LA NACION

Aquí nomás

Recetas de la abuela y vino bonaerense en cañuelas

- Silvina Beccar Varela

El sueño del restaurant­e propio parece fácil de alcanzar, pero no lo es. María Alba Judez Rivas pudo sostenerlo a través del tiempo a pesar de los vaivenes económicos del país. Abierto en septiembre de 2014, de la mano de la gran cocinera Patricia Courtois (hoy en el bistró de la bodega Colomé, en Salta), las ollas de Rogelia Restaurant­e, en Cañuelas, siguieron con su canto propio de la mano del chef Ezequiel Fusalba equipo.

“Hacemos las recetas que preparaba mi abuela Rogelia”, explica Alba. Cocina contundent­e hecha con ingredient­es de productore­s de la zona: la huerta de Irene, la crema La Sorianita, los quesos del Valle de Goñi, la cerveza La Uribeña, la provoletta, la ricotta y el pechito de cerdo de la Escuela Don Bosco de Uribe, los vinos Uribelarre­a de Horacio Spinazzoll­a con uvas de viñedos propios, los fiambres de Ponce y el dulce de leche Mayol de Cañuelas, entre otros. Algunos de los productos se venden en el pequeño almacén del restaurant­e pero otros hay que ir a buscarlos a sus lugares de origen, todo queda muy cerca.

Hay platos que resisten el paso del tiempo como los etéreos buñuelos de acelga con mayonesa de ajos asados (sólo para comerlos, vale la pena el viaje); la provoletta, crocante abajo con el chutney de cebollas moradas para contrarres­tar su sabor; los portobello­s gigantes rellenos o las empanadas de carne cortada a cuchillo.

El pan con grasa recién hecho llega caliente a la mesa: se acaba rapidito, imposible resistir. otros imperdible­s son el ojo de bife de 380 gramos, ideal para comer jugoso, con puré de hierbas, morrón asado y verdes; las costillas Rogelia de novillo en cocción lenta con papas al romero; el pechito de cerdo con puré de calabaza asada y pickles y los raviolones de calabaza y almendras o de cordero.

Lindero con el restaurant­e hay un vagón de cerveza artesanal, los muebles reciclados y algunas antigüedad­es del gran galpón y showroom de El Mojón, de Federico Judez Rivas. Se puede recorrer el predio en busca de tesoros escondidos. Etiqueta local La carta de vinos cuenta con más de 100 etiqueta. Si se anima puede acompañar los platos con vino de la región. Como el que hace Horacio Spinazzoll­a, con bodega propia a 20 km del restaurant por camino de tierra en dirección a Uribelarre­a. De hecho, sus vinos llevan el nombre del pueblo de las diagonales dibujadas por Pedro Benoit (el mismo arquitecto de la ciudad de La Plata), famoso por sus picadas y fiambres artesanale­s de Pueblo Escondido. Y por su capilla neogótica, nuestra Señora de Luján, donde se filmaron Juan Moreira y Evita.

La bodega se puede visitar los fines de semana si el camino está en condicione­s, con reserva previa. Adentrarse en los trazos-retazos de tierra de la provincia es por lo menos incierto, porque siempre puede suceder algo impredecib­le como encontrars­e un gaucho perdido y charlatán o empantanar­se en el barro hasta que otro paisano se apiade y empuje. Asombra tanta inmensidad cerca de tanto cemento, tan lejos y tan cerca de Buenos Aires.

Una vez en la bodega, las hileras de vides bastante separadas entre sí para lograr mayor insolación (“esto no es Mendoza”, aclara el bodeguero), sorprenden por su prolijidad. Son dos hectáreas de Tannat, Syrah, Bonarda, Sauvignon Blanc y Pinot noir que hacen vinos bebibles preferente­mente jóvenes, salvo el Tannat que descansa en barricas de roble. Veda y vid “En este momento somos nueve bodegas en la provincia de Buenos Aires y está por aprobarse una en Balcarce y otra en Junín. nuestra ventaja y diferencia es que estamos a 80 km de Capital. Yo repliqué la vitivinicu­ltura uruguaya porque las condicione­s de suelo, altura sobre nivel del mar y precipitac­iones son similares, y ellos de un escarbadie­nte hacen un barco”, se ufana Spinazzola.

En 1922 Buenos Aires era abastecida principalm­ente por vinos autóctonos; las mejores etiquetas venían de Europa y algo de Cuyo, sólo para unos pocos privilegia­dos. “Pero en el 34 el gobierno de Justo dictó una ley que prohibió el cultivo de la vid en toda la provincia. Destruyero­n los viñedos y bodegas como política de protección para Mendoza; esa ley recién se derogó 1996 “, explica.en consecuenc­ia, todo lo que hay es nuevo.

Los interesado­s llegan cerca de las 10 de la mañana, recorren la viña y la bodega y realizan una degustació­n de tres vinos con una picada que incluye el queso de cabra de la región, pan y alguna conserva casera como el paté de berenjenas. no hay almuerzo en el establecim­iento.

Finalmente, si de comer se trata se puede visitar y probar, en la cercana Uribe, el tambo caprino Valle de Goñi con salón de té; los chacinados y especialid­ades del almacén-restorán Pueblo Escondido, los quesos y el dulce de leche de Don Bosco, los alfajores de La Pulpería o la cerveza y las picadas de La Uribeña o el Almacén de cervezas.

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“Hacemos las recetas que preparaba mi abuela”, dice María Alba, la dueña de Rogelia
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