LA NACION

De menor a mayor, ahora Brasil

Con una propuesta emocionalm­ente contagiosa, pese a desajustes futbolísti­cos, avanzó la Argentina y definirá nada menos que en el clásico con Brasil quién es finalista en el certamen

- Andrés Eliceche

En el Maracaná, empezó a encontrar algunas respuestas para alcanzar sus objetivos. La selección argentina, sin brillar, pero con un rendimient­o más sólido que el habitual, se metió en las semifinale­s de la Copa América 2019 tras vencer a Venezuela por 2 a 0. Ahora se cruzará nada menos que con Brasil. Los goles fueron marcados por Lautaro Martínez, en la primera etapa, y por Giovani Lo Celso, en el segundo tiempo.

Alentado por cerca de 20.000 argentinos que se hicieron sentir, el equipo argentino encontró mayor tranquilid­ad con el gol de Martínez y evitó luego sobresalto­s. Pese a la discontinu­idad de Lionel Messi, cuyo desempeño no alcanzó el nivel esperado en lo que va del torneo, la Argentina cosechó una victoria valiosa que la posicionó entre los cuatro mejores.

El próximo martes, a las 21.30, en el Mineirão de Belo Horizonte, habrá clásico sudamerica­no. En partidos oficiales, la selección no le gana a Brasil desde 2005, cuando lo derrotó 3-1 en eliminator­ias para el Mundial de Alemania.

río de Janeiro, Brasil.–acostumbra­dos a mirarse de reojo, a admirarse entre dientes, a disfrutar de los males del otro y padecer sus alegrías, la argentina y Brasil vuelven a tener la oportunida­d de arreglar sus cuentas cara a cara. es la consecuenc­ia de un viernes que tuvo una escenograf­ía argentina en este templo del fútbol mundial llamado estadio Maracaná. ahí están Messi y sus muchachos, las caras felices, los brazos ofrendando tímidament­e el triunfo, en el atardecer de esta ciudad que se les dibuja Maravilhos­a. la selección de los tumbos iniciales acaba de firmar una buena victoria ante venezuela y sacar pasaje a Belo Horizonte, para medir la altura del gigante el próximo martes por la noche. Habrá entonces un premio apetecible en juego: el pase a la final de una copa américa que, ahora sí, levanta temperatur­a.

la argentina se marchó satisfecha de río de Janeiro porque empezó a encontrarl­e respuestas a algunas de las muchas preguntas con las que había llegado a los cuartos de final del certamen. sabe que, en cualquier escenario, ya no deberá prescindir de lautaro Martínez, el mejor de la cancha, el que abrió el camino con un gol y mostró que a la calidad no le importan la edad ni la instancia: “es el partido más importante de mi vida”, había dicho el jueves pasado. ahora tendrá que a repetirlo, con el scratch a la vista.

Tiene claro la argentina, también, que rodrigo de paul, puro empeño y contagio, es una solución posible para una línea de volantes que fue girando en todo el campeonato. Que leandro paredes, a esta altura el mejor argentino del torneo, necesitaba minutos para demostrar que podía ser el número 5 de la selección. lo demostró en un ejercicio de ubicación y control de juego a un nivel que no se le había visto hasta aquí. Que Marcos acuña tiene energía para ir y venir, fuerza para luchar y, a veces, reflejos para atacar. Que los tres delanteros, volverá a deslizar lionel Messi más tarde cuando se enfrente con los micrófonos, es ya un enunciado al que no habrá que renunciar, aunque el brillo no aparezca.

Son algunas conclusion­es que ahora no le importan tanto a Scaloni. Ya tendrá tiempo para pensar en eso y en cómo preparar el duelo de fondo. Ahora deja ver su sonrisa ancha: los jugadores se abrazan en la mitad de la cancha y él se desespera levantando la vista por encima del banco de suplentes. Busca con su mirada a su familia, que enseguida encontrará: una hora después, camina por la zona mixta de la mano de uno de sus hijos, Sigue sonriendo.

Se dijo, no fue una versión inmejorabl­e. Pero sí necesaria: por fin, la selección completó un partido que se jugó de acuerdo a lo que pretendía durantelam­ayorparted­eltiempo.ytodo sin Messi: valga la figura para explicar este andar extraño del capitán, el que cantó el Himno como nunca y buscó como siempre, pero que no dejó más que pinceladas de su talento. Como si algo de su vasto repertorio estuviera guardado para una ocasión más relevante. Messi y su urgente reivindica­ción en este torneo tiene una cita en el calendario: el mapa se la fijó en el Mineirao. “Ojalá mi gol venga en el próximo partido”, pidió su deseo, consciente de que este 10 terrenal que recorre la Copa deberá levantar la puntería para soñar con ganarle por primera vez en esta tierra al dueño de casa.

Brasileños con camisetas de Argentina, en todas las tribunas. Una convivenci­a pacífica de los locales con los que gritan por Messi, que de a poco también puede transforma­rse en picante. Empieza a ganar la selección a los 9 minutos y entonces los locales se vuelcan decididame­nte por Venezuela. Exageran un “ooole, ooole” para acompañar pases en mitad de cancha que no harán daño. Es que de pronto, el clásico empezaba a parecer posible. Esa idea se instaló desde el comienzo del juego, cuando Argentina aceptó la invitación de Venezuela, que se juntaba en 25 metros entre Rondón, el delantero, y Cancellor, el último defensor. El campo y la pelota, en la primera media hora, fueron de Paredes, el bastonero, y de Lautaro Martínez, un portento físico decidido a todo, incluso a chocar con Dudamel cuando no pudo frenarse y salió de la cancha hasta casi llevarse por delante al DT venezolano.

El delantero le daba la razón a Scaloni, que había decidido mantener a los tres atacantes. Pero fue este chico de 21 años –mucho más que Agüero y Messi– el santo y seña de la selección. Se presentó en este coliseo con un gol de taco –después de un remate defectuoso de Kun–, actitud para impedir la salida cómoda de la defensa venezolana y un juego en el cuerpo a cuerpo que explica por qué le dicen Toro. Martínez tiene en su bagaje una calidad técnica tal que es capaz de controlar la pelota en el aire, como le pasó dos veces en ese arranque de crack. Y es, también, una sombra negra para el arquero Fariñez: en el Sudamerica­no Sub 20, en Ecuador 2017, le había anotado dos goles, vitales para sacar pasaje al Mundial.

Esos méritos no fueron leídos del mismo modo por el técnico, que sorprendió con el primer cambio: afuera Martínez, adentro Di María para jugar de delantero, cuando el partido pedía cualquier cosa menos quitar al mejor. iban 19 minutos de la segunda etapa, era el tramo en el que Venezuela, obligada, había dado un paso adelante con el ingreso de Soteldo para abandonar el 4-1-4-1 y plantar un 4-23-1, acorde a la necesidad de buscar el empate. Ya Argentina no disponía tanto de la pelota, pero tampoco sufría atrás. Pero ese repliegue hacía que el arco de Fariñez empezara a quedar muy lejos. El Maracaná empezó a ser una estancia para Messi, Agüero y el ingresado Di María. La Vinotinto percutía por fuera. A los 25 minutos, tuvo el empate en Hernández, que llegó libre por derecha y remató fuerte: llegó la gran atajada de Armani.

Lo que vino después está escrito en un viejo apartado de la encicloped­ia de este juego. Paga el que no define: bastó una combinació­n de De Paul –de gran partido– con Agüero para que Argentina encontrara el segundo gol en el pie zurdo de Lo Celso tras el rebote que regaló Fariñez. Y vino después la fiesta que bajaba de las tribunas: el Maracaná parecía celeste y blanco, con voces que provocaban a Brasil y ya instalaban en la piel de los jugadores lo que está por venir. Argentina y Brasil, otra vez cara a cara. Como siempre y como nunca.

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FABIÁN MARELLI/ENVIADO ESPECIAL
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Ap Lautaro Martínez empujó a la Argentina con determinac­ión y con su gol, el que abrió la victoria frente a los venezolano­s
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F. marelli / e. especial Conduce Paredes, con inteligenc­ia y distinción; es el mejor argentino en la Copa

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