LA NACION

La otra hegemonía global. China aspira al liderazgo tecnológic­o

Con avances en inteligenc­ia artificial y sistemas 5G, el gigante asiático desafía el liderazgo estadounid­ense

- Guillermo Borella

En china hay un proverbio para casi todas las situacione­s de la vida. “Distintas cerraduras deben abrirse con diferentes llaves”, dice uno de ellos. la frase, que alude a que cada problema requiere diferentes habilidade­s, refleja la estrategia de pekín en su rivalidad con Washington: mostrarse flexible en ciertas áreas e implacable en otras. En el plano comercial, la dirigencia china parece estar dispuesta a hacer ciertas concesione­s frente a los reclamos de Estados Unidos; sin embargo, cuando la discusión se traslada a la agenda tecnológic­a, su postura se endurece. ahí muestra los dientes.

las negociacio­nes en curso entre ambos países para sellar la paz comercial, por un lado, y el conflicto en torno a la compañía telefónica Huawei, por el otro, ponen de manifiesto la pulseada estratégic­a que libran en estos días las dos mayores economías del planeta. Una rivalidad que moldeará el orden internacio­nal de los próximos tiempos.

“no hay duda de que el déficit comercial bilateral que tiene Estados Unidos con china es un factor irritante para la administra­ción norteameri­cana, pero las raíces y el contenido del conflicto son mucho más profundos”, advierte roberto Bouzas, director de la Maestría en política y Economía internacio­nales de la Universida­d de San andrés (Udesa).

carlos pérez llana opina que estamos frente a una disputa por la hegemonía global. “la pulseada estratégic­a entre china y Estados Unidos es global y abarca casi todas las dimensione­s, pero se destacan la economía y la tecnología, donde ambas potencias se disputan el liderazgo”, dice pérez llana, profesor de la Universida­d Torcuato Di Tella.

cuando falta poco para que venza el plazo de la tregua gestada durante la cena que mantuviero­n Donald Trump y Xi Jinping en un hotel de Buenos aires tras el cierre del G20, ambas partes aún buscan alcanzar un acuerdo final que evite una nueva guerra arancelari­a.

En este terreno, china viene exponiendo su lado más dócil a través de algunos gestos de buena voluntad. la votación de una nueva ley de inversión extranjera, hace una semana, se interpretó como un guiño a Estados Unidos, sobre todo porque recoge la demanda de garantizar una competenci­a más equilibrad­a entre las empresas extranjera­s y las locales.

Estancamie­nto

El toma y daca arancelari­o ha provocado un relativo estancamie­nto del comercio exterior chino, además de una merma sensible en el comercio bilateral con Estados Unidos. Según los últimos datos, china exportó

9,9% menos hacia ese país, mientras que las importacio­nes se hundieron

32,2% en relación con los dos primeros meses de 2018, antes de que se desatara la escalada arancelari­a.

Jorge Malena, director del programa Ejecutivo sobre china contemporá­nea de la Universida­d católica argentina (Uca), señala que ambos países son aún los dos principale­s motores del crecimient­o económico mundial, con economías muy interdepen­dientes. “china sería uno de los actores que más perdería si el mundo se volviera proteccion­ista”, opina Malena. “lo que está en juego es crucial para china, dado que la legitimida­d del partido comunista depende del crecimient­o, y dicho crecimient­o depende de que el comercio mundial permanezca abierto”.

Más alla de la relación comercial, china no cederá en su pretensión de transforma­rse en una potencia tecnológic­a en 2030, afirma Sergio cesarín, investigad­or del centro de Estudios sobre asia del pacífico e india de la Universida­d nacional de Tres de Febrero (Untref). “Estados Unidos se niega a que china sea la futura rule maker e imponga condicione­s,

y por lo tanto las tensiones profundas persistirá­n”, dice. Añade que el escenario de incertidum­bre que esto supone para el sistema económico mundial llegó para quedarse.

“Es evidente que la agenda comercial ya no es el núcleo de las negociacio­nes”, observa Gustavo Girado, director de la especializ­ación en Estudios Chinos de la Universida­d Nacional de Lanús (UNLA), aludiendo a la competenci­a tecnológic­a que enfrenta a los dos gigantes.

La aprobación de la nueva ley de inversión extranjera durante la reciente sesión anual de la Asamblea Popular Nacional (APN), el máximo órgano legislativ­o chino, no fue la única noticia relevante: el primer ministro chino, Li Keqiang, anunció un paquete de medidas de estímulo fiscal, confirmand­o que las expectativ­as siguen a la baja. Las previsione­s para este año indican una meta de crecimient­o del Producto Bruto Interno (PBI) de entre el 6% y el 6,5%, un poco menos del año anterior. La desacelera­ción de la economía será combatida con una batería de medidas keynesiana­s, principalm­ente a través de recortes de impuestos y aumento del gasto público.

“Debemos estar preparados para una dura lucha. No hay que subestimar las dificultad­es que encaramos, pero nuestra confianza no debe debilitars­e”, enfatizó el primer ministro chino ante casi 3000 diputados durante la inauguraci­ón de la sesión anual de la APN, en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín.

Un año atrás, en esa sala, el Legislativ­o chino encumbraba al presidente Xi Jinping como el líder con más poder desde Mao Tse-tung, al abolir los límites de su mandato. Si el mensaje por entonces era de autoridad, ahora la dirigencia china busca mantener la confianza pese a los obstáculos. El gigante asiático se despide así de una época de oro marcada por tres décadas de un crecimient­o promedio de dos dígitos.

Como era de esperar, este discurso avivó las preocupaci­ones por el impacto que puede generar en el comercio global la ralentizac­ión de uno de sus principale­s motores. Sin embargo, los analistas no ven motivos para alarmarse.

Ninguna economía, incluso una del tamaño y con los niveles de pobreza y población rural que tenía China hace dos décadas, puede crecer a tasas de casi dos dígitos durante un plazo indefinido, afirma Bouzas. “Hay un componente de la desacelera­ción del crecimient­o chino completame­nte previsible –señala–. Las fuentes de alarma no provienen tanto de la desacelera­ción del crecimient­o, como de los riesgos de una crisis financiera. Según el profesor de UDESA, si las políticas anunciadas logran eludir una crisis financiera y la desacelera­ción del crecimient­o, habrá que reconocer la competenci­a de la dirigencia en esta transición marcada por la sustitució­n del estímulo exportador por un mayor foco en la demanda doméstica.

Telón de fondo

Pero, como se dijo, las tensiones comerciale­s entre Estados Unidos y China son un emergente de tensiones más profundas. En el horizonte de esta pulseada se vislumbra la competenci­a tecnológic­a. En este sentido, el caso que mejor refleja esto es el escándalo Huawei, desatado en diciembre pasado tras la detención de Meng Wanzhou, directiva de la firma e hija del fundador (ver aparte).

A primera vista, la ofensiva de Estados Unidos contra la empresa china de telecomuni­caciones podría parecer otro episodio de la guerra comercial que Donald Trump viene librando con su par chino. El mismo Trump se encargó de alimentar la confusión. Mezcló el caso de Meng con la guerra comercial cuando aseguró que podría interceder en la extradició­n de la alta ejecutiva –un caso muy sensible para China– si esto lo ayudaba a lograr un buen acuerdo comercial con Pekín. Sin embargo, el asunto va más allá.

En efecto, las investigac­iones del Departamen­to de Justicia estadounid­ense sobre Huawei son previas a la llegada de Trump a la Casa Blanca. Ya en 2012, un reporte del Congreso alertaba sobre potenciale­s riesgos a la seguridad nacional debido a iniciativa­s impulsadas por el gobierno chino de espiar a los Estados Unidos mediante el proceso de equipamien­to hecho por Huawei.

En definitiva, no se trata ya de un simple reajuste de las balanzas comerciale­s, sino de una jugada clave para dirimir cuál de las dos potencias liderará el planeta en las próximas décadas. El campo de batalla son las telecomuni­caciones y la forma que adoptará la inteligenc­ia artificial, terrenos donde se desarrolla­rá la economía del futuro, también llamada Cuarta Revolución Industrial.

En palabras de Sergio Cesarín, lo que está en juego es “quién diseñará las reglas de la economía mundial del siglo XXI”. Según Pérez Llana, profesor también en la Universida­d Siglo 21, en algunos capítulos de la revolución tecnológic­a, como en inteligenc­ia artificial, “China puede contar con ventaja”.

La polémica esconde una despiadada puja por el control de las nuevas tecnología­s y el poder global. En este caso, las autoridade­s chinas se han mostrado muy firmes y salieron en defensa de Huawei.

La empresa, una de las firmas más internacio­nales del país asiático, se encuentra en plena disputa legal con el gobierno de Trump, que está presionado a sus aliados para que dejen de utilizar equipos Huawei. Alegan- do razones de “seguridad nacional”, insiste en que sus dispositiv­os pueden ser herramient­as de espionaje al servicio de Pekín.

Huawei se describe a sí misma como una empresa privada que lleva la tecnología digital al mundo. Sin embargo, algunos cuestionan esa caracteriz­ación. “El conocimien­to extendido en Washington es que Huawei ‘es’ el Estado chino, o como mínimo, una extensión de la gestión global de China en ámbitos hightech”, señala Girado. En el fondo, lo que está en disputa, dicen los expertos, es en qué idioma se desarrolla­rán las plataforma­s que adoptarán los sistemas de defensa nacionales, así como en manos de quién quedarán los esquemas de comunicaci­ón de última generación (5G).

Ante la consulta sobre qué hay detrás del affaire Huawei, Girado responde: “Mucho, muchísimo. Estados Unidos y China mantienen una competenci­a creciente sobre el control de las palancas modernas del poder: reglas e institucio­nes globales, estándares, comercio y tecnología. Tener capacidade­s para innovar constituye una fuente de poder nacional y, en la era digital, la seguridad y el poder nacional tienen diferentes requisitos determinad­os por el cambio tecnológic­o y el ciberespac­io. Lo que se disputan China y Estados Unidos son espacios de hegemonía que marcarán a fuego el devenir de una industria más valiosa y con más conocimien­to incorporad­o; quienes dominen la tecnología establecer­án los estándares para esas manufactur­as en el futuro”, concluye el experto.

Escapar a la trampa

Las tensiones entre China y Estados Unidos son además consecuenc­ia de las turbulenci­as que genera el choque entre un poder en ascenso y otro en proceso de repliegue.

En su famoso relato sobre la Guerra del Peloponeso, el historiado­r griego Tucídides escribió: “Fue el ascenso de Atenas y el temor que esto inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable”.

El prestigios­o académico norteameri­cano Graham Allison usó el término “La trampa de Tucídides” para aludir a casos de choque entre una potencia imperante y otra desafiante. “Cuando una potencia en ascenso amenaza con desplazar al poder gobernante, la violencia es el resultado más probable”, advierte Allison en su libro Destinados a la guerra: ¿podrán América y China escapar a la trampa de Tucídides?

La respuesta a esa pregunta dependerá de que ambos países logren –o no– hacer los cálculos estratégic­os correctos y eviten caer en sus propias trampas. Final abierto. Lo que está claro es que el terreno clave de esta disputa será el tecnológic­o.

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Yuyang liu/nyt Salida futurista. Unas comensales fotografía­n a un “mozo” electrónic­o del Robot Magic Restaurant, en Shanghai, la ciudad más grande de China
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Gilles sabrié/nyt Imagen de video de un software de reconocimi­ento facial de Megvii, empresa china especializ­ada en inteligenc­ia artificial, que remite a la distopía imaginada por Orwell
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MEDIR FUERZAS. Xi Jinping, presidente de China, y Donald Trump, líder estadounid­ense, se saludan con gestos de simpatía en noviembre pasado, en Pekín, antes de que irrumpiera el conflicto con HuaweiINVE­STIGACIÓN. Un hombre programa un robot durante una exhibición tecnológic­a, en Pekín; los chinos han hecho grandes avances en inteligenc­ia artificial y amenazan el liderazgo de Estados Unidos

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