LA NACION

A Messi quizá le esté faltando una catarsis de selección

- Claudio Cerviño

Mientras hable en la cancha...”. Suele escucharse esa frase como respuesta al reclamo que se les hace a los líderes que se refugian en el silencio. Y no se refiere necesariam­ente a hablar con los referís o los rivales, o bien arengar a los compañeros. El mensaje es “mientras hable con la pelota en los pies...”, está todo bien. En rigor, hemos visto talentos poco afectos al discurso, pero que a la hora de jugar dejaban en claro que las palabras son secundaria­s. Lionel Messi es uno de ellos. Brilla en Barcelona. No lo consigue en la selección. Un enigma aún sin respuestas. Con casi 32 años, Messi encandila en la Champions y luce las de bajo consumo en la selección. Allí donde su palabra es necesaria. No en modo Maradona, claro. Pero sí contar, hablar, decir lo que piensa. Puede no hacerlo, lo cual es su derecho. Si hay resquemor a hacerlo por malas interpreta­ciones, debe perderlo: tiene espaldas para afrontarlo.

Pasaron casi 9 meses de la eliminació­n en Rusia 2018. Casi 9 meses también para que volviera a vestirse de selección. Nadie sabe qué le pasó, qué pasó con el equipo, que pasó con el sistema táctico, qué pasó con la inclusión de tres jugadores (Rojo, Biglia y Agüero) en el debut ante Islandia que hasta 48 horas antes no figuraban como titulares en la cabeza del DT Jorge Sampaoli, qué pasó con el “Lo Celso y 10 más” que flotaba en el deseo del entrenador y la intempesti­va desaparici­ón del zurdo volante del Betis del equipo. De la mesa chica. Hasta de sus desayunos en soledad.

O de la angustia que lo invadía antes del último partido de la clasificac­ión para el Mundial ante un juvenil Ecuador, basado en la percepción de una eventual conspiraci­ón de terceros que no aportaran el resultado que necesitaba la Argentina para no correr riesgos. De su ausencia. De su regreso. De si le gusta Scaloni. De por qué sigue teniendo ganas de ponerse la camiseta albicelest­e. De si se siente solo, incomprend­ido. De si está agradecido con la nueva dirigencia de la AFA o si está molesto con el cholulaje de los principale­s directivos.

Preguntas sin respuestas. Como no se encuentran respuestas a su imagen vencida dentro de la cancha, más allá de algunos pincelazos que lo distinguen, como los centros que Lautaro Martínez no tradujo en cabezazos goleadores. Una imagen que se veía con sus amigos y jugadores más afines en otros tiempos, y que se repite con los nuevos ahora.

Muchos hablan de Messi. Dice Jorge Valdano, en El País: “En el Barça, Messi llega puntual a todos los balones. En la selección o llega antes, o llega después o no sabe dónde llegar. Un genio desconcert­ado. Un entorno hostil. Un desperdici­o descomunal”.

Dice César Luis Menotti, flamante Director General de Seleccione­s de la AFA: “Messi tuvo la fortuna de haberse formado en Barcelona. De ahí a creer que lo tiramos a la cancha y nos salvará, hay distancias. No es el salvador, si lo ponés en Alaves él seguirá siendo Messi, pero no será campeón”. Un concepto, además, que rubrica la diferencia dentro de la cancha que lo separa de Maradona, que con un equipo discreto de Napoli le ganó el scudetto a Milan, Juventus, Roma y Lazio, los poderosos del centro y norte de Italia. Como si Messi hoy, jugando por Eibar, le ganara la Liga a Barcelona y a Real Madrid.

¿Cómo saber si asumir su rol de líder desde los micrófonos lo ayudará o no? En la Liga y en la Champions se lo escucha, explica lo que le pasa por el cuerpo cuando los hinchas del Betis, en el Villamarín, lo aplauden de pie y corean su nombre después de que les convierte un golazo detrás de otro. ¿Por qué no hacer una catarsis de lo que le sucede con la selección?

Portar el brazalete de una selección debe ser una enorme responsabi­lidad y una experienci­a única. Que no se termina en ser protagonis­ta del sorteo y en la facultad de hablar en un tono más enérgico con el referí por su rol de referente. También implica transmitir una mirada que no es una más dentro del equipo. Se trata del emblema, del jugador insignia. El que mueve los máximos cachets por presentaci­ón, sube las cotizacion­es publicitar­ias y al que se espera hasta para presentar nueva indumentar­ia. Messi es la medida de todas las cosas y suele hablar dentro de la cancha como ninguno en la actualidad. Las palabras que faltan no son solamente las que los hinchas y los medios quieren escuchar: acaso sean las que él también necesite pronunciar para, como dice Valdano, llegar a tiempo a los balones y rubricar sus dotes de crack.

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