El avance de la teoría del “gran reemplazo”
Las ideas que sostienen al supremacismo blanco
“Había que rendirse a la evidencia: llegada a un grado de descomposición repugnante, Europa occidental ya no estaba en condiciones de salvarse a sí misma, como no lo estuvo la roma antigua en el siglo V de nuestra era”, dice François, protagonista de Sumisión, la novela del francés Michel Houellebecq. Un partido musulmán había tomado el poder en Francia y este profesor de literatura experto en la obra del novelista Joris-karl Huysmans consideraba que el nuevo dominio era de algún modo merecido. Europa había perdido energías y virilidad, carcomida por el progresismo y el multiculturalismo que habían facilitado su islamización. los musulmanes habían transformado su peso demográfico en peso electoral y, ayudados por los ingenuos socialistas, habían tomado el poder y colonizado hasta la Sorbona.
Brenton Tarrant, el hombre que a mediados de este mes mató a medio centenar de personas en dos mezquitas de christchurch, nueva Zelanda, también cree en la decadencia de occidente. como australiano “étnicamente europeo”, pensó que debería pasar a la acción tras un viaje por Europa en el que tuvo una suerte de epifanía: allí cayó en la cuenta de que el Viejo continente estaba siendo invadido por grupos poblacionales no blancos en una especie de colonización al revés. Y ancló su cruzada en un concepto forjado precisamente en Francia.
la imagen del “gran reemplazo”, término con el que tituló el manifiesto publicado poco antes de la matanza, fue proyectada por renaud camus, un oscuro escritor francés, para denunciar el “cambio de pueblo y de civilización”. En otras palabras, la sustitución de europeos autóctonos por inmigrantes no blancos en un proceso provocado por las elites “globalistas” o, según sus palabras, “reemplacistas”. camus, 72 años, y figura del submundo gay de los años 70, hoy es un permanente denunciador del declive de la civilización francesa y un referente en la extrema-extrema derecha. Su “teoría” es más el nombre de sus obsesiones que un esfuerzo por precisar analíticamente un problema. “no es un concepto, es un fenómeno evidente, como la nariz delante de la cara”, explicó en una ocasión. “Un pueblo estaba allí, estable, ocupando el mismo territorio desde hace 15 ó 20 siglos. Y de golpe, muy rápidamente, en una o dos generaciones, uno o varios pueblos lo sustituyen, lo reemplazan, y ya no es más el mismo”.
Pánico civilizatorio
no es casual que el terrorista de nueva Zelanda esté obsesionado con las tasas de natalidad y los “diferenciales de fecundidad”. De hecho, con la frase “Son las tasas de natalidad. Son las tasas de natalidad. Son las tasas de natalidad” comienza su manifiesto de casi 80 páginas titulado precisamente El gran reemplazo. Hacia una nueva sociedad, y enviado incluso a la primera ministra Jacinda ardern. allí sostuvo que su ataque tenía como finalidad “vengarse por la esclavitud de millones de europeos ocupados por los esclavistas islámicos” y escribió en sus armas los nombres de diferentes “defensores” de la cultura occidental.
Tarrant inscribió su ataque en el “gran reemplazo”, que en boca de sus difusores es “un crimen contra la humanidad del siglo XXI”. En su manifiesto declara haber transformado sus puntos de vista durante un viaje a Europa, especialmente en Francia, donde observó cómo un “exbanquero, globalista y antiblanco” (en referencia a Emmanuel Macron) se imponía en las elecciones de 2017 mientras los franceses se volvían minoría en su propio país.
“no importa a qué ciudad fueras; los invasores estaban ahí –escribe–. los inmigrantes eran jóvenes, llenos de energía y con familias grandes y muchos niños”. En su manifiesto, el joven australiano toma el punto de vista común entre grupos identitarios: dice no odiar a los musulmanes si ellos se quedan en sus tierras natales. ni colonialismo ni inmigración. De hecho, el “gran reemplazo” promueve una suerte de lucha anticolonial de los “indígenas europeos” contra los “invasores”, sobre todo árabes musulmanes.
En su manifiesto, Tarrant se declara “ecofascista” o nacionalista verde, en lo que resuenan algunas ideas del Unabomber estadounidense Theodore Kaczynski y de los denominados grupos anar coprimitivistas y anar coidentitarios. Si en el plano intelectual Tarrant se reconoce influido por la analista conservadora afroamericana candace owens, en el plano de la acción su ídolo es el noruego anders Breivik, quien en 2011 cometió una masacre en un campamento de jóvenes socialdemócratas noruegos, precisamente por considerarlos cómplices del “gran reemplazo”.
Compromiso total
Breivik declaró en el juicio que había calculado cuánta gente necesitaba matar para ser leído –había escrito un manifiesto de 1500 páginas–. pensó en una docena pero terminó matando a 77. “ocho años después de la masacre, el terrorista político noruego sigue siendo leído por el pú- blico que desea: en los foros de extrema derecha de internet, el término ‘volverse Breivik’ significa compromiso total con la causa”, apunta en un artículo en The New York Times asne Seierstad, que escribió una biografía de Breivik. El noruego y el australiano publicaron sus textos en la web justo antes de sus ataques. aunque mientras que el primero había planeado retransmitir su ataque en Youtube pero no pudo hacerlo, el segundo logró replicar en vivo su “fiesta” por Facebook.
Si el “gran reemplazo” se inscribe en una antigua tradición, camus le dio un nuevo ímpetu y el término amenaza con extenderse. algunos que lo consideran parte de la teoría del complot, como Marine le pen, terminan haciendo referencias a él, y muchos europeos pueden “observar” el “gran reemplazo” cada vez que sienten que hay “muchos extranjeros” en sus ciudades. En internet ya existe un observatorio del Gran reemplazo organizado por grupos de extrema derecha, donde “confirman” su teoría hasta con información de las piscinas municipales. Tarrant no eligió el pueblo de christchurch (iglesia de cristo) al azar. la ciudad nació como un proyecto de crear una comunidad cristiana anglicana, una nueva Jerusalén, en el siglo XIX, y una de las mezquitas atacadas había sido antes una iglesia. la idea del reemplazo adquiría ahí una materialidad y un simbolismo evidente.
Crisis de identidad
“El gran reemplazo es el nombre de un fenómeno que, creo, es el más importante de todos los que tienen lugar hoy en día, y quizá de la historia de Francia y de varios países europeos. Es un nombre, como la Guerra de los cien años, la revolución Francesa, la Gran Guerra, la ocupación o la resistencia. Bajo mi punto de vista, el Gran reemplazo es lo más importante que ocurre en Francia desde hace cuarenta años, es decir, el cambio de pueblo y de civilización”, apunta camus sobre su concepto-fetiche en una entrevista con el diario ABC. pero ahora debe desmarcarse de Tarrant: “Él ha usado el título de mi libro y lo ha contradicho totalmente, porque sus acciones son absolutamente contrarias a todo aquello que yo he podido escribir, decir o pensar desde hace veinte años. Soy totalmente no violento, hostil a todos los actos de violencia y al terrorismo”.
los etnona cionalistas suelen denunciar que la “élite reemplacista” se beneficia con el reemplazo: sea por la mano de obra barata o electoralmente, ya que sus partidos tendrían la mayoría de los votos de los no blancos, acusación habitual contra los demócratas en Estados Unidos. Y usan mucho internet. “¿Dónde recibió/investigó/desarrolló sus creencias?”, se pregunta Tarrant a él mismo. “internet, por supuesto. no encontrarás la verdad en ningún otro lugar”. pero esa verdad es bastante relativa: los demógrafos cuestionan la validez de estas “teorías”. las tasas de natalidad entre “blancos” y “no blancos” tienden a alinearse; todas las poblaciones del mundo se han mezclado varias veces desde la prehistoria; y finalmente, la asimilación de los modos de vida y de consumo supuestamente “blancoo ccidentales” por los migrantes “no blancos” es estadísticamente mucho más masiva que el supuesto fenómeno inverso, como la supuesta islamización de las sociedades “blancas”.
Más allá de las cifras y las realidades sociológicas, el “gran reemplazo” –utilizado de manera más abierta o eufemística– recoge una serie de “malestares en occidente”, en un momento en el que Europa vive su propia crisis de identidad, y le permite a los populismos de derecha profundizar la paranoia civilizatoria que funciona como cantera de votos y mito movilizador. El autor es historiador y periodista