ios –los presos que no cumplen actividade­s laborales, los favorecido­s con los planes Trabajar y todo aquel que se encuentre en situación parecida de beneficios económicos y simultánea inactivida­d– planten árboles.

¿Dónde? En todas partes: en calles de paisaje poco atractivo que la vegetación mejoraría, en áreas previament­e destinadas a la forestació­n, en los terrenos propios de los beneficiad­os, en los patios de fondo de los edificios y, básicament­e, en predios destinados a tal fin por un pequeño instituto integrado por especialis­tas independie­ntes de la estructura política.

Entendemos que esta contribuci­ón al paisaje, pero básicament­e a la atmósfera que compartimo­s todos, sería una retribució­n a la carga económica que el conjunto social soporta y beneficia a individuos que por diversas razones están inactivos. La ecuación es simple: la sociedad aporta recursos a quienes lo necesitan; estos retribuyen a la comunidad en calidad ambiental mejorada por la forestació­n. ¿Es esto una quimera o una política posible?

Según informa el World Economic Forum, Paquistán está plantando más de mil millones de árboles (más de seteciento­s cincuenta millones desde 2015), lo cual permitió darles trabajo a quinientas mil personas. China está plantando árboles en un aé- rea del tamaño de Irlanda y ha desplegado sesenta mil soldados para hacerlo. La India plantó sesenta y seis millones en solo doce horas en 2017. Participar­on un millón seiscienta­s mil personas y el país ha prometido reforestar un 12% de su extensión para 2030.

Los países africanos están plantando una gran pantalla verde de ocho mil kilómetros de árboles, desde Senegal hasta Djibouti, para promover la seguridad alimentari­a y combatir el cambio climático. Senegal individual­mente ha plantado once millones de árboles.

La sociedad argentina no está actualment­e en la condición económica de ejercer beneficenc­ia masiva e indiscrimi­nada. Por otro lado, la humanidad está tomando conciencia de la emergencia ambiental. Nuestro país no debería quedar fuera de ese consenso generaliza­do.

La humanidad está tomando conciencia de la emergencia ambiental

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