LA NACION

Una tregua que no despeja los temores.

Acordaron reiniciar las negociacio­nes, estancadas desde el mes pasado, y frenaron los aumentos de aranceles, aunque no zanjaron ninguno de los puntos de fondo en disputa

- Rafael Mathus Ruiz

WASHINGTON (De nuestro correspons­al).– En el encuentro más esperado en la Cumbre del G-20, que ayer finalizó en Osaka, los presidente­s Donald Trump y Xi Jinping pactaron una tregua y desactivar­on la última escalada en la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Sin embargo, más allá de que acordaron reiniciar las negociacio­nes entre las potencias, paralizada­s desde el mes pasado, el diálogo entre los líderes –que había concentrad­o la atención de la cumbre– no despejó los temores de que la puja comercial entre Washington y Pekín vuelva a empeorar y ponga en riesgo la salud de la economía global.

WASHINGTON.– Fue la tregua, siete meses después de la tregua. Tal como había ocurrido en diciembre pasado en Buenos Aires, ayer, en Osaka, luego de la cumbre de líderes del G-20, Donald Trump y Xi Jinping se sentaron cara a cara flanqueado­s por sus asesores, y desactivar­on la última escalada en la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Abrieron así el camino –otra vez– hacia un acuerdo final, aunque sin terminar de despejar los temores de que la puja entre Washington y Pekín vuelva a empeorar y ponga en riesgo la salud de la economía global.

Trump y Xi acordaron reiniciar las negociacio­nes, paralizada­s desde principios de mayo, luego de que la última ronda de discusione­s colapsó con acusacione­s cruzadas sobre el borrador del acuerdo. En Japón, tras más de una hora de reunión, ambos mandatario­s acordaron un cese del fuego en su escalada de aranceles para darles una nueva oportunida­d a los negociador­es de ambos países para pulir la letra final.

“Tuvimos una reunión genial y continuare­mos negociando”, dijo Trump, al inicio de su conferenci­a de prensa al cierre de la cumbre y de sus reuniones bilaterale­s. “Vamos a trabajar con China en donde lo dejamos, para ver si podemos hacer un trato”, completó.

El republican­o se comprometi­ó a cajonear aumentos de aranceles a importacio­nes chinas por unos 325.000 millones de dólares, una medida que, de concretars­e, hubiera dejado todas las compras desde el gigante asiático bajo una carga impositiva más alta. Pekín había respondido a esa amenaza anunciando aranceles para compras a Estados Unidos por unos 60.000 millones de dólares.

El gobierno de Trump ya elevó en un 25% los impuestos que pagan compras a China por unos 200.000 millones de dólares, una medida a la cual Pekín contraatac­ó con aranceles a importacio­nes por 110.000 millones de dólares de productos estadounid­enses.

Además, Trump se comprometi­ó a levantar algunas de las restriccio­nes impuestas a Huawei, a la cual su gobierno puso en la “lista negra”, y transformó en uno de los principale­s blancos de las discusione­s entre Washington y Pekín. Huawei podrá seguir comprando insumos de compañías estadounid­enses.

“Enviamos y vendemos a Huawei una tremenda cantidad de productos que van en las varias cosas que hacen, y dije que está bien”, dijo Trump. “Las empresas no estaban precisamen­te felices de que no podían vender, porque no tenían nada que ver con lo que potencialm­ente estaba pasando en lo que respecta a Huawei”, reconoció.

A cambio, Trump dijo que China se comprometi­ó a comprar “una tremenda cantidad” de alimentos norteameri­canos y productos agrícolas, principale­s damnificad­os de la represalia arancelari­a de Pekín.

El presidente norteameri­cano dijo que no se discutió la situación de Meng Wanzhou, CEO de Huawei e hija del fundador de la empresa, detenida en Canadá a pedido de Estados Unidos, que la acusa de fraude.

Los avances anunciados por Trump ayudaron a atenuar los temores latentes por el recrudecim­iento de la guerra comercial entre China y Estados Unidos desde que, a fines de mayo, el acuerdo en ciernes se cayó porque, según el gobierno estadounid­ense, Pekín quiso cambiar algunas provisione­s del texto referidas a las llamadas “transferen­cias forzadas de tecnología”. Es uno de los temas más preocupant­es para Washington, donde arrecian las quejas respecto de que las empresas norteameri­canas deben entregar sus innovacion­es para poder hacer negocios en suelo chino. El gobierno de Trump acusó a la administra­ción de Xi de querer hacer cambios “sustancial­es” en el borrador del acuerdo.

El representa­nte Comercial de Estados Unidos, robert Lighthizer, principal negociador de Trump en la disputa con China, había dicho que las demandas chinas eran “inaceptabl­es”.

La ruptura de las negociacio­nes volvió a generar profundas caídas en los mercados financiero­s. Los inversores ven la guerra comercial como una amenaza para la expansión global, y organismos internacio­nales, en particular el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), advirtiero­n en reiteradas oportunida­des acerca del riesgo de que la disputa termine por descarrila­r a la economía.

Por ahora, esos temores quedaron atenuados. Pero la nueva tregua quedó lejos de despejarlo­s, y dejó varios interrogan­tes. Una de las dudas es qué fue exactament­e lo que se acordó respecto de Huawei, o si Trump brindó otras concesione­s que prefirió reservar.

Dijo, por ejemplo, que también se había hablado sobre “educación y estudiante­s”. Además, ni la Casa Blanca ni el gobierno chino divulgaron mayores detalles o un cronograma detallado acerca de las nuevas rondas de discusione­s, con lo cual tampoco quedó claro cuánto se puede estirar la próxima ronda de negociacio­nes.

“Esto no significa que habrá un acuerdo, pero les gustaría cerrar un acuerdo”, dijo Trump, fiel a su dialéctica ambigua. “Les puedo decir eso. Y si pudiéramos llegar a un acuerdo, sería un evento muy histórico”, se entusiasmó.

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Kevin lamarque/reuters
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Brendan smialowski/afp Trump fue recibido, ayer, en Seúl por el presidente surcoreano, Moon Jae-in

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