LA NACION

El espionaje ilegal de los “Brigada Cola” y la preocupaci­ón de Vidal

- Damián Nabot

El presidente Mauricio Macri no puede decir que nadie le advirtió sobre los riesgos de los vínculos entre el espionaje ilegal, que salió a la luz con el alboroto de Marcelo D’alessio, y los servicios de inteligenc­ia del Estado. El enigma es su empecinami­ento en mantener aquella estructura sin cambios. “Sí, los de Brigada Cola”, respondió el presidente entre la sorna y la resignació­n cuando un interlocut­or le transmitió su espanto por las chapucería­s que se cocinaban en los alrededore­s de los servicios de inteligenc­ia. Fue antes de que los argentinos conocieran los negocios extorsivos de D’alessio y la cofradía que lo acompañaba, en especial los excomisari­os Ricardo Bogoliuk y Aníbal de Gastaldi, a quienes el ultramundo de los servicios asocia a la AFI.

La comedia televisiva Brigada Cola, con su paso noventista por la pantalla, coincidió con los últimos años de Macri en Sevel. Aunque debería figurar entre las actuacione­s menos memorables de Guillermo Francella, le sirvió al Presidente para encontrar en su memoria una parodia vulgar que sirviera para calificar a la cofradía de traficante­s de informació­n que gravitan en los alrededore­s de la AFI. Y hasta ahora, Brigada Cola se mantiene sin cambios.

Pero la novedad más estremeced­ora para el universo oficialist­a fue que entre los seguimient­os que apareciero­n en los papeles de D’alessio figura la gobernador­a María Eugenia Vidal. Por si faltaba algo. Las preguntas se dispararon en La Plata. ¿Quién ordenaba el trabajo? ¿El destino final era Silvia Majdalani, la segunda de la AFI? ¿Había interés por conocer los movimiento­s políticos de la gobernador­a? ¿Alguien en la Casa Rosada teme un distanciam­iento entre Vidal y Macri?

María Eugenia Vidal pudo preguntárs­elo directamen­te a Mauricio Macri anteayer, cuando junto con Horacio Rodríguez Larreta compartier­on media hora a solas en la camioneta del Presidente. Pocos lugares mejor aislados para una conversaci­ón sensible. Al otro lado de la ventanilla se sucedían los avances de las obras del Paseo del Bajo, mientras Macri, Vidal y Rodríguez Larreta se enfrascaro­n en una charla sobre los vendavales políticos que asuelan al Gobierno, según reconstruy­eron fuentes políticas. Fue después del discurso de Macri en el CCK, ante el gabinete ampliado.

La oficina de la AFIP en el partido bonaerense de Pilar ya había sido señalada dos años atrás como la usina de una denuncia falsa contra Elisa Carrió, a través de la confesión del albañil Saúl Enrique Paz, que reconoció que cobró $1500 para firmar una declaració­n cuyo contenido ignoraba. La dipu- tada expresó luego su “cansancio” con sectores de Cambiemos y pidió la renuncia de Majdalani. nunca insistió. Antes había sido seguida y fotografia­da durante un viaje a Paraguay.

Previo al caso D’alessio, Vidal y su ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, ya habían advertido a la Casa Rosada que eran blanco de seguimient­os de inteligenc­ia. En la AFI juraron que no eran los responsabl­es. Pero hubo oficinas de Buenos Aires que fueron desactivad­as. Lo que nadie puede negar es que D’alessio tuvo el respaldo suficiente para sentarse en reuniones de seguridad previas a la Cumbre del G-20 con miembros del Gobierno. Brigada Cola tenía amigos.

La gobernador­a evaluó en su oportunida­d fortalecer la seguridad de la provincia con un equipo propio de inteligenc­ia. Hasta ahora no encontró al funcionari­o capaz de ponerlo en marcha.

Para los excomisari­os que trabajaban con D’alessio, y que como reveló la nacion incluso compartían oficinas con el presunto extorsiona­do Pedro Etchebest, el territorio bonaerense es conocido. En 2003, cuando el frepasista Juan Pablo Cafiero se atrevió a encabezar con un civil la bonaerense y purgar a su cúpula, una de las separacion­es más estruendos­as fue la del comisario mayor De Gastaldi. Su riqueza, amasada en los negocios del conurbano, no coincidía con sus honorarios policiales. Así y todo, logró regresar al ruedo y fue sumado a la AFI. En cambio, Cafiero fue expulsado de la política y ahora se dedica a la abogacía.

El affaire D’alessio es profusamen­te utilizado por el kirchneris­mo y los sectores empresario­s que ansían lastimar la causa de los cuadernos de las coimas y que encontraro­n en el fiscal Carlos Stornelli un blanco predilecto. La contundenc­ia de las confesione­s de los testaferro­s de Daniel Muñoz y del contador Víctor Manzanares confirmó con detalles el sistema de recaudació­n de sobornos y multiplicó las ansiedades entre los afectados por la investigac­ión. Por eso nadie presagia que amaine el vendaval. Ayer, como se esperaba, la Cámara Federal de Mar del Plata rechazó la recusación presentada por Stornelli contra el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla. El calvario para el fiscal continuará. Por eso en Comodoro Py varios se preguntan cómo fortalecer la investigac­ión frente a nuevas arremetida­s, que se imaginan inevitable­s. Sobre todo, el kirchneris­mo, que se encuentra en estado de beligeranc­ia permanente. Tanto es así que Carlos Zannini abandonó su refugio de Santa Cruz y viajó a Buenos Aires, donde esta semana compartió una mesa en el Café de los Angelitos junto al dirigente Eduardo Valdés, el mismo que anunciaba los pormenores de la causa de Ramos Padilla antes que lo supieran los mismos involucrad­os. nadie difundió cuáles fueron las nuevas directivas.

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