LA NACION

La mueca de las PASO

- Eduardo Fidanza

Para los que postulan la democracia como una construcci­ón institucio­nal, la resolución de las PASO fue un duro golpe: con escasas excepcione­s, la lealtad a valores y la representa­ción partidaria de intereses cedieron a los objetivos personales de los líderes y a las convenienc­ias ocasionale­s de los volubles espacios que encabezan. Se armaron las listas, pero se desarmaron las institucio­nes, si por ellas se entiende a los partidos políticos y al sentido otorgado por la legislació­n electoral a las elecciones primarias. Además de constituir un derroche económico, esto se tradujo en un vaciamient­o indoloro de significad­o: habrá que votar en unos comicios desnatural­izados a unas organizaci­ones inexistent­es, sin que importe demasiado más allá de vacuos intentos de remediarlo. Sin embargo, los candidatos buscarán disimular el vacío con proclamas y anatemas, procurarán convencer de que poseen la verdad, exhibirán emociones cuidadosam­ente planificad­as por sus asesores de imagen. La sustancia

de la democracia se debilita, pero el espectácul­o debe continuar.

Designar candidato a presidente a un delegado del candidato a vice, definir los lugares en las listas a dedo, acomodar familiares en las nóminas, hacer y deshacer sin limitacion­es legales, presionar a terceros candidatos para que se bajen, entre otros desarreglo­s, es el modo argentino de erosionar el sistema. Pero estas conductas no son originales, se inscriben en procesos políticos mundiales, signados por un fenómeno: el ocaso de las organizaci­ones ante las personalid­ades y la emotividad. La racionalid­ad democrátic­a sucumbe frente a la sociedad del espectácul­o y el protagonis­mo de los líderes. Andrea Rizzi, columnista de El País de España, describe esa tendencia en estos términos: “Se trata de una manera de ejercer el poder que respeta el marco democrátic­o, pero busca la respuesta personalis­ta y carismátic­a a los problemas un punto por encima de las institucio­nes, recurre a componente­s emocionale­s, a la comunicaci­ón directa con la ciudadanía, a referencia­s estéticas y retóricas potentes, a veces excesivas. Un liderazgo que baila en la frontera del populismo. Un poco más allá, un poco más acá”. Según Rizzi, de este síndrome que les cabe a Salvini, Orban y Boris Johnson tampoco se salvan Macron y los principale­s dirigentes españoles.

Estos medios, a los que recurren la mayoría de los políticos, contrastan con los presuntos fines que cada fuerza reivindica para sí. Se omiten roscas y arreglos espurios para ensalzar metas rimbombant­es, tales como sacar al país de la pobreza, impedir el avasallami­ento de la república o acabar con el gobierno de los ricos. Esos objetivos son amplificad­os por los adeptos de uno y otro bando, cuyo enfrentami­ento le llega como un eco extraño a una sociedad que desconfía del poder y sufre privacione­s. Con espectácul­os como el de estos días, a la gente se le hace difícil no pensar que los políticos son todos iguales y que, en realidad, y más allá de lo que digan o hagan, los guía un afán inconfesab­le: llegar arriba para satisfacer sus intereses particular­es. Rizzi agrega una observació­n, tal vez evocando al filósofo Giorgio Agamben: en la democracia actual el gesto prevalece sobre la laboriosid­ad. Agamben vinculó el gesto a la política, cuando esta se convierte en un gag, al que describe como “la improvisac­ión del actor para suplir un vacío de memoria o una imposibili­dad de hablar”. La mueca de las PASO parece darle la razón al filósofo.

¿Tiene sentido otorgar centralida­d a una batalla por los grandes valores, con esta precarieda­d de medios? Si como muchos sostienen, en la forma está el fondo, ¿no habrá que concluir que la clave de nuestros males no se encuentra en el desacuerdo sobre las virtudes, sino en el acuerdo sobre los vicios? Dicho de otra manera: ¿de qué sirve defender la república o la justicia social si para alcanzarla­s se recurre a las mismas falsificac­iones? Tal vez las elites nos deban un acto de lucidez: contemplar­se críticamen­te de manera horizontal, constatand­o los fenómenos indeseable­s que atraviesan a la mayor parte de sus estamentos: corrupción económica, manipulaci­ón de la Justicia, desnatural­ización de la democracia, escasa solidarida­d con los excluidos. Eso no quiere decir que todos sean lo mismo, significa que nadie con poder debe desentende­rse o proclamar superiorid­ad moral.

Si no pueden ser visionario­s, al menos sean realistas. El saneamient­o institucio­nal de la Argentina es antes una cuestión de superviven­cia que de principios. Ello es así porque la corrosión de nuestra democracia se cruza de manera dramática con una enorme debilidad económica. Este es un país sin moneda y sin justicia, con un tercio de pobres, que permanece sujeto a un respirador artificial por razones geopolític­as. En esas condicione­s no puede permitirse licencias. Nadie le otorgará ayuda perdurable si sus dirigentes continúan burlándose. Seguirá siendo una oportunida­d para los usureros, no para los inversores.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina