LA NACION

“Va a costar caminar sin la muleta del FMI”

Eduardo Levy Yeyati analiza el año electoral

- Texto Diego Genoud | Foto Fabián Marelli

Se graduó como ingeniero civil en la UBA y lleva ya tres libros como novelista, pero lo convocan todos los días para que hable de economía y de educación. Eduardo Levy Yeyati reparte sus horas de actividad pública entre la Universida­d Torcuato Di Tella, la consultora Elypsis y las redes sociales. Doctorado en Economía en la Universida­d de Pensilvani­a, ex jefe de estrategia de mercados emergentes de Barclays y economista jefe del Banco Central a la salida de la crisis de 2001, advierte un escenario complicado para el próximo presidente y dice que, si el Gobierno gana la elección, va a tener que redefinir su visión de país, tomar decisiones en una ventana de tiempo angosta y pagar costos políticos que hasta ahora prefirió evitar.

Levy Yeyati arrancó la era de Cambiemos como director del Programa Argentina 2030, el ambicioso proyecto que se proponía diseñar 100 políticas públicas para una etapa fundaciona­l y ahora es coordinado por Iván Petrella. Pero entendió después que era mejor concentrar­se en la academia. Hoy es decano de la Escuela de Gobierno de la Universida­d Torcuato Di Tella y dirige su Centro para la evaluación de políticas basadas en la evidencia (CEPE).

El fundador de Elypsis habla de los riesgos que trae la polarizaci­ón al ensayo de Mauricio Macri en el poder y afirma que, durante los gobiernos de Cristina Kirchner, el mainstream menospreci­ó los problemas estructura­les y pensó que todas las dificultad­es eran producto de medidas equivocada­s. “Esta crisis y este período de ajuste nos enseñó que no alcanza con un cambio de elenco. El lado negativo es que hayamos decepciona­do tantas veces.

Cada vez cuesta más generar confianza en los mercados y en la población”, señala. Además, explica que también el FMI arriesga con el respaldo que le da a la Argentina de Macri y dice que “va a costar mucho volver a caminar sin la muleta” del organismo que dirige Christine Lagarde.

¿Qué expresaba para usted Cambiemos en 2015 y que expresa ahora, cuatro años después? Que expresa ahora es más difícil, porque estás en una situación de crisis que condiciona mucho el mensaje en un año electoral. En 2015, yo tenía la aspiración de que funcionara al estilo de la Concertaci­ón chilena o de la coalición de Merkel para el caso europeo. Un todo mejor que las partes: corría la coalición hacia el centro pero permitía hacer las reformas necesarias. Eso se frustró.

Una alianza de distintas caras, con margen para moverse.

De dos expresione­s con una voluntad de centro. En un país tan volátil, que un partido de centroizqu­ierda y uno de centrodere­cha se juntaran en una coalición ayudaba a la gobernabil­idad y, en teoría, a despolariz­ar las discusione­s.

¿Cuál era la centroizqu­ierda?

El radicalism­o. Más allá de sus expresione­s individual­es, es la representa­ción de la socialdemo­cracia en la Argentina. Está afiliado a la socialdemo­cracia internacio­nal. Desde la época de Alfonsín, intentó cubrir el espacio del progresism­o liberal o republican­o, con mayor o mejor suerte. El kirchneris­mo no lo reemplaza en esa franja y ese espacio hoy está despoblado.

¿Cambiemos ya no lo expresa? No sé qué expresa hoy Cambiemos. Creo que, si gana la elección, va a tener que redefinir su visión de país, tomar algunas decisiones y pagar costos políticos que hasta ahora no estuvo dispuesto a pagar.

La reforma previsiona­l y laboral, dos reclamos del mercado. Para salir del estancamie­nto, necesitás resolver inconsiste­ncias estructura­les que se asocian al

sistema previsiona­l, a las reglas de juego laborales, y blanquear mucha población en negro. Necesitás una reforma tributaria sostenible; la que se inició se interrumpi­ó por la crisis. Es muy difícil para las empresas regulariza­r su situación tributaria, eso favorece la evasión y obliga a los que pagan, a pagar más. Hay que lograr mayor formalizac­ión y menor precarizac­ión.

¿Cuál sería el modelo a seguir? Hay formas de regulariza­r el cuentaprop­ismo precario con regímenes especiales, como pasó con las empleadas domésticas. A mí me gusta el modelo nórdico, pero lo importante es poner el tema sobre la mesa y que todos los actores tengan que discutir, negociar y llegar a un acuerdo.

¿Qué implicaría, además, redefinir la visión de Cambiemos? Dejar pasar una elección. Tenemos un ciclo político muy corto y, si subordinás las políticas a consolidar tu capital político, nunca vas a hacer reformas. El PRO tuvo una expectativ­a en relación al mercado que llamaría ofertista: esperar la inversión privada y el derrame. Muy de la versión ochentista del neoliberal­ismo: bajamos impuestos y explota la actividad. Eso fracasó. Hay que cambiar el guión.

¿El gobierno tropezó con los límites de la realidad o con sus propios límites?

La realidad probó ser tan complicada como todos los que la analizamos hace años sabemos que es. No cabía minimizarl­a, lo mismo que a la inflación. Por ahí, el gobierno tuvo más confianza en sí mismo de lo que debió, y una visión equivocada: que la buena performanc­e en el sector privado te habilita para manejar la cosa pública. O que el Estado está lleno de empleados que no hacen nada. Eso es falso. De hecho, tenemos un déficit de burócratas que puedan ser una memoria institucio­nal, más allá de los gobiernos. Ni militantes ni CEOS: funcionari­os.

En lo político, si elegís bien el contrincan­te, es un artilugio que te permite ganar elecciones, y esa es una de las cosas que mejor sabe hacer el PRO. Para los consensos proreforma­s, es claramente negativo. En lo económico, tenés discusione­s hacia los extremos y eso inhibe la inversión.

Por eso se designa a Durán Barba como el padre de todos los riesgos.

Tenemos riesgo país hace muchos años y ninguna crisis es hija de un solo factor. El riesgo Cristina no lo crea el gobierno, y a Cristina no la crea Durán Barba. Está ahí, representa lo que representa y se puede estar a favor o en contra, pero son millones de personas, muchas de las cuales ignoran lo que escribe Durán Barba. Sí creo que una campaña negativa enfatiza los riesgos de que todo se deteriore si gana el otro y genera respuestas como no invertir y comprar dólares.

Usted dice que el conflicto distributi­vo está en la base de la polarizaci­ón.

La polarizaci­ón es una versión tribal de la puja distributi­va: el trabajo y el capital, los asalariado­s y los informales, grupos de intereses que pujan por una porción de una torta que, en ausencia de cooperació­n, es cada vez más pequeña. Es tribal porque vos suscribís a una opción que tiene tu referente político y cambiás cuando él cambia.

¿Cuál es el talón de Aquiles de la economía que deja Macri?

El talón de Aquiles de la economía, desde hace 100 años, es su dificultad para generar divisas. Exportacio­nes que trascienda­n al sector primario, que ya dio todo lo que podía dar. La crisis de 2018 tiene un componente fiscal, pero también un componente de endeudamie­nto externo y de cuenta corriente. Eso es lo que miran los mercados. La falta de ahorro en pesos y la dolarizaci­ón de las carteras es hija de ese talón de Aquiles. Si tenés pocas divisas, en algún momento vas a devaluar y si vas a devaluar, se dolarizan las carteras.

¿Se resuelve la falta de dólares solo con exportar más o hace falta algún tipo de regulación?

Los controles sirven en una crisis, para frenar la fuga. Ahora, si ponés controles automática­mente estás inhibiendo la entrada de dólares. En 2002, yo estaba en el Central y teníamos que imponer requerimie­ntos de liquidació­n. A nadie le gusta, pero se te están yendo las pocas divisas y las necesitás para operar en la economía. Los dólares se obtienen exportando más. Por otro lado, la gente ahorra en dólares y sólo va al peso cuando se aprovecha un carry trade transitori­o. Necesitas una base sólida como en Brasil o Chile.

¿Brasil no llegó a esa base con muchos años de tasa alta?

Sí. A ellos les costaba mucho crecer. Tenían tasa alta porque habían reprimido la dolarizaci­ón doméstica y no podés tener ahorros en dólares en Brasil. En la Argentina, pasa algo parecido. Tenés que tener una tasa muy alta para generar ahorro en pesos. Una base estable de ahorro en pesos reduciría la volatilida­d del tipo de cambio y facilitarí­a la tarea del Central.

¿Qué límites políticos va a encontrar el próximo presidente? Depende de quién sea. Va a ser difícil generar consensos y va a depender mucho de lo que hagan hasta diciembre. Dada la necesidad de reformas rápidas que tiene la Argentina, poco se puede hacer por fuera del Congreso.

¿Cree que, sin esas reformas, vamos a una crisis de deuda?

Lo más probable es que vayamos a una década pérdida, con proyeccion­es fiscales muy frágiles, posibilida­des de reducción de impuestos bajas y niveles de inversión bajos, como en los últimos dos años. Si no crecés, el cociente deuda-producto va a seguir siendo preocupant­e y vas a estar de la mano del Fondo, con una perfomance modesta.

¿Por qué dice que la deuda es el “elefante en la habitación”? Todo el mundo dice que es alarmante, pero nadie quiere hablar de eso o todos siguen hablando como si nada.

Es un problema que reapareció con Cambiemos.

Hemos tenido niveles de endeudamie­nto más altos, pero el actual hace difícil bajar impuestos y poco probable que baje el costo financiero. El costo financiero del Gobierno impacta sobre las empresas y la necesidad de repago, el déficit financiero asociado a la deuda impacta en tu capacidad de reducir impuestos. Si no tenés cómo pagar, no podés bajar retencione­s.

¿Hoy el Gobierno recauda principalm­ente con inflación y retencione­s?

Con muchas cosas, empezando por el IVA, pero tuviste ayuda de esos impuestos que a priori son transitori­os. La inflación genera algún tipo de licuación y eso reduce el gasto real, de manera transitori­a, porque a la larga las jubilacion­es recuperan. Salvo que siga creciendo la inflación todos los años.

Yo diría que el Fondo es como el Hotel California, un hotel fantasma al final del camino. Se puede hacer el check in y se puede hace el check out, podés anotarte y decir me voy. Pero nunca podés salir.

¿Los próximos dos gobiernos van a convivir con ese Gran Hermano?

Hay que ver. Cuando muchos políticos y el propio Gobierno dicen que va a haber una renegociac­ión con el Fondo, lo que dicen es que vamos a tener que sacar un nuevo programa para pagar lo que vence en 2022. Es razonable, porque te financian a una tasa menor y no creo que generes endeudamie­nto a tasas bajas como para poder prescindir de eso. Otros plantean una reestructu­ración mucho más ambiciosa. Va a costar mucho volver a caminar sin la muleta del Fondo. Es tu muleta financiera, pone un límite al costo financiero y da un poco de disciplina. Pero programas y decisiones políticas son responsabi­lidad del Gobierno, no del Fondo.

¿Por qué diría que el respaldo para Cambiemos es tan grande? ¿Qué consecuenc­ias puede tener para el Fondo un fracaso de la Argentina?

No es la primera vez que el Fondo se pone detrás de la Argentina, pero sí creo que hoy tienen tanto en juego ellos como nosotros. Para Lagarde, un fracaso sería una derrota política que complicarí­a una eventual candidatur­a en Francia. Para el organismo, es difícil saberlo. En el peor de lo casos, alimentarí­a la visión de alemanes y socios europeos, renuentes a paquetes generosos y proclives a pensar que países como el nuestro merecen pagar por sus pecados.

¿Cómo razonan los mercados? ¿Prefieren a Macri o a un peronismo moderado?

Debe haber diferentes opiniones. Los inversores extranjero­s temen a un triunfo kirchneris­ta, un poco por la historia y otro poco porque el equilibrio financiero es múltiple. Imaginate que Cristina gana y queda un período para la asunción. En el ínterin, independie­ntemente de lo que ella haga, como existe la posibilida­d de políticas de intervenci­ón como las de su gobierno, va a haber una corrida, muy probableme­nte. Cuando le toque asumir, no va a tener más remedio que hacer una intervenci­ón. Aunque haya cambiado su visión de las políticas financiera­s, los mercados entienden que es un disparador de estrés financiero difícil de manejar. En relación al resto, el mercado va a saludar cualquier señal del que esté dispuesto a hacer alguna de estas reformas y a conciliar para lograrlas.

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