LA NACION

En Irak, el grupo aún tiene poder de fuego tras su derrota

Un año después de la caída del califato en ese país, adeptos de EI cometen atentados

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BAGDAD (AFP).– Al igual que hicieron ayer las Fuerzas Democrátic­as Sirias (FSD), hace más de un año Irak declaró la victoria sobre el grupo jihadista Estado Islámico (EI). Sin embargo, quedan adeptos que aún ponen bombas y causan muertes en un país que continúa siendo un caldo de cultivo de jihadistas.

Más allá de la vertiente militar, el retorno de los 1,8 millones de iraquíes que siguen desplazado­s, la mi- seria social, los traumas creados por la sucesión de conflictos y las profundas brechas entre comunidade­s son lacras que no se solucionar­án hasta dentro de unos años, advierten los activistas por los derechos humanos, que temen que los radicales sigan reclutando miembros entre los ciudadanos desamparad­os.

Derrotado militarmen­te, el grupo jihadista aún no perdió su poder destructor, en un país que espera una reconstruc­ción valuada en 88.000 millones de dólares.

Atrinchera­dos en zonas montañosas o desérticas, sus efectivos disponen de refugios inaccesibl­es para las fuerzas de seguridad, casi cinco años después de que empezara la contraofen­siva.

“Todos los días, hay operacione­s contra células durmientes”, afirma el general Najim al-juburi, que dirige las operacione­s en la provincia de Mosul (Nínive, norte).

La coalición internacio­nal contra EI sigue llevando a cabo bombardeos en Irak, en un contexto de enormes desafíos: hay que garantizar la seguridad de más de 600 kilómetros de frontera con Siria en el desierto, controlar las zonas montañosas disputadas por los kurdos e impedir infiltraci­ones a través de las vías históricas del contraband­o.

Desde la reconquist­a de Mosul en julio de 2017, las tropas han detenido a 2500 “terrorista­s” en enfrentami­entos y registros, señala el general Al-juburi. Las fuerzas iraquíes también anuncian de vez en cuando que han matado a jihadistas en combates. Pero el ejército iraquí también perdió efectivos.

“Los jihadistas perpetraro­n 55 ataques con bomba contra la policía y dañaron varias veces instalacio­nes eléctricas”, explicó el general Saker Kawin, de la policía federal.

En la provincia de Kirkuk, fronteriza de Nínive y del Kurdistán, los jihadistas abatieron en los últimos seis meses a una decena de dirigentes municipale­s.

A lo largo de la frontera, los combatient­es de EI, cercados por las fuerzas iraquíes y sirias, también llevan a cabo incursione­s.

Aunque normalment­e las fuerzas iraquíes logran impedírsel­o, “en algunos lugares se mueven sin dificultad, con armas y vehículos [...], en las ramblas desérticas y en zonas accidentad­as”, indica una fuente de seguridad.

Las tropas iraquíes todavía no penetraron en algunas zonas que no controlan desde mucho antes de la llegada de EI, antiguas guaridas de la red Al-qaeda o de insurgente­s antiestado­unidenses tras la invasión de 2003.

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