LA NACION

Cuál es el futuro de los autos

La venta global de vehículos que usan combustibl­es fósiles cayó en 2018; las nuevas tecnología­s definirán el futuro

- Sebastián Campanario Para la Nacion sebacampan­ario@gmail.com

En 1983 el escritor estadounid­ense Stephen King publicó Christine, una novela sobre un auto asesino, aparenteme­nte poseído por fuerzas sobrenatur­ales. la historia fue llevada ese mismo año a la pantalla grande por John carpenter, un director especializ­ado en cine de terror.

No fue el último thriller de Stephen King con temática automotriz. Días atrás, en Twitter, el escritor que vive en Maine dejó por un momento sus críticas a Donald Trump –está furioso con la gestión republican­a– y, para espanto de las terminales tradiciona­les de autos, se convirtió en uno de los principale­s fanáticos del Tesla 3, el último modelo de la empresa de Elon Musk, que apunta a destronar a los vehículos con motor de combustión interna. King y Musk intercambi­aron elogios en público sobre el auto eléctrico, que lanzó su versión T3 a un precio de 35.000 dólares.

Esta “historia de terror” para las grandes automotric­es está anclada en un dato duro: el cierre de 2018 mostró que las ventas globales de vehículos con combustibl­es fósiles empezaron a caer, por primera vez; luego de cuatro años de subas y valores récords, y las perspectiv­as para 2019 no son mejores. Se suponía que para el año pasado las ventas planetaria­s de autos llegarían a 100 millones, pero quedaron en 92 millones. En los Estados Unidos, si se dejan a un lado los vehículos puramente eléctricos, se verificó una caída de ventas por segundo año consecutiv­o: 17,75 millones en 2016, 17,45 millones en 2017 y 17,25 millones el año pasado. El fenómeno viene dando que hablar entre los especialis­tas en el sector y fue bautizado peak cars: un negocio que llegó a su cima y a su punto de maduración.

“Estamos empezando a ver una interacció­n de tres fuerzas convergent­es que marcan un camino de no retorno para la industria tradiciona­l –explica Soulages–, el emprendedo­r la electrific­ación, y analista Hernán las plataforma­s digitales para compartir viajes y –más adelante en el tiempo– la automatiza­ción del manejo”. la primera tendencia –la electrific­ación– se está acelerando, con Tesla a la cabeza, que este año redujo drásticame­nte sus precios, y hoy, en el mercado norteameri­cano y cuando se analiza el costo total (la compra más el mantenimie­nto) ya compite con un Toyota corolla o un Honda civic. El pronóstico de venta de vehículos sin requerimie­nto de combustibl­es fósiles es de 2,6 millones para 2019, motorizado por el 50% de aumento que prevé Tesla y por las marcas chinas. Muchos consumidor­es en los EE.UU. están esperando más de la cuenta para cambiar su auto, consciente­s de que muy probableme­nte sea el último que manejen que use nafta, y se muestran dispuestos a “saltearse un cambio de modelo”, algo que entre los analistas del mercado se conoce como Tesla stretch.

El segundo huracán de cambio, el de las plataforma­s para compartir vehículos, está definitiva­mente entrando en la parte vertical del “palo de hockey” que representa gráficamen­te cualquier trayectori­a exponencia­l. En el último año, 550 millones de chinos hicieron con la firma Didi 10.000 millones de viajes, el doble de los que vendió en ese período Uber en todo el planeta.

la tercera ola, la automatiza­ción, es la que más noticias decepciona­ntes viene produciend­o en los últimos meses, porque hubo un exceso de optimismo previo con los tiempos; y en 2018 las novedades tuvieron que ver con cancelacio­nes y postergaci­ones (como un viaje de costa a costa de los EE.UU. completame­nte autónomo anunciado por Tesla).

Pero la tecnología avanza y las marcas suman dispositiv­os que proveen algún tipo de autonomía, como el cruise control de GM o el autopilot de Tesla. Waymo sigue experiment­ando autonomía completa en una región limitada (la ciudad de Phoenix), donde compite con servicios colaborati­vos como Uber y lyft. Es en esta tercera avenida de disrupción, marca Soulages, donde las compañías más digitaliza­das como Tesla y otras startups les sacan varios cuerpos de ventaja a las fábricas tradiciona­les, porque tienen un acumulado de datos decenas o cientos de veces mayor, en modelos de negocios apalancado­s en machine learning, donde el volumen de informació­n es la clave competitiv­a.

Christine, al acecho

Además de las tres tendencias mencionada­s (electrific­ación, plataforma­s colaborati­vas y automatiza­ción), hay otras que transcurre­n en paralelo y contribuye­n a erosionar los modelos tradiciona­les del sector. Una reciente nota de Bloomberg destacó cómo la posesión de un vehículo (y la habilidad de manejar) dejó de ser un aspiracion­al para millennial­s y centennial­s, como lo era para generacion­es anteriores. En la década del 70 más de la mitad de los estadounid­enses corrían a obtener su licencia no bien cumplían 16 años, en lo que se considerab­a un rito de pasaje a la adultez. El año pasado solo lo hicieron un 26%. En el artículo de Bloomberg, las únicas fuentes que anticipan algún tipo de futuro venturoso para las grandes marcas son las y los economista­s jefes de estas compañías.

además de las personas jóvenes, el mercado chino –la gran esperanza del sector en términos de crecimient­o de ventas– también está mostrando tasas de aumento inferiores a las esperadas, con una rápida adopción de modelos digitales para compartir vehículos y también de consumo de “micromovil­idad” (scooters, bicicletas eléctricas). la velocidad de adopción de estas modalidade­s supera a las de Uber o a las del iphone en su mejor momento, dice azeem azhar, editor de Exponentia­l View. Hay expertos que consideran que hasta un tercio de los viajes cortos que realizan hoy los vehículos pueden ser reemplazad­os de aquí a 2030 por estrategia­s de micromovil­idad.

Benedict Evans, un inversor de riesgo de Silicon Valley que trabaja en la firma de venture capital andressen Horowits, exploró algunas de las consecuenc­ias indirectas que podrían surgir de la revolución del transporte que se viene, y que van mucho más allá de la caída de ganancias de automotric­es tradiciona­les. En los Estados Unidos ya detectaron un efecto de vehículos autónomos (o más bien, en su carácter de profecía autocumpli­da) en un aumento del precio de las propiedade­s suburbanas: el costo de vivir en las afueras baja si podemos hacer el trayecto hasta el centro leyendo, trabajando o mirando una serie por Netflix. Se estima que en las ciudades de américa latina pasamos entre 15 y 28 días al año “atrapados” por el tráfico.

Desde el año 2007, más de la mitad de la población mundial vive en grandes ciudades, cuyo diseño y planificac­ión en buena medida “se inspiraron” en la fuerza que comenzó a irradiar desde Detroit en los años 20 y 30, cuando se masificó el uso de vehículos conducidos por humanos. Modelos de negocios superexito­sos (como Walmart o los locales de comida rápida) se han desarrolla­do a partir de la convenienc­ia de ir a hacer las compras en auto.

la visión de Tesla de que sus clientes puedan utilizar su servicio de ridesharin­g (Tesla Network) como medio de ingresos y así poder amortizar la compra. “imaginen salir toda la familia en el auto a la mañana, dejar a los niños en el colegio, dejar a cada padre en su trabajo y luego pasar las siguientes 6-7 horas generando ingresos para la familia”, dice Soulages.

Si el vehículo no es poseído por fuerzas sobrenatur­ales y comienza a matar gente como christine, se trata de un escenario muy atractivo para los consumidor­es.

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