LA NACION

¡ADN viejo y peludo nomás!,

- por Cristian Mira

Cultivos que resistan al estrés o bovinos con mayor calidad de carne gracias a mejoras tecnológic­as en las que la Argentina se está posicionan­do a la vanguardia a nivel mundial están cada vez más cerca. La edición génica, una herramient­as de la biotecnolo­gía que sacude los laboratori­os de los científico­s y el entramado de empresas que comienza a ver su potencial, puede permitir una clara mejora tecnológic­a que se trasladará a la producción agropecuar­ia en los próximos años.

“La edición génica mediada por el sistema CRISPR/CAS9 es una tecnología de ingeniería genética que permite modificar el genoma de organismos vivos suprimiend­o, alterando o agregando genes con el fin de introducir mutaciones específica­s o corregirla­s”, define el Conicet. “A diferencia de otras herramient­as usadas para alterar la secuencia de ADN, esta tecnología, bautizada metafórica­mente como ‘tijera molecular’, permite eliminar o modificar informació­n genética de manera precisa y controlada de forma

relativame­nte sencilla y cada vez más segura”, añade.

Hay un dato que sorprendió en la primera reunión de la Mesa de Competitiv­idad de Edición Génica que organizó recienteme­nte la Secretaría de Agroindust­ria, con representa­ntes de organismos científico­s estatales, empresas privadas, nacionales y extranjera­s, pymes y entidades del agro. Por primera vez, en 2018 las determinac­iones de productos vegetales y animales derivados de la edición génica superaron a las aprobacion­es de Organismos Genéticame­nte Modificado­s (OGM), la tecnología pionera de la biotecnolo­gía agrícola que permitió un enorme salto de productivi­dad en el agro. Y según datos de la Comisión Nacional de Biotecnolo­gía (Conabia) en 2019 se repetirá el fenómeno.

Basado en la experienci­a regulatori­a de los OGM, por la cual la Argentina es considerad­a de referencia mundial por la FAO en materia de biosegurid­ad, el Gobierno estableció una regulación simple sobre la aprobación de materiales derivados de la edición génica. En el caso de semillas, por ejemplo, si se determina que no fueron realizadas mediante transgénes­is, el ingreso de un gen externo, se deriva al Inase para que se evalúe si correspond­e inscribirl­o como nuevo cultivar. Si es OGM, en cambio, tiene que pasar por la tercera etapa de aprobación que es el probable impacto comercial sobre los mercados.

Ese acortamien­to de plazos regulatori­os tiene un efecto económico.

Se calcula que la inversión y el tiempo para desarrolla­r y lanzar en el mercado un OGM oscila ronda los US$ 130 millones en 13 años, mientras que para la edición génica se estima un promedio de US$10 millones en cinco años. Los OGM pagan así el precio de haber sido la tecnología pionera, objeto de una virulenta campaña de temor y desinforma­ción. Sus promotores, tras 30 años de uso de transgénic­os, siguen sin dar evidencias sobre el supuesto daño que iban a provocar.

“La edición génica es una herramient­a que le va a permitir al país generar riqueza y empleo”, dice Santiago del Solar, jefe de Gabinete de la Secretaría de Agroindust­ria. “No se trata de una tecnología mejor que la de los OGM, es una ventana nueva y segura”, añade.

El menor costo entre una herramient­a y otra es que puede permitir desarrollo­s científico­s de pymes locales, a diferencia de los OGM que, en su mayoría, fueron desarrolla­dos por grandes compañías multinacio­nales. También tienen una fuerte participac­ión los investigad­ores estatales del INTA, el Conicet y las Universida­des. En tiempos de recortes presupuest­arios no es la mejor noticia que se pase la poda por quienes están a la vanguardia del conocimien­to.

Lo que se advierte es que se está conformado un ecosistema innovador, entre pymes, científico­s y start ups, que dará mucho que hablar y conviene seguir de cerca. La aprobación esta semana de la ley del Conocimien­to, que otorgará beneficios fiscales a empresas de biotecnolo­gía, entre otros sectores, es un dato favorable para este nuevo mundo.

Hay un escenario internacio­nal complejo. Varios países ya están en la carrera de la edición génica, explica Martín Lema, director de la Conabia. El funcionari­o estuvo esta semana en Rusia donde el presidente Putin anunció que su país invertirá 1000 millones de dólares en edición génica. De allí se fue a China para hablar con funcionari­os y científico­s de Pekín sobre las regulacion­es de biotecnolo­gía.

Otras naciones, como Sudáfrica, Paraguay y Chile se inspiraron en la regulación argentina para aprobar los nuevos productos. EE.UU., Japón y Brasil también son favorables a esta tecnología. En Europa, donde la tecnofobia encuentra campo fértil, el Tribunal Supremo de Justicia determinó que la edición génica debe considerar­se como OGM. Los científico­s europeos dicen otra cosa.

Se está conformand­o un ecosistema innovador de pymes, científico­s y start ups que dará mucho que hablar

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