LA NACION

El chico de la tapa. Lautaro ya sabe qué se siente al convertir en el Maracaná

Con 21 años, llegó como una de las cartas de urgencia del DT Scaloni y se ganó la titularida­d; “en la jugada del gol, me lo imaginé unos segundos antes”, confesó

- Andrés Eliceche

RÍO DE JANEIRO.– Esta vez no hubo nada que se parezca a una bronca contenida. Empezaron a bajar aplausos de las plateas del Maracaná cuando el cuarto árbitro levantó el cartel electrónic­o con el número

22 brillando en rojo y el 11 en verde: sale Lautaro Martínez, entra Angel Di María. El chico del día levantó la mirada, devolvió el gesto y se sentó en el banco. Acababa de jugar el mejor de sus 11 partidos en la selección, el que lo puso otra vez por delante de Lionel Messi y Sergio Agüero, sus ilustres compañerit­os de ataque. Había escrito la primera página de un triunfo dulce, el que le permitirá a la selección ir a jugar la semifinal de la Copa América contra Brasil en el Mineirao. Su cuerpo joven ya sabía qué se siente al hacer un gol en el Maracaná. Por eso los abrazos del final, la felicidad y la mesura en la zona mixta: “Estaba cansado, pero son decisiones del técnico”, eligió como toda respuesta para explicar por qué ese cartel tenía su número.

Lautaromar­tínez,con21años,llegó a Brasil como una opción que Scaloni tendría a mano en caso de urgencia. Tan rápido apareciero­n las de la selección que ya en el segundo partido fue titular. Y ahora, aunque para jugar contra Brasil falten tres días, nadie duda de que el delantero más joven del plantel cantará el himno en el Mineiraoye­nseguidase­pondráacor­rer.eso también le encanta: “Estoy feliz porque lo que venimos haciendo en la Copa.encadapart­idoentramo­sadejarlo todo, a correr y creo que eso trae sus frutos. Tuvimos un increíble primer tiempo, corrimos todo y por suerte marcamos el primer gol”, elogió ese perfil que la selección saco a relucir en el arranque del partido. Dijo suerte. ¿Suerte? “En la jugada del gol, me lo imaginé unos segundos antes”, contó sobre la repentizac­ión que tuvo para meter el taco derecho y hacer bueno el remate del Kun Agüero.

La dedicatori­a llegó enseguida: se terminaron los abrazos en el córner y, ya libre de la marca de los otros jugadores, buscó a su compañera: el saludo voló al otro costado del estadio y llegó telepática­mente hasta la platea donde estaba sentada Agustina Gandolfo, su novia. Eran las cuatro y diez de la tarde. Seis horas después, en la otra punta de la ciudad, lo virtual se vestiría de real: una victoria así se celebra con las familias, un permitido que el cuerpo técnico le ofreció a todo el plantel después de la cena.

Martínez no se guarda nada. A pesar de haber jugado solamente 63 minutos fue el argentino que más remates realizó (3) y ocasiones de gol generó (3). El último tiro, al inicio del segundo tiempo, podría haber significad­o un doblete en su primera vez en este estadio, pero la pelota se le fue apenas desviada. Lautaro es el goleador de la era Scaloni: ya tiene seis gritos en diez partidos. Ninguno tan importante como el que se concretó después de que ese taco se le escurriera entre las piernas a Fariñez.

En el lote de futbolista­s que llegaron aquí a ganarse el cartel de futbolista de selección, Lautaro es un alumno aventajado. Su profesiona­lismo ya no sorprende al cuerpo técnico, que ve la dedicación que le ofrece a una profesión con la que soñaba cuando en Bahía Blanca era un nene. Eran tiempos de fútbol y también de básquet, una herencia familiar, un sello constituti­vo de la ciudad donde nació. Vino la prueba en Racing, los tiempos de pensión, el debut promisorio, las primeras luces de la fama. Pero Lautaro se mantuvo a pie firme con los mandatos familiares: nada de desvíos típicos de adolescent­e deslumbrad­o. “Parece un veterano”, lo elogia, después de este triunfo que puso su cara en los canales argentinos y brasileños, un integrante de la delegación argentina.

Hasta en su atuendo, este delantero que apenas tiene una temporada en Europa parece disciplina­do. Pasan los jugadores por la zona mixta, se detienen, hablan y dejan ver sus cortes a la moda. Todos, menos Lautaro: lleva puesta una gorra con los colores de la Argentina y el escudo de la AFA en el centro. El mismo que lucirá en el Mineirao, cuando el martes juegue, otra vez, el partido “más importante” de su vida.

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Fabián marelli / enviado especial Lautaro Martínez se ganó un lugar en el ataque argentino

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