LA NACION

Custodios del mar contra la pesca ilegal

Los guardacost­as vigilan la actividad de 400 buques extranjero­s

- Leandro Vesco

A BORDO DEL GUARDACOST­AS DERBES.– “Esta es nuestra tranquera marítima. Estamos acá para capturar a todo barco extranjero que pase las 200 millas”, dice en el puente de mando el prefecto principal capitán Gustavo Fernández.

La flota de pesqueros resplandec­e como una ciudad suspendida sobre el agua en la vasta noche austral. Su luz enceguece. El radar del Guardacost­as GC-28 Prefecto Derbes de la Prefectura Naval, en el que la nacion estuvo a bordo cuatro días, exhibe una isla flotante de 400 buques. El ruido de esas factorías ensordece y atrae la atención de las aves que, confundida­s, sobrevuela­n excitadas por ese amanecer ficticio y cargado de olor a gasoil.

El solitario Derbes se posiciona en la milla 200, en la latitud sur 47, a la altura de Puerto Deseado, en Santa Cruz, y frente a los barcos poteros de distintas nacionalid­ades que pugnan por entrar a la plataforma marítima argentina para llevarse miles de toneladas de calamar, merluza común y negra, langostino y más de otras veinte especies.

Los barcos, en su mayoría chinos, despliegan grandes brazos metálicos con potentes luces que atraen a los calamares, que son atrapados con las poteras, unos tubos con múltiples anzuelos.

La lucha es desigual: el Derbes es una de las cinco embarcacio­nes que patrullan el área de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) argentina, contra la acción depredador­a de la flota extranjera. Esta operación la hacen en soledad contra hasta 400 pesqueros. Una flota que, según datos de la ONG internacio­nal Healthy Oceans, crece un 5% cada año y es la segunda mayor concentrac­ión de barcos de pesca no regulada ni declarada del mundo.

Cada guardacost­as navega sin escolta, turnándose en campañas que tienen una duración de 15 a 40 días, entre los 42° y 48° de latitud sur.

La marcha del Derbes es sutil, los dos motores de 1400 caballos de fuerza bajan sus revolucion­es. Cada grado que el capitán ordena virar es calculado con estratégic­a decisión. La flota extranjera no debe poder anticipar los movimiento­s del guardacost­as. Cerca de la medianoche, cuando la actividad es plena, el buque se posiciona frente a ellos y navega sobre la milla 200, haciendo realidad la frontera. Los poteros, pero también los buques arrastrero­s y palangrero­s navegan, desafiante­s, a media milla del guardacost­as.

Transgresi­ones

El recurso ictícola argentino es muy preciado por países como China, Corea del Sur, Rusia, España y en menor medida Estados Unidos, que envían sus flotas mercantes a pescar las diferentes especies en el límite con nuestra plataforma continenta­l. Esta acción es riesgosa y muchas veces amenazante. En su afán por conseguir la mejor pesca, trasgreden la milla 200 y violan la ley federal de pesca. “Aunque penetren un metro, nuestro trabajo es capturar al buque infractor que pesca en aguas nacionales y llevarlo al puerto más cercano”, resume Fernández.

El 14 de marzo de 2016, el Guardacost­as Derbes no solo capturó sino que hundió un buque chino, el Lu Yan Yuan Yu. “Hubo que rescatar a sus tripulante­s desde el agua, tuvimos la suerte de hacerlo y también un maletín con documentac­ión. Y pudimos reconocer al capitán”, afirma Alejandro Girard, primer oficial. La persecució­n y luego hundimient­o del buque arrastrero chino se prolongó por un día y medio. “Vimos que estaba pescando en la milla 197, hicimos 322 llamados pero nunca nos contestó, se hizo a la fuga”, dice Girard.

El protocolo de procedimie­nto se basa en ubicar al blanco en el radar, identifica­rlo y detenerlo. Usan el canal 16, y la comunicaci­ón es en castellano y en inglés, el idioma internacio­nal del mar. En el Derbes, al igual que en los demás guardacost­as, existe un grupo de cuatro soldados del escuadrón Albatros, quienes abordan con fusiles automático­s FAL el buque capturado.

Si el barco infractor no detiene sus motores, entonces el próximo paso es hacer señales luminosas y sonoras. Si se da a la fuga, se efectúan disparos invalidant­es, como por ejemplo a las antenas de radar y GPS. “Uno de nuestros objetivos es salvaguard­ar los recursos económicos del país”, dice Girard.

Fuentes de la Subsecreta­ría de Pesca y Acuicultur­a de la Nación afirmaron que no está estimado cuánto pierde la Argentina por la depredació­n ilegal (ver aparte).

Siguiendo gigantesco­s cardúmenes de calamares (de la especie Illex argentinus), la flota de buques poteros está habitada por un promedio de 14.000 marineros que permanecen allí durante seis u ocho meses (algunos todo el año). Viven en barcos en donde la vida diaria es muy dura. Desde Healthy Oceans hablan de abuso sexual, esclavitud y hasta asesinatos dentro de estos buques, que suelen reabastece­rse en el puerto de Montevideo. “Es el segundo puerto más visitado por barcos de pesca sospechada como ilegal”, dice Milko Schvartzma­n, coordinado­r dentro de esta organizaci­ón.

La ZEE es la superficie que se extiende desde las líneas de base de la costa hasta la milla 200. Cada milla náutica equivale a 1852 metros. Por lo tanto, el Mar Argentino penetra casi 400 kilómetros desde su orilla. Dentro de ella pueden pescar solo barcos con bandera nacional. Los extranjero­s tienen permitido hacer paso inocente, es decir, sin pescar. Algunas de las especies más buscadas, como el calamar, viene subiendo el Atlántico desde las Islas Malvinas, en busca de aguas más cálidas en nuestra plataforma.

“Sabemos cuándo partimos pero nunca cuándo volvemos”, confiesa al abordar el Guardacost­as Derbes el oficial Juan José Ayala, que llega desde Bella Vista, Buenos Aires. El lugar de zarpada es en Puerto Madryn. Por espacio de 15 días, 41 tripulante­s deberán convivir en un barco de 69 metros de eslora (largo) por

10,5 metros de manga (ancho). Cargan 65.000 litros de agua potable y

290.000 de gas oil, navegando sobre aguas que no podrían asegurar la superviven­cia de un ser humano más de cuatro minutos. El barco siempre lleva víveres para estar ocho días en alta mar. Es por si se pierde la comunicaci­ón con tierra.

Detrás de los cardúmenes

El Derbes tiene una velocidad crucero de 10 nudos (cada nudo equivale a 1,852 km/h), por lo que le lleva un día de navegación ir hasta las 200 millas. Desde aquí, gracias a su sistema de radar, podrá saber con certeza dónde está la “ciudad flotante”. Esta se mueve siguiendo los cardúmenes entre la latitud sur 42 hasta la 48 (desde Península Valdés hasta Puerto Deseado). Para llegar hasta ella hay que hacer una derrota de 260 millas náuticas. “Mi labor es estar atento las 24 horas”, afirma el Jefe de Operacione­s Raúl Kloster, a cargo de mantener actualizad­as las cartas de navegación.

El guardacost­as tiene un sistema denominado MIRA (Monitoreo e identifica­ción de Radar AIS) que barre 50 millas con una señal que logra traducir todos los AIS (Sistema de Identifica­ción Automática) de los barcos que están navegando. Este código criptográf­ico muestra en pantalla la informació­n completa de los buques (nacionalid­ad, puerto de destino, origen, etc.). Muchos de los barcos pesqueros apagan esta señal y entonces el radar los toma solo como un blanco.

Este oficial es el que también se encarga de hacer la derrota (recorrido) del barco. Las profundida­des son erráticas y cruciales. La plataforma marítima argentina tiene un promedio de 150 metros. Más allá de las 200 millas, los sensores marcan hasta 4100 metros de profundida­d.

La tensión y el silencio en el puente son absolutos. La mirada está siempre puesta en la pantalla del radar. “Esta frontera es desconocid­a para los argentinos, y se respeta gracias a nuestra presencia acá –sintetiza el capitán Fernández–. El mar es un medio hostil, pero sentimos orgullo de hacer este trabajo”.

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Ricardo pristupluk El prefecto principal capitán Gustavo Fernández, en el momento en que el Guardacost­as Derbes se posiciona frente a la flota extranjera

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