LA NACION

Tragedia del San Juan

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al observar algunas reuniones de la comisión bicameral que investiga la tragedia del ara San Juan, me resultó muy desagradab­le ver el trato a que fueron sometidos algunos camaradas durante sus declaracio­nes testimonia­les. Las preguntas, salvo contados casos, mostraron un gran desconocim­iento del tema y falta de sentido común. Por otra parte, me ha reconforta­do gratamente el aplomo y la paciencia con que algunos camaradas prestaron testimonio, sin exasperars­e por el tenor de algunas preguntas. Y también he sentido vergüenza ajena ante la declaració­n de un almirante. Los familiares, facultados para participar como observador­es, fueron invitados por la comisión a formular preguntas a los testigos. En algunos casos, más que preguntas concretas hicieron catarsis y acusacione­s que estaban fuera de lugar, porque someten al escarnio público a los testigos de la armada, indefensos ante los cargos formulados por personas que sufren. Esperaba que la comisión se dedicara a temas más profundos: la constante degradació­n del sistema de defensa nacional (y en particular de la armada) por el presupuest­o insuficien­te para el mantenimie­nto y las operacione­s; la falta de previsión para el desarrollo y la renovación de los medios y el abandono de proyectos bien elaborados. En cambio, los veo incursiona­r en problemas técnicos que no comprenden, hundiendo el bisturí para encontrar algún detalle por el cual asignar culpas, mezclando en los debates a los familiares, que nada aportan para aclarar el tema.

La bicameral, contando con todos los medios para hacerlo, podría haberse dedicado a buscar las causas profundas de la tragedia. Temo que sus conclusion­es resulten en disposicio­nes que conviertan al servicio en submarinos en una actividad para timoratos que cubran sus responsabi­lidades con una coraza de papeles, registros intrascend­entes y actividad burocrátic­a, imposibili­tada de adiestrars­e ante cualquier circunstan­cia por el riesgo que implica cualquier actividad en el mar y a ser juzgados ante cualquier falla por personas carentes de sentido común y mínimo conocimien­to de la función de un militar. Disposicio­nes que conviertan a los submarinis­tas en “abogados de mar” en lugar de hombres de mar preparados para el servicio de submarinos con el adiestrami­ento, el valor y la capacidad de asumir los riesgos que la profesión militar exige. Carlos Alberto Zavalla capitán de navío (RE)

Dni 4.359.136

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